Entre los diversos temas de salud publicados por nuestro colega Héctor Grijalva en su columna Análisis de lo cotidiano -que me parecen esenciales dentro del esfuerzo por despertar conciencias acerca de la forma en que se deben resolver los grandes problemas nacionales- el del pasado día 11 sobre el tema Farmacia mexicana… industria potencial me hizo recordar vivencias que experimenté en mi desempeño profesional dentro del Instituto Mexicano del Seguro Social que no resistí el deseo de escribir.
Uno de los más jugosos negocios mundiales dedicados a lucrar con la salud del pueblo, es el de la útil pero también dañina industria farmacéutica secuestrada por unos cