Cuando el tres de octubre de 1932 el siempre perfeccionista (y perfecto) The Times, el periódico londinense y en aquella época mundial, apareció con una nueva tipografía, la redacción, acostumbrada a recibir cartas sobre cualquier tema que apareciera en el periódico, no recibió ni una sola de queja, uno de los mayores miedos de sus editores ante el cambio. Los nuevos monotipos tenían un nombre que el advenimiento de las computadoras harían universal: Time New Roman. El responsable, Stanley Morison.
“La tipografía es el medio eficaz para conseguir un fin esencialmente utilitario y solo accidentalmente estético, ya que el goce visual de las formas constituye rara vez la aspiración principal del lector. Por tanto, es equivocada cualquier disposición del material de imprenta que, sea por la causa que sea, produzca el efecto de interponerse entre el autor y el lector”.
Morison nació el seis de mayo de 1889 en Wanstead, Essex, en una familia de clase media. Su padre, un viajante de comercio, abandonó a la familia lo que hizo que el futuro tipógrafo abandonara la escuela para ser el sustento de la familia comenzando a trabajar como un simple oficinista. En 1913, cuando ya destacaba por la entrega al trabajo además de una creatividad que no encontraba cauce en su monótona labor, comenzó a trabajar como asistente editorial de Gerard Mynell, el editor de la diminuta revista Imprint. El año siguiente le sorprendería en la cárcel a la que fue a parar por su condición de objetor de conciencia al negarse a servir en el ejército británico durante la primera guerra mundial. El final de la guerra, en cambio, le sorprende al ofrecerle el puesto de supervisor de diseño de Pelican Press, después absorbida por Penguin, que desempeñó durante dos años.
“Puede tolerarse a este que haga un experimento en un opúsculo cuya tirada no exceda de cincuenta ejemplares; pero carecería de sentido intentar hacer experimentos del mismo alcance en un impreso del que se tiren cincuenta mil. Por la misma razón, la introducción de una novedad tipográfica, que podría parecer adecuada en un folleto de dieciséis páginas, resultaría totalmente indeseable en un libro de ciento sesenta. Forma parte de la esencia de la tipografía y de la naturaleza del libro impreso, en cuanto tal, el hecho de que desempeña un servicio público”.
Poco a poco su fama como diseñador fue creciendo, algo que le ganó el apodo de “The Printer’s Friend” y que logró que en 1921 comenzara a trabajar para Cloister Press y fundara, junto con otros editores interesados en la tipografía, la Fleuron Society de cuya revista “The Fleuron” se encargaría de dirigir en los tres últimos números, sustituyendo al también olvidado Oliver Simon. En el séptimo y último número aparecería su todavía pertinente ensayo “Principios fundamentales de la tipografía” que en 1936 se editaría como libro en la Cambridge University Press.
“El diseño de los tipos se mueve al paso del lector más conservador. El buen diseñador de tipo debe, por lo tanto, darse cuenta de que para que una nueva fuente tenga sea exitosa sólo unos cuantos deben percatarse de su novedad.”
En 1923, ya siendo uno de los grandes expertos tipográficos mundiales, se convierte en consejero para la Monotype Corporation, donde se dedica a recuperar modelos clásicos de la tipografía además de modernizar y recuperar la editorial de la universidad de Cambridge, para la que Monotype trabaja seis años. Stanley Morison promueve, en esos años de trabajo para la Monotype, la realización de caracteres diseñados a partir de prestigiosos modelos como el Bembo, sobre el modelo del De Aetna de Pietro Bembo, publicado por Manuzio en 1495, el Poliphilus, sobre el modelo del Hypnerotomachia de 1499, el Baskerville, basado en una edición de 1722, o el Fournier. En esa misma época encarga a Eric Gill, grabador en piedra y aprendiz de Edgard Johnston, un nuevo diseño que al final serían dos, la Perpetua y la Gill Sans.
“La tipografía es una arte preciso y sujeto estrictamente a la tradición. La noción de un ‘arte nuevo’ que implica que puedes hacer las letras como quieras es tan absurda como la noción de que se pueden hacer casa de cualquier forma. No se puede a menos que vivas en una isla desierta”.
1929 es su año de quiebre cuando comienza a trabajar para The Times para el que creará en 1932 la ahora universalmente asumida Times New Roman, “una tipografía que sirve perfectamente para la escritura y lectura de párrafos como de títulos con terminaciones permiten hacer un hilado entre palabra y palabra de tal manera que el lector es casi imposible se pierde entre renglón y renglón, y con una legibilidad excelente”. Morison tomó como base la Plantin, producida por la Monotype sobre la base, a su vez, de los tipos de Garamond.
“La disciplina en la tipografía es una virtud primaria. La individualidad debe asegurarse por medios racionales. La distinción necesita ganarse por la simplicidad y el freno. Es igualmente cierto que esas cualidades necesitan estar imbuidas de un cierto espíritu y vitalidad o degenerarán en aburrimiento y mediocridad”.
Dentro del diario en el periodo que abarca de 1935 a 1952 edita la historia del periódico mientras que, dados sus otros intereses, de 1945 a 1947, es nombrado editor del suplemento literario al que le da un nuevo impulso abriéndose a nuevos colaboradores y formas literarias menos conservadoras. Desde 1961 hasta su muerte en 1967, a los setenta y ocho años, trabajó como miembro del equipo editorial de la Encyclopaedia Britannica. En su tumba, únicamente con su nombre y las fechas de su nacimiento y su muerte debería estar escrita una de sus máximas inolvidablemente ciertas: “La tipografía es un técnica menor de la vida civilizada”.