El bar más trash de Aguascalientes, El Éxodo, segunda entrega / Crónicas de la ciudad invisible - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

En la primera parte de este texto, que fue publicada hace dos semanas, usted se pudo enterar de cómo es que un grupo de amigos y yo llegamos al misterioso Éxodo, pero por si no tuvo la oportunidad de leerlo resumiré en el siguiente párrafo cómo es que logramos acceder a tan especial, misterioso, trash y bohemio sitio.

Después de ir a una fiesta de 15 años, habíamos estado recorriendo la calle Carranza en búsqueda de algún lugar abierto para continuar la fiesta, por supuesto, siendo las dos de la madrugada, ningún bar estaba abierto; en nuestra desgracia, un amigo apareció en medio del tránsito de la concurrida calle y nos invitó al Éxodo; ya estando ahí, al punto de las tres, entramos al antro pero uno de nuestros amigos, el más cobarde, había decidido dejarnos.

El cobarde, quien suele comportarse de un manera diez veces más refinada que cualquiera de los demás, seguramente se llevó una pésima impresión de la primera habitación del antro, aprovechó alguna distracción para salir despavorido del lugar sin recordar que antes de entrar yo había acordado comprarle una caguama.

El cobarde confesó “se me hizo inseguro que hubiese una redada, que hubiese un accidente y no se pudiera salir”, lo cual, hoy que lo analizo, es una idea bastante racional, pero entonces, en mi cerebro sólo funcionaban aquellas neuronas que sobreviven al alcohol.

Sin él y sin saber que ya no estaba, los demás estábamos parados en medio de la primera habitación del Éxodo; vestidos de traje destacábamos entre unas 40 personas que seguramente venían de algún bar rockero de Carranza.

La primera habitación era bastante pequeña, al igual que la totalidad del bar en realidad, medía aproximadamente lo mismo que una sala comedor de una casa del Infonavit; el sitio se empequeñecía aún más porque, además de un sillón polvoriento, había una barra de madera vieja atendida por otro hombre calvo de lentes gruesos y de piel clara.

He de aclarar que mi amigo el cobarde tiene muchas más bondades que defectos, por ejemplo, es el típico amigo que cuando uno no trae dinero no duda en pagar la cuenta. Es por eso que ese día yo traía algo de dinero, así que con humilde agradecimiento, le compré una caguama de 50 pesos antes de enterarme que ya no estaba.

Por su culpa, de un momento a otro, me convertí en la persona más decadente del lugar, en aparente estado de ebriedad, desfajado como un godínez, con manchas de cerveza en la camisa, con la cara grasosa, con el pelo engelado pero ya despeinado y con dos caguamas en las manos.


Una vez que terminamos de inspeccionar la primera habitación nos dirigimos a la segunda, un lugar aún más pequeño, aproximadamente de la mitad del primer cuarto, con sillones viejos y algunos banquitos improvisados hechos con rafia y esos fierros que la gente usa para sostener macetas.

En general todo el bar estaba iluminado por focos de unos 40 watts y el segundo cuarto no era la excepción. La atmósfera era bohemia pues además, estaba aderezada por los terribles guitarrazos de un tipo sentado que tocaba los éxitos de Bunbury acompañado por otro güey que cantaba con voz de Bunbury, ¡lo peor de lo peor!

Mis amigos se sentaron en los sillones que a simple vista hervían de ácaros, a mí me tocó sentarme en uno de los incómodos banquitos improvisados mientras sostenía mi caguama y media y me preguntaba si la decoración estaba hecha a propósito o simplemente se habían hecho mano de lo que encontraban en la basura.

Por ahí estaba un florero de pésimo gusto que contenía flores de plástico, y en las paredes, sino me equivoco, habían colgado varios cristos polvorientos y uno de esos cuadros de perros haciendo cosas de humanos o tal vez alguno con un niño llorón.

Mientras mi amigo, el de los quince años, discutía con mi amigo el barbón sobre si eran amigos o no y mi amigo el que fala portugués abrazaba a mi amiga la que siempre llora, yo y mi amiga la jirafona insípida nos reíamos de alguna estupidez como si estuviéramos drogados, bueno, después de todo el alcohol también es una droga y a mí sólo me quedaba caguama y media, mi vejiga estaba llena, era hora de ir al baño.

