San Petersburgo, Federación Rusa. 9 de agosto de 2016. El intercambio de sonrisas y un fuerte apretón de manos sellan el encuentro entre el presidente Vladimir Putin y su contraparte turca, Recep Tayyip Erdogan. Tras reunirse en privado, los dos líderes sostienen una conferencia de prensa, en la cual el mandatario ruso afirma: “Hemos pasado por un momento muy difícil en la relación entre nuestros dos países, pero ahora nos gustaría superarlo en el interés de nuestro pueblos”.
Con un lenguaje corporal que denota agradecimiento y calidez, Erdogan voltea a ver a Putin y lo alaba por haberle llamado para demostrar su apoyo durante el putsch, orquestado por Fethullah Gülen, y concluye: “Eso significó mucho psicológicamente”.
La escena arriba descrita sirve como prefacio al presente artículo, el cual pretende, analizar las maniobras diplomáticas previas a la reunión, en San Petersburgo, entre Rusia y Turquía y las implicaciones geopolíticas y geoeconómicas de su reconciliación.
El 24 de noviembre de 2015, un avión turco F-16 derribó a un cazabombardero ruso Su-24 en la frontera entre Siria y Turquía. La reacción de Vladimir Putin fue visceral: acusó a Recep Tayyip Erdogan de perpetrar “una puñalada por la espalda” y de ser un “cómplice de terroristas”. El incidente en cuestión llevó a ambos países al borde de la guerra. Sin embargo, los rusos se decantaron por implantar una serie de medidas económicas punitivas y aumentaron su apoyo al régimen del presidente sirio, Bachar al-Assad.
Las cosas estuvieron así por meses hasta que ocurrió el 23 de junio el referéndum sobre el Brexit. La decisión británica de abandonar la Unión Europea significaba que la oportunidad de que algún día Turquía fuera miembro de la Unión Europea se habían evaporado, y, por lo tanto, Erdogan decidió, entre otras cosas, congeniar con Rusia.
Sorpresivamente, el lunes 27 de junio del año en curso, Erdogan y Putin conversaron telefónicamente, y el líder turco “lamentó” el derribo del avión ruso. Esta reconciliación cimbró a las cancillerías y los servicios de inteligencia del orbe, pues Turquía no consultó con ninguno de sus aliados, incluidos los EUA, Alemania y Arabia Saudita.
Pocos días después, el viernes 15 de julio de 2016, elementos de las Fuerzas Armadas turcas intentaron dar un golpe de Estado contra Erdogan, el cual fracasó debido a la lealtad de la mayoría de los elementos del instituto armado, la policía y el respaldo de un gran porcentaje del pueblo turco.
Erdogan y sus acólitos acusaron al clérigo residente en la Unión Americana, Fethullah Gülen, de urdir el cuartelazo con apoyo de la Agencia Central de Inteligencia, la temible CIA. Las sospechas sobre la participación estadounidense contrastaron con el apoyo público proporcionado por Irán y Rusia, rivales de Washington.
Mostrándole el dedo cordial a Barack Obama, Erdogan anunció el 2 de agosto que visitaría Rusia el día 9 y que “discutiremos nuestra relaciones económicas. No habrá restricciones por nuestra parte”1. Esto provocó nerviosismo en Occidente: públicamente el embajador británico en Ankara, Richard Moore, intentó limar asperezas entre los Estados Unidos y Turquía.
Días después del anuncio de Erdogan, el jefe del Estado Mayor Conjunto de la Unión Americana, Joseph Dunford, llegó a Turquía para entrevistarse con el primer ministro, Binali Yildirim. En la agenda del militar estadounidense aparecían tres temas: la extradición de Fethullah Gülen; las operaciones antiterroristas desde suelo turco; y la membresía turca en la Alianza Atlántica.
En los días previos a la reunión, tanto Erdogan como Putin recibieron sendos espaldarazos: el sultán turco fue vitoreado por más de un millón de personas en Estambul; por su parte, el zar Putin, a pesar de las medidas punitivas contra los atletas rusos, fue arropado por los líderes de Azerbaiyán e Irán, quienes mostraron su apoyo a los esfuerzos rusos en el escenario global.
¿Qué implicaciones tiene la reconciliación ruso-turca? En el aspecto geoeconómico, habrá una serie de incentivos económicos para sellar su nueva amistad: el primer reactor nuclear turco en Akkuyu, con un valor de 20 mil millones de dólares, será reclasificado como “proyecto estratégico” y será construido por compañías rusas; Por su parte, Putin prometió liberalizar el régimen de visas, el cual permitirá a los trabajadores de la construcción turcos regresar a Rusia, y restablecer el tráfico aéreo entre los dos países, pues Turquía, hasta antes del derribo del avión ruso, era el principal destino turístico de los moscovitas.
Sin embargo, es el proyecto Turkish Stream, gasoducto que atravesando el Mar Negro llevará gas natural desde Rusia a Turquía el que ofrece pingües ganancias a ambos países
TABLA DE BENEFICIOS OFRECIDOS POR EL TURKISH STREAM
TIPO DE BENEFICIOS | RUSIA | TURQUÍA |
Geoeconómicos |
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Geopolíticos |
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Fuente: Elaborado por el autor con base en datos obtenidos de: Khanna, 2016, p. 194; Asia Times; y RT.3
Respecto a Siria, Erdogan dijo: “Es imposible encontrar una solución al problema sirio sin la participación de Rusia. Podemos resolver la crisis en Siria solamente en cooperación con Rusia”. Por su parte, Putin, respondió que, a pesar de tener puntos de vista contrarios, encontrar “un enfoque común es posible”2.
Si bien Turquía no abandonará a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la reunión con Putin envía el mensaje de que Erdogan tiene otras opciones estratégicas y que no seguirá dócilmente los dictados imperiales de Washington. Por su parte, Putin desbarata el mito de que “Rusia está aislada” y reafirma su liderazgo en el Medio Oriente y a nivel global.
Al saludar a Erdogan, Putin quizás recordó la letra de “Reconciliación”, interpretada por las Hermanitas Núñez: “Despréciame si quieres alma mía; castígame si está en tu deber; que nada ganarás con tu ironía; tú siempre con mi amor has de volver”.
Aide-Mémoire.- ¿Qué le pasa al deporte olímpico mexicano?
- – EU on edge as Putin, Erdogan set to meet http://goo.gl/TfQNCE
2. – Ready to restore ties: Putin, Erdogan revive economic plans, agree to Syria talks https://goo.gl/1NjM0h
- – Khanna, Parag. Connectography: Mapping the Future of the Global Civilization. Random House, New York, 2016