Mi primer trabajo en Aguascalientes, fue en el Hospital No. 1 del IMSS. Hasta entonces no había tenido ningún contacto con la institución, toda mi labor previa había sido en clínicas de la Secretaría de Salud. Entonces me enteré de la curiosa manera de clasificar a los médicos, solo hay dos categorías los médicos familiares y a los especialistas de cualquier área se nos denomina médicos no familiares. Algunos compañeros con especialidad comentaban entre broma y resentimiento ¿Y por qué no nos llaman médicos especialistas y médicos no especialistas? ¿Por qué la referencia tiene que ser necesariamente a partir de los familiares? La verdad es que bromas aparte la idea era muy buena. Se trataba de continuar con la medicina como se hacía al inicio del Seguro Social, en 1960 o sea cuando existían los médicos auténticamente familiares porque conocían la salud y los males de todo el grupo familiar. Habían cuidado los embarazos, habían atendido los partos y eran los pediatras de todos los chamacos de una pareja. Asimismo, conocían los achaques de la abuela, del tío y de toda la parentela y hasta de los amigos. En mi caso, el doctor llegó en una ocasión hasta atender el parto de la perrita de la casa. Solo que el progreso es imparable, la ciencia médica prosperó hasta hacerse excelentemente tecnológica, científica y fina. Los recursos para el diagnóstico, la cirugía, los nuevos y mejores medicamentos, los equipos sofisticados y la superación misma de la vida cotidiana con redes sociales, medios de comunicación satelital y medicina molecular han conseguido éxitos en el combate a la enfermedad, que hasta hace una década eran inimaginables. Solo que el precio resultó muy caro: la deshumanización. Y me doy cuenta que hablar de la deshumanización de los médicos es un tema recurrente y tan repetido que puede resultar aburrido. Efectivamente, los logros tecnológicos no darán marcha atrás. Es natural imaginar que la medicina seguirá cambiando día a día, con la aparición de nuevos equipos, mejores estrategias y adaptación de rayos láser, resonancia magnética y química intracelular. ¿Esto significa que la deshumanización también crecerá y tenemos que resignarnos a ser atendidos por máquinas que hacen el trabajo de los hombres y de hombres que tienen los sentimientos de una máquina? Desde luego que no. Las personas más preocupadas por este estado de cosas son precisamente los médicos. Sienten la avasalladora necesidad de actualizarse y utilizar toda la novedosa tecnología, ya que implica mejor atención a sus pacientes. Y también sienten la necesidad de recuperar el humanismo que sí se perdió al masificarse las instituciones de seguridad social. Los médicos no desean ver a sus enfermos a través de una pantalla de computadora o en el mail de un laboratorio que le informa los resultados. Gracias a la tecnología, los padres y toda la familia ya saben que el bebé nacerá bien, conocen el sexo y no tienen que adivinar. Se preparan para el caso de alguna intervención del recién nacido. Las enfermedades terminales ya no lo son. La calidad de vida ha mejorado notablemente respecto de la de nuestros padres. Solo que además los médicos actuales están a la búsqueda constante de acciones dirigidas a reencontrarse con la persona enferma, no con el paciente con número de expediente clínico. Recientemente, concluimos un año de capacitación en Psicoterapia Médica a un grupo de médicos familiares y especialistas de diversas áreas, odontólogos y psicólogos en la ciudad de Morelia. Ellos mismos y nuevos alumnos harán un segundo año, con gran crecimiento en el humanismo y la comprensión al doliente. Lo hicimos ya en Barcelona y resultó exitoso. En la primera semana de agosto, haremos lo mismo aquí en Aguascalientes, en el seno de la Universidad Autónoma de nuestro estado. Y esto es motivador y tranquilizante, nuestros médicos que nos atenderán y cuidarán a nuestras familias, ahora tendrán la combinación perfecta de elevada tecnología y excelente actitud. Vamos bien.
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