Antes de iniciar con la columna del jueves quiero contextualizar el término que se va a tocar a lo largo de estas líneas; recordando mi infancia, el programa infantil llamado Plaza Sésamo en su versión norteamericana es decir Sesame Street cerraba sus emisiones con Oscar, uno de los personajes más emblemáticos de Jim Henson diciendo “la palabra del programa es” y la soltaba; a veces “manzana” otras “autobús”, en ocasiones “círculo” con la intención que los pequeños televidentes nos quedáramos con ésta y la repitiéramos a lo largo de la tarde; esquemas conductuales de aprendizaje que debían ser así, pues la intención era masificar el entretenimiento/educativo.
Así que, como diría Oscar, la frase de la columna es “estereotipo”, según la Real Academia Española un estereotipo consiste en una imagen estructurada y aceptada por la mayoría de las personas como representativa de un determinado colectivo. Esta imagen se forma a partir de una concepción estática sobre las características generalizadas de los miembros de esa comunidad.
También decía que existen estereotipos de acuerdo a la clase social de la que proceden, a las costumbres que tengan, al grupo étnico o a la religión.
Los medios de comunicación y también los de información se valen de esto para generar sentido de pertenencia y aunque a veces no es completamente positivo el estereotipo aglutina la identidad por lo menos desde lo superfluo de lo visual.
¿Cómo y por qué se generan estereotipos que nos marcan como sociedad para toda la vida? Son características sociológicas de la comunidad, al masificarse se convierten en conductas bien aprendidas y bien transmitidas que a lo largo de tiempo ofrecen el toque distintivo de los habitantes de cada región. Ubíquese en una aldea global como diría Marshall McLuhan, donde nuestro país reacciona jocoso como siempre a las necesidades creadas e importadas de muchas partes del mundo, un entorno sin fronteras para compartir la aparente forma de pensar de los habitantes de la región o por lo menos desde la, insisto superflua visión de nosotros. Así, aunque el resto de los habitantes del planeta tierra, esa ya mencionada aldea global aún sin conocernos fabrican una representación mental de nosotros, la cual en la mayoría de las veces se enfoca a los supuestos defectos del grupo en cuestión, aún sin ser comprobados bajo un esquema científico son identificados como fieles.
Así entonces para el resto del mundo los mexicanos somos una especie humana ecléctica, donde predominan los aspectos negativos del bagaje identitario, pero ¿y entonces, quién tuvo la culpa de que nos perciban de esa manera?; bueno, alguien debe ser responsable de esta desgracia nacional, ¿no cree? Yo digo que la culpa la tiene el celuloide y la fotografía, s Sergei Eisenstein en su filme Que viva México hubiera filmado lo cosmopolita de la ciudad capital del imperio Azteca y no las tradiciones y la vida campirana otra cosa sería, y luego, como este hombre considerado uno de los pioneros del lenguaje cinematográfico dejó escuela en nuestra cinematografía, ahí está que cuando tenemos la oportunidad de producir mucho cine y crear un intento de industria alrededor, nos aventuramos como sociedad a producir y exportar filmes con esas características. Tuvimos la oportunidad de abrir la ventana para que los habitantes de todo el mundo, la aldea global nos volteara a ver a través del entonces novedoso medio de entretenimiento llamado cine, casi todos inmersos en la Segunda Guerra Mundial, los vecinos del norte tan ocupados en las cuestiones bélicas decidieron bajar sus niveles de producción cinematográfica, voltearon hacia abajo e invirtieron en nosotros, ya con el antecedente de Allá en el rancho grande de 1935 fue momento de masifica la imagen del macho, el charro cantor, la vida campirana, los rebozos sobre las cabezas femeninas de cabellos trenzados, el gusto por el alcohol y la pachanga, los citadinos elegantes y los aparatos ideológicos del estado representados por el cura buena onda, el político aprovechado, los cuerpos policiacos encargados de poner orden y la escuela como única formadora del progreso y responsable en su totalidad de cargar sobre sus hombros el futuro de éxito para la nación.
Así nos concibieron, gracias a María Candelaria, Tizoc, ¡Ay, Jalisco no te rajes!, Enamorada, Nosotros los pobres, Dos tipos de cuidado, entre muchas otras, y así nos quedamos.
Entonces, ¿cómo es el estereotipo del mexicano?, bueno el origen pudo haber sido así y la repetición del patrón lo afianzó, la relación imagen-pensamiento, significante-significado no se modificó, se extendió y ni siquiera la misma educación pudo revertirlo en su totalidad.
En la actualidad, los jóvenes desde edades tempranas comienzan a ingerir alcohol y mientras más consuman más son aceptados en su entorno; los mexicanos son borrachos.
Los mexicanos son flojos, la imagen del hombre sentado en la tierra recargado en un cactus con sombrero y jorongo lo hizo patente a lo largo de los años, ahora en las aulas, cuando los alumnos ruegan a dios porque no llegue el maestro, inventan pretextos sensacionales para justificar su inasistencia o la falta de tarea, cuando los curules se queda vacíos o los diputados duermen en ellos cual cactus de aquella imagen estereotipada, los mexicanos preferimos evitar la fatiga y el trabajo mismo. Cuando los líderes de los partidos políticos son removidos porque no responden a las circunstancias y arriban a las oficinas con la soberbia que caracteriza a la clase política mexicana, a la corrupción perenne, cuando los integrantes de los cuerpos policiacos creen ser dueños de las calles y sus habitantes, cuando los charros cantores deciden sembrar semillas de plantas prohibidas y hacerse de dinero fácil porque el sistema no les permite desarrollarse de otra manera, cuando todo eso pasa entonces se consolida, se afianza, se confirma el estereotipo del mexicano.
A usted, querido lector, ¿de qué manera le gustaría que nos viéramos, al interior del país?, ¿cuál es el camino que debemos seguir para que los habitantes de la aldea global cambien su percepción los que nacimos en la tierra de Emilio Fernández?
Cambie el estereotipo desde su trinchera, no se deje engañar por la jocosa imagen de nosotros los bonachones y buena onda mexicanos que caminamos sin sentido hacia donde el líder nos lleva.
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