Bajándome la bragueta comprobé lo que las historias cuentan: El baño es la peor parte del Éxodo; la estética trash en esa habitación había llegado a su máxima expresión, en el remedo de baño ni siquiera había una taza y en lugar de mingitorios estaban instaladas tres cubetas de pinturas Comex con un hoyo en la parte de abajo que conectaba a unas tuberías de PVC que daban a una coladera cubierta de una pelusa grisácea y orines.

Una vez concluida la experiencia más trash de mi vida regresé con mi amiga la jirafona, me di cuenta que estaba platicando con una mujer extraña, la chica que en otro contexto hubiese sido bastante normal; ropa normal, una cruz reluciente en el pecho normal y con cierta gordura normal.

Al parecer se conocían, mi amiga conoce a todo el mundo así que no es nada raro, la chica le platicaba que no había mejor lugar en el mundo que El Éxodo, que ella va todos los fines de semana y que le encanta, que es uno de esos gustos adquiridos, como un novio feo que hace muy bien el amor, pero que sobre todas las cosas tiene la cerveza a sólo 50 pesos, además a diferencia del Eterno no tienes que revisar tu bolsillo cada 10 minutos para ver si tu cartera sigue ahí.

Mientras la escuchaba, sus palabras se fueron haciendo ruidos, como cuando Charlie Brown escuchaba a su maestra, signo inequívoco de que me estaba aburriendo; le di el último trago a mi primera caguama, dejé el estorboso envase vacío y me dirigí hacia la tercer habitación, para llegar a esta era necesario pasar por en medio de la segunda así que en mi trayecto me tope con el resto de mis amigos que seguían discutiendo y llorando en la sala.

Una vez que accedí a la tercera y última habitación del Éxodo, me di cuenta que, como sucede en un vaso, la mugre siempre se asienta hasta el final, a diferencia del resto de los cuartos que estaban pintados de un color durazno manchado que por lo menos hacía lucir bien el tono de piel de las personas, el tercer cuarto estaba pintado de un color pistache, también tenía sillones viejos y en uno de ellos estaba sentado Penpi, de quien escribí la semana pasada, el buen hombre se besuqueaba con una mujer mientras que uno de sus amigos consumía cocaína y otro par de desconocidos miraban al vacío de una pared; mi curiosidad había sido más que saciada.

No duré mucho observando aquel deprimente cuarto y regresé a la segunda habitación donde mis amigos habían cambiado, mis amigos que discutían por amistad ahora volvían a ser amigos y la jirafona se reía con la llorona y el brasilero, la imagen me hizo abrir mi segunda cerveza y mirar mi reloj que decía que justo habían dado las 4 a.m.

De pronto los sillones se vaciaron y sólo quedaron el guitarrista, el cantante y dos amigos, así que el resto decidimos tomar asiento y convivir; tras unos minutos nos encontrábamos cantando junto con Bunbury del Éxodo e incluso con Penpi, quien había regresado del quinto infierno.

La alegría había llegado a su punto climático y mi cerveza se había consumido como si me encontrase en algún bar de Madero, de aferrado le dije a la jirafona que fuéramos por otra caguama pero su pareja, con quien no convivió en todo el tiempo que estuvimos en el Éxodo, se había dormido así que era el momento de retirarnos.

Mi segunda caguama se había vaciado, no había más motivo para estar en el Éxodo donde ciertamente, como dijo la chica, nunca me preocupé por mi cartera, al menos no en el sentido literal; tampoco me preocupe por su contenido, 50 pesos por una botellota de cerveza es una verdadera ganga.

Eran las cinco de la mañana, habíamos salido del Éxodo y ahora todos estábamos contagiados por el pésimo portugués de mi amigo (a propósito de los Juegos Olímpicos de Río), la casa de mi amiga la jirafona estaba cerca así que decidimos ir a dormir ahí, que con una infinidad de camas está preparada para recibir moradores como nosotros.

No sé, tal vez algún día regresaré al Éxodo, tal vez vaya con mis compañeros de trabajo quienes por cierto, ya han estado investigando cómo acceder al bar más trash de Aguascalientes, ya son parte incluso de la supuesta página de facebook donde se elige quién puede acceder.


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