Doña Perfecta, una de esas cintas mexicanas prácticamente desconocidas para el público en general, pero una joya que entra en el top de las 100 mejores películas mexicanas de la revista Somos como la número 29, dirigida por Alejandro Galindo, narra la intriga que se entabla entre Doña Perfecta, la viuda rica y poderosa de un pueblo lejano a la capital y su sobrino Pepe Rey, un ingeniero de ideas liberales que llega de la Ciudad de México en una comisión gubernamental al pueblo que trata de transmitir una visión moderna, no sólo en lo técnico sino en lo moral. Obviamente la tía, mujer exageradamente religiosa y conservadora, no lo permitirá. Todo se complica cuando Rosario, la hija de Doña Perfecta, se enamora de su primo.
La obra está inspirada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, pero adaptada a los años posteriores a la Reforma en México, por ello lleva al extremo la contradicción entre los conservadores y los liberales, en una de las secuencias, Doña Perfecta se dedica a quemar los libros de Lutero que el sobrino llevaba. Además de ello organiza una fuerza rebelde que se oponga al gobierno y los intentos por quitar los bienes de la Iglesia.
La película es hermosa desde el punto de vista fotográfico, los claroscuros retratados con maestría son perfectos, juegan con finura con el blanco y hermoso rostro de las protagonistas Dolores del Río (Doña Perfecta) y Esther Fernández (Rosario) se conjugan de forma magistral la cámara (José Ortiz Ramos, también fotógrafo de Una familia de tantas) y la escenografía (de Gunther Gerzso). Por ejemplo, cuando la tía descubre al sobrino, en francachela con tres mujeres que el pueblo tacha de mala vida, el primer plano de Doña Perfecta con un vestido negro y su misteriosa sonrisa, arqueando la ceja enojada pero contenta, la imagen recuerda a una bruja, a una aterradora mujer hipócrita.
En la trama se identifica al derecho con las viejas costumbres y el anquilosamiento del sistema, el juez del pueblo, está íntimamente vinculado con la iglesia, incluso el abogado lucha al lado de Doña Perfecta para legalmente recuperar los bienes de la iglesia que fueron arrebatados por las Leyes de Reforma. Es interesante la reacción del ingeniero frente al derecho, cuando se enteran de la profesión del capitalino le preguntan por qué no optó por la carrera de leyes y él contesta “La abogacía es una profesión que aborrezco… obligarse a defender por igual el pro y el contra de una causa ¿no es absurdo?” El ingeniero como símbolo de la ilustración y el abogado del oscurantismo, esta idea del derecho vinculado al status quo es tratada en la obra de Eduardo Novoa Monreal El derecho como obstáculo al cambio social.
¿Sueña el clero con miles de doñas perfectas que mantengan la moral y las buenas conciencias? Buena parte de la historia mexicana se debate entre la perenne necesidad o necedad de la Iglesia por intervenir en las conciencias a través de la vida pública, del estado. Entiendo que su papel es influir en la moral, y eso es correcto, es parte de su natural función como religión, pero hacerlo mediante las instituciones del estado es inconcebible y debe ser reprochado de forma inteligente y apegada a derecho por el poder público. Solo basta con recordar las guerras de Reforma y la Cristera para entender que no podemos permitirlo.
En el cierre (alerta de spoiler) Doña Perfecta ordena a su capataz asesinar al ingeniero cuando éste se disponía a huir con Rosario, frente al cadáver, la madre dice a la hija que lo hizo por su felicidad, “Dios que nos escucha sabe que sólo buscaba tu bien”. Rosario le responde “Dios no puede inspirar tanto egoísmo y tanta maldad”. ¿Continuará el clero con una campaña inspirada en el egoísmo y la maldad y que presuntamente busca el bien? Muchos esperamos que no, si del lado de la autoridad pedimos una actuación que reivindique al estado laico, de la iglesia esperamos prudencia.