Un niño de no más de 12 años de edad y su padre -o al menos eso creo- vestidos de payasos subieron a una ruta de autobús urbano. Sólo esperaba que no presentaran una rutina de esas en las que interactúan con el público y donde éste tiene que responder positivamente a causa de la presión del resto de la gente. En un momento me pregunté el porqué un infante tenía que trabajar, pues formal o informal, era una actividad para conseguir dinero, pero esa reflexión se detuvo cuando escuché al payaso mayor decir que asumiría el papel de un reportero que entrevistaría al menor, quien hipotéticamente había asesinado a su esposa.
–¿Cómo se llamaba?
–Ella se llamaba Martha…
–Y usted, ¿quién es?
–Yo soy el aventurero, el mundo me importa poco…
–¿Cómo la mató?
Le di, le di nomas. Con el garrote…
–¿Por qué?
–Mueve la batidora mami, mueve la batidora…
De un momento a otro ese acto de “comedia” ambulante se había convertido en una completa apología de machismo replicada con alegorías por parte de un padre y su hijo, o al menos un hombre mayor que colaboraba con un infante para ganarse algunos pesos. Lo absurdo de la escena es que miraba alrededor del camión y quienes más reían a carcajadas eran mujeres, mujeres que a través de canciones eran nuevamente resituadas a una condición de objeto. Al estar tan absorto en toda la serie de frases y buscar la manera de tocar rápidamente el timbre para pedir la bajada, sólo alcancé a sintonizar algunas pocas palabras del cierre de la puesta en escena.
–¿Qué le hizo al cuerpo?
–[…] en la cajuela de un coche […]
–Despídase.
–[…]
–Al revés, volteado.
–¡Ay, mana!…
Después de un tiempo de conocer de cerca algunas de las historias de familiares de mujeres asesinadas o de niñas y mujeres desaparecidas no podía comprender cómo era que otras pudieran reírse de representaciones violentas que han padecido sus semejantes. ¿Humor negro?, por supuesto que no se trataba de ello, mucho menos el llamado “humor de patíbulo” pues los intérpretes no eran femeninos. Sólo observaba a un menor de edad que crecería riendo del feminicidio, del privilegio del hombre aventurero que gusta de las mujeres aunque pretenda buscar una relación monógama, que en realidad sería más un símil de la compra de un objeto que puede usarse, desecharse o aniquilarse.
Después de un momento del choque de la escena que en mi mente era más surrealista de lo cotidiano, me cuestioné si era posible el humor y la risa después de la nombrada concientización de las condiciones y causas sociales de grupos marginados, violentados y excluidos. El burlarse de los hombres sólo es posible a través de los mismos estereotipos promovidos por el machismo, como el micropene, y quién sabe quién demonios se puso a pensar en la medida aceptable de un órgano externo; el ser penetrado por otro, escenario donde el “penetrador” no pierde su hombría; o el mandilón, que frente a los demás de la manada simplemente se convierte en una versión feminizada y de paso su pareja en una “machorra”. Pero… ¿un chiste de un hombre asesinado por su mujer?, a lo mucho se diría que era una “vieja loca” mientras que el hombre feminicida… tendría sus razones, ya sea por infidelidad, porque se “desesperó”, se le salió de las manos… ¿Hasta qué punto hemos normalizado tanto la violencia y la posición de segunda clase a la cual se ha destinado históricamente a las mujeres?
Hace poco se dictó formal prisión al cantante Gerardo Ortiz por presunta apología del delito a causa del videoclip de su canción “Fuiste mía”, donde él interpreta a un personaje quien mata al amante de su virtual pareja y a ésta la incinera al interior de una cajuela de un coche. El arte, productos comunicativos, publicitarios, canciones y demás expresiones pueden ser ficción, pero a la vez representan una porción de la realidad, una que no es ajena a México sino que está tan arraigada y que ha cobrado la vida de miles de mujeres, que le ha quitado la tranquilidad a miles de familias. Un mensaje de este tipo en una sociedad muy distinta podría ser interpretado como una advertencia sobre el odio y la diferenciación que priva del desarrollo pleno e igualitario de las personas, pero… ¿en México?, ¿en América Latina?, ¿en nuestra realidad?
Después del trayecto en el camión urbano y haber presenciado esa escena de apología y reproducción del machismo tenía un nudo en el estómago, pude haberle dicho a algunas de las mujeres que reían que pensaran un poco sobre lo que han sufrido otras mujeres, si es que ellas estaban exentas de diversas formas de violencia; pude haber confrontado al payaso mayor sobre lo que estaba fomentando en su hijo o compañero de trabajo menor de edad… pero no lo hice, y eso también fue un error.
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