Los vestigios de una hoguera…
Oh, mi corazón se vuelve delator,
traicionándome.
Por descuido,
fui víctima de todo alguna vez.
Corazón delator – Soda Stereo.
En la Teoría Política Republicana -herencia de la Ilustración, de la independencia de los EEUU, de la Revolución Francesa- hay fundamentos básicos que constituyen el modelo político bajo el cual nos regimos y organizamos. De estos, quisiera comentar los siguientes: División de Poderes, Soberanía del Estado, Laicidad del Estado, y la Igualdad ante la Ley. Esto a colación del desempeño que han tenido los diputados de la LXII legislatura (la actual, que está próxima a renovarse luego de la elección de este año), y con la intención de que haya constancia y antecedente tanto para los diputados que se van (y que seguramente varios de ellos después aspirarán a obtener nuevamente el voto popular), para los diputados que entran (que tendrán la oportunidad de enmendar caminos y desfacer entuertos), pero sobre todo para la ciudadanía, a fin de que no haya desmemoria ni desidia sobre lo importante, que se deja de lado y no se discute, por atender presuntas urgencias o intereses de grupo.
Para empezar, dos notas: primero, las cosas que haya hecho bien la LXII Legislatura -que seguro las habrá- no merecen felicitación extraordinaria; es su trabajo (un trabajo con remuneración y prestaciones más que excelentes) y lo menos que esperaríamos sería eso: un buen trabajo. Segundo, el destinatario de este texto es el legislativo en su conjunto, como cuerpo colegiado, no como sus personalidades individuales. Hablo del Poder representado ahí, y del uso que se le ha dado, no de lo particular de las personas que lo integran. Conozco a varios de los actuales diputados, a algunos me han unido la academia, el trabajo, la amistad, incluso la admiración -en lo individual-, sin distingo de colores, filias o fobias partidistas; y en ningún caso hay envío de dedicatorias personales, que para eso tengo sus teléfonos o sus correos.
Hechas las acotaciones, vamos por puntos sobre los adeudos que tiene la presente legislatura para con la sociedad a la que juraron representar. Estos adeudos se exponen en relación a los postulados fundamentales de la Teoría Política Republicana mencionados en el párrafo anterior, contrastados con la acción y percepción sobre el desempeño legislativo, visto en general. Por supuesto, no se pretende dar con un análisis acabado, sino con sólo una observación que anime el debate sobre la evaluación del ejercicio público. A saber.
- División de Poderes. El Estado Republicano tiene uno de sus sustentos en este punto, pero -dado que el Estado detenta todo el poder público, y al ser éste una abstracción- son sus representantes quienes ejercen el poder de manera tripartita en un juego de contrapesos con el que se pretende garantizar los equilibrios para evitar el ejercicio totalitario del poder. El Estado soy yo, decía el rey Luis XIV; El estadio soy yo, habría de decir el exgobernador Luis con aquel oscuro patronato del futbol. En la República, la figura del Estado nunca es unipersonal. Sin embargo, en nuestra cultura política siempre se ha tendido a los caudillos, los Tlatoani, quienes centralizan el poder en la figura del Ejecutivo. El locuaz Jorge Carpizo McGregor escribió un libro obligado sobre el tema: El Presidencialismo Mexicano. Así pues, se ha entendido que el Ejecutivo sea -de facto- un primus inter pares, pero esto es en sí una anomalía que estropea los propios contrapesos del poder. Los legisladores deberían saberlo. En nuestra patria chica no ha sido la excepción, en general, durante las legislaturas que se han sujetado a la acción del ejecutivo en turno. En específico la LXII, ha tenido -mediante la bancada más numerosa, que es del partido del ejecutivo- una línea de trabajo, en el mejor de los casos, consonante con la del gobernador; pero también, en el peor de los escenarios, de evidente sujeción ante las iniciativas promovidas por el ejecutivo, sin olvidar el episodio en el que por las acciones durante la jornada electoral federal 2015, el gobernador logró el precedente histórico de la anulación de la elección federal para legislador en el distrito 01; y ante eso, el congreso -mediante la numerosa bancada de su propio partido- le hizo un pequeñísimo extrañamiento, una pecata minuta por un suceso probado, de dimensiones vergonzantes. En la misma hipótesis, para las acciones del alcalde capitalino (del partido opositor al del ejecutivo) la misma bancada, que no se animó a sancionar al gobernador, ha anunciado que afilará las hachas del castigo para buscar -incluso- la inhabilitación del presidente municipal por, más o menos, las mismas faltas.
