De unos años para acá, las acciones afirmativas a favor de la mujer han sido una constante del mundo jurídico en México, van desde la creación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y sus pares en los estados de la república, hasta, en materia electoral, el principio de equidad de género y los sub-principios de verticalidad, horizontalidad, globalidad y alternancia, entre otras disposiciones legales. Además de estas acciones afirmativas jurídicas contemporáneas, aún quedan reminiscencias en el derecho positivo de un machismo protector, la idea de que las mujeres deben tener a los hijos, de que se les debe dar ciertas preferencias dentro de la familia, como otorgar alimentos, el uso exclusivo de ciertos servicios de seguridad social, la preferencia en la custodia o paternidad, etcétera. Veo una especie de neo feminismo nacional fuertemente cimentado en estas dos grandes corrientes jurídicas: una moderna que como ya se dijo reivindica, y una antigua, basada en los arcaicos sistemas maternalistas del derecho familiar más tradicional que discrimina al hombre de las tareas domésticas o enfocadas a los hijos.
Este nuevo feminismo generalizado y sin matices, trae aparejada una segregación hacia los hombres, no quiero decir -no se me malinterprete- que no se deba continuar con estos trabajos, sin embargo, la totalidad provoca que de facto se atropellen los derechos de muchos hombres, esta semana vivimos un rompimiento con la normatividad maternalista-familiar, la Suprema Corte de Justicia de la Nación en una interesante sentencia declaró algunos artículos de la Ley del IMSS y su reglamento respectivo, como inconstitucionales, esto porque exigían requisitos distintos a los hombres que a las mujeres para poder acceder a la prestación social de guarderías.
La premisa de no formar parte de servicios sociales se inscribe dentro de la vieja estructura protectora de la mujer, encierra una seria discriminación hacía el hombre en general y en especial al que, de forma exclusiva, cuida de los hijos. El papá soltero mexicano más famoso no es, por favor ni lo piense, César Costa, lo encarna en realidad el progenitor de la famosísima Tuzita en Los Tres Huastecos. La figura del Pedro Infante como Lorenzo, ese bravucón, salvaje y macho mexicano en esta cinta de 1948 es dulcemente contrastada con esa pequeña mocosa que lo mismo correteaba víboras que tarántulas. Supongo que el éxito de la Tuzita está asociado además a que, en el año de la filmación, un padre que cuidará de forma exclusiva a una niña era impensable. Y hoy en día ya no lo es, cada vez son los papás que luchan o que se les delega el rol de la posesión de los hijos. A pesar de que en la película escuchamos varios clichés relacionados con el papel de la mujer como ama de casa, la Tuzita rompe con el estereotipo al decirse “Muy macha” y no querer jugar a las muñecas. Esta es una de esas cintas insignes de Infante, de ella dice Monsiváis “comedia ligera, ligerísima, se incorpora a los tatuajes mentales de la época”.
En Aguascalientes, y por ende supongo que en muchos estados, la directriz de que no pueden los varones acceder a algunos beneficios de los sistemas de protección para sus hijos es compartida por la normatividad, cuando decidimos meter a mi hijo a una guardería nos topamos con este impedimento aproximadamente en el 2014. Me queda claro que con esta sentencia de la Corte tendrá que venir una cascada ya sea de reformas o de amparos que permitan dar acceso a los hombres a lo que es un derecho de cualquier paterfamilias.
Pero la discriminación no para ahí, bajo esta égida de lo que he denominado en este artículo el neo feminismo mexicano (impulsado por el de binomio acciones afirmativas y derecho machista de antaño) se cometen muchas injusticias. Basta con que una mujer denuncie un presunto acoso y así, sin agua va, sin un proceso legal, se lincha mediáticamente a hombres sin dárseles el menor derecho de defensa, incluso a veces este linchamiento también es jurídico.
No debemos cejar los esfuerzos por destruir la profunda huella que lacera a las mujeres, pero creo que ahora el verdadero reto será que en este fuerte movimiento no se lleve en sus profundas y turbulentas aguas las prerrogativas fundamentales de aquellos hombres que no tienen más que la desdicha de verse enfrentados a quienes se aprovechan de esta vorágine de tendencias jurídicas.