El Selfie y la representación del Yo / Alegorías Cotidianas - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La otredad ya quedó atrás, lo que mueve ahora a la posmodernidad es el Yo en sus diferentes vertientes y manifestaciones.

Es cierto, en los últimos cinco años la apreciación del mundo sobre el individuo ha cambiado radicalmente, ahora el hombre se ve a sí mismo no por quien es sino por lo que representa ante su sociedad a través de esta narrativa visual expuesta por el Selfie.

El Selfie es la propuesta del autorretrato posmoderno. Hace varios siglos los retratos estaban fuera del alcance de la población, los acaudalados eran quienes podían costear uno y tardaban semanas en poder verlos terminados. Como eran escenarios predispuestos para tal evento, los retratados eran empleados para enviar un mensaje de poder o fortuna a los espectadores de su obra aunque pocos de ellos trascendieran y algunos de ellos podamos conocerlos por la visita a un museo o por su estudio en una enciclopedia de arte.

Posteriormente, con el invento del francés Louis Daguerre, la fotografía, el retrato se hizo más popular pues su costo fue menor y requería de menos tiempo y esfuerzo.

Decíamos entonces que la invención de la cámara fotográfica popularizó en retrato poco a poco. La fotografía comenzó a usarse ya en el siglo XX como una herramienta mediática para la publicidad en general más nada puede compararse con la globalización que ha alcanzado hasta nuestros días el uso de ésta por medio del Selfie como ventana personal global.

Los aparatos fotográficos evolucionaron gracias a la tecnología y redujeron su tamaño al punto de ser verdaderamente portátiles, entonces no sólo se capturan momentos inolvidables sino todo lo que pasa a nuestro alrededor, ahí surge la cultura visual, quien nos permite ver al mundo sin restricciones gracias a la conectividad.

En la cultura visual no sólo interviene la fotografía sino también el video, el mundo dio un vuelco con la única herramienta verdaderamente global, el internet y con los teléfonos celulares.

Aun con la reducción de la proporción de las cámaras análogas, de los años 50 a los 90 uno tenía que esperar a terminar la película fotográfica, revelarla para poder mostrarla y sólo pocas personas podían verlas. Tampoco existían las revistas de sociales de tal forma que los eventos personales importantes no se difundían como actualmente. Ya en el 2000 algunos teléfonos portátiles incluían dentro de sus novedades cámaras fotográficas de poca calidad y surgieron las cámaras web, así como las primeras redes sociales donde, de manera poco visible, videos y fotografías comenzaron a compartirse. Una década después Iphone propone el primer teléfono con cámara frontal y la historia del retrato cambió por completo ya no únicamente se podía compartir y fotografía todo con mayor calidad y facilidad sino que uno mismo podía fotografiarse sin ayuda de nadie ni reflejos del flash en el espejo.

Nicholas Mirzoeff nos dice que el Selfie es el primer producto de la nueva cultura de la juventud, global, urbana y conectada. Instagram registra más de 200 millones de fotografías por año, los autorretratos se han convertido en diarios personales y crónicas de hechos que se viralizan en cuestión de segundos y cambian el como Yo soy visto por los otros por ejemplo, antes no hubiéramos visto a un presidente tomarse fotos con militantes de su partido o con los estudiantes de una secundaria sin embargo, con los nuevos usos de la cultura social, eso les da imagen y los convierte en mortales, se vuelven figuras más alcanzables y humanas, aunque en ocasiones sólo sea pura apariencia.


El uso de las redes sociales nos ha volcado en el dilema: soy visto luego, existo, no tan ontológico como la propuesta original de Shakespeare, la cultura visual produce una necesidad de ser reconocido para poder vivir tranquilo.

El Selfie estimula en los jóvenes un sentido de pertenencia al otorgar un me gusta a lo que publican, lo cual también se complementa con un texto que enfatiza lo presentado en la imagen, finalmente siempre es un llamado al Yo narcisista que todos tenemos.

La diferencia de un Selfie a una fotografía normal es que es tomada con la cámara frontal del teléfono con sólo la distancia, entre el espectador y el aparato, de la longitud del brazo. Para los amantes de ésta técnica tan actual ahora también hay unos estabilizadores que proporcionan un poco más de distancia sin que esto signifique que empleen el temporizador de la cámara.

El Selfie ha cobrado tal relevancia que hasta tratados psicológicos hay ya sobre su empleo y algunas revistas de moda hacen test de personalidad según el tipo de filtro que más utilizan los usuarios para modificar sus fotos antes de subirlas a las redes sociales.

Seguramente Narciso fue el promotor del Selfie y hubiera sido sumamente feliz de poder tomarse fotos en el espejo sin que la luz de la cámara tapara su rostro y con la innovación de la cámara frontal sin embargo, tenemos que cuidar lo subido a las redes pues en su conexión global aún no existe una verdadera protección a nuestra información ni al uso que de ésta hagan los visitantes a nuestras redes.

Seamos víctimas de los Selfie, usuarios poco frecuentes o no, necesitamos hacer un alto para hacernos la pregunta que plantea Nicholas Mirzoeff en su libro Cómo ver el mundo de editorial Paidós para reflexionar lo que la conectividad ha producido en nuestra vida y el cómo la cultura visual ha cambiado a lo largo de los siglos hasta el día de hoy. Como usuario de las redes sociales y promotor inconsciente de las nuevas teorías sociales, no puedes dejar de leerlo.

Laus Deo

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