Hagamos un ejercicio mental. Supongamos la existencia de un tren donde viajan todas las corrientes del pensamiento económico y político. Además pensemos que en esta ocasión en el tren solo viajan aquellas corrientes que podríamos identificar como de izquierda.
Si esta vieja dicotomía entre derecha e izquierda aún sirve de algo, entonces fácilmente podríamos identificar las partes del tren con rapidez. En el vagón anacrónico irán los comunistas, en el más pretencioso viajamos los socialdemócratas y en el más peculiar viajan los situacionistas. En uno muy vació viajan los teólogos de la liberación y en uno muy lleno viajan los progres adeptos a las redes sociales. Al final estría el vagón tomado por algunos rijosos.
En este tren se discuten temas muy variados. Van desde el ingreso mínimo garantizado hasta las técnicas más apropiadas para despejar del rostro el molesto gas pimienta. Discutimos sin acordar mucho. Hablamos de los derechos de los animales, la necesidad de prohibir los toros y de etiquetar los alimentos transgénicos. Contemplamos cómo evitar que el terrible gluten entre en nuestras casas y se discute arduamente sobre la superioridad moral del artista, ciclista que en todas sus obras incorpora una perspectiva de género con conciencia de clase que además resulta incluyente entre otros temas de vital importancia.
No es que me guste la burla para hacer evidentes las fallas. Simplemente encuentro necesario hacer notoria la falta de ropa del emperador. Tal vez al subir a este tren, valdría la pena recordarle a todos los pasajeros que en este país son impunemente asesinadas cerca de 800 personas al mes gracias a la violencia que impera en ausencia de un estado de derecho y que tal vez el tema del gluten podría esperar. Creo que sería necesario que antes de subir, nos refresquemos la memoria de aquellos casos descarados de corrupción o del enquistamiento del narcotráfico en algunos grupos de poder. Así tal vez podríamos poner en perspectiva nuestros deseos de superioridad moral.
Sobre todas las cosas, la cuestión más importante sin duda sería preguntarnos qué se puede hacer para ayudar a los millones de mexicanos que viven en la pobreza. Si tal fuese el caso, y se dejarán atrás las nimiedades se podría construir una agenda clara que convenza a los votantes de permitirle a la izquierda discutir el presupuesto y no las estupideces.
Sin prioridades claras no no podemos lograr los cambios legislativos necesarios para transformar positivamente la realidad. Sin estas prioridades a lo que aspiramos es a una sociedad de lo irrelevante que atinadamente opte por ignorar la desigualdad pero decida no tener circos con animales, que se esmera discutir la legalidad de cuanta actividad mundana en la que podemos pensar y que alarmantemente todavía se toma el tiempo de escuchar a todo tipo de desadaptados. Es tolerar un esfuerzo coreográfico para montar la mejor democracia posible para la derecha. En la que reinan los tarados. Donde la verdad está a discusión y las opiniones son tan validad como los argumentos.
Vivir sin acuerdos mínimos desde la izquierda es el principio de una sociedad de médicos homeópatas con carriles para bicicletas donde alguien se puede morir de una enfermedad por ser pobre. Aceptar la diversidad de nuestro tren no implica darle la capacidad de decidir a todos. Hay hechos inadmisibles y exigencias ridículas. No es tan difícil identificar el problema. No está el horno para hacer bollos.
@JOSE_S1ERRA
Dos breves comentarios: (1) la edición del texto es terrible y (2) el PRI forma parte de los partidos socialdemócratas del mundo.