- Soberanía del Estado. Evidentemente, en el republicanismo se vive bajo el imperio de la ley, porque la ley es la razón desprovista de pasión (Aristóteles dixit), y es en la ley en donde se cristalizan las abstracciones deontológicas de un pueblo, como una manera de materializar el sentido de la existencia de la propia comunidad, mediante el Estado de Derecho, y así distinguirnos de una pandilla de bribones. Por ello, nada sobre la ley, la ley sobre todo, la ley super omnia, la ley soberana. Esta ley mana, a representación popular, del congreso. Este poder -entonces- refleja la acción soberana del Estado. El Congreso local es Soberano y, por efectos del presunto pacto federal que -dicen- adquirimos como país, sólo tiene sujeción a la ley mayor, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los tratados internacionales ratificados por el Estado Mexicano. Pues bien; se ha faltado a ese pacto soberano de sujeción a la ley mayor, al no poner las leyes locales en consonancia federal sobre -al menos- dos temas importantes que tienen que ver con la universalización de los derechos humanos y con el propio Estado de Derecho: la armonización jurídica de la NOM 046, que posibilita la interrupción legal del embarazo en la población de mujeres vulneradas, y la armonización legal del matrimonio entre personas del mismo sexo. La razón de esta grave omisión de derechos es nefasta: pesa sobre el legislativo un poder de facto representado por las iglesias de tradición judeocristiana (específicamente la católica, con su impresentable obispo) y la red de relaciones encarnadas en la suma Sociedad de Sociedades Pías. Es ante estos grupos de presión que nuestros legisladores han rendido la soberanía del Congreso y la alta labor que los ciudadanos (sin distingo de credo o ideología) les hubimos encomendado.
- Laicidad del Estado. En secuencia con lo anterior, y para no redundar, el Estado Mexicano es LAICO; debe garantizar la libertad de credo y de conciencia, pero también debe circunscribirla en el ámbito de lo privado, excluyendo el cariz religioso del diseño legal, de las políticas públicas, de la impartición de justicia. Es una alta responsabilidad del Congreso el nunca legislar desde el púlpito, ni hacer apostolado desde la tribuna. Por supuesto que se requiere mucha madurez y sentido de estadista para que un diputado venza sus “conflictos de conciencia”, y atine a separar su credo personal de su trabajo público. Por ello, es una alta responsabilidad de los diputados el nunca abrir la puerta de la teocracia, y uno de los saldos más penosos de esta LXII legislatura ha sido su dependencia al criterio del clero.
- Igualdad ante la Ley. En este punto, el tema del fuero es importante, porque la actual legislatura tuvo la oportunidad histórica de quitar esa distinción entre ciudadanos que viven bajo la ley y ciudadanos que viven sobre la ley. El argumento es simple: sobre la ley, nada ni nadie. El contra argumento con el que se ha buscado mantener la figura del fuero es risible: “Los legisladores (y demás funcionarios políticos) deben tener una protección jurídica ante un sistema de procuración de justicia corrupto, para evitar que se tuerza la justicia y se acalle la voz de los críticos del poder” ¿en serio? ¿no es mejor arreglar el sistema de procuración de justicia que se ha corrompido, para que ninguna persona -independientemente de si se dedica o no a la política- pueda ser víctima de las torceduras de la justicia? ¿no es preferible mejor erradicar las torceduras de la justicia? ¿no vemos lo importante? ¿en serio se creen tan excepcionales los políticos? ¿y no se explican cómo es que la sociedad ya no cree en ellos? Pero bueno, si hasta hace poco en el matrimonio civil se leía la abyecta, anacrónica y marchita Epístola de Melchor Ocampo, es comprensible que algunos legisladores actuales se sientan Belisario Domínguez ante Victoriano Huerta. De risa. Y peor que no haber aprobado la eliminación del fuero por el argumento anterior, es no haberlo aprobado por abstenciones o ausencias motivadas por la carencia de compromiso o por la vendetta y el enjuague de los bajísimos toma y daca que se traen las facciones en el Congreso local. De pena.
Así entonces, en suma, podemos establecer este boceto sobre los saldos que tiene el legislativo local. Boceto que -como siempre y como todo- está a la luz de la discusión pública. Aún no termina la labor de la LXII, por lo que este panorama puede corregirse; sin embargo, son claros los puntos en los que ésta le ha fallado a la noción de República, bajo la cual decidimos organizarnos. Los diputados podrán enmendar o no su trabajo, pero independientemente de eso, bajo el parqué de sus salas en sus lujosos domicilios, algunos de los diputados y diputadas -en la íntima soledad- padecerán un pasmoso y profundo sonido de tic-tac resonando quedo, como acuse de recibo de la conciencia; como el “Corazón Delator”, de Edgar Allan Poe, dejando constancia de su participación en la historia.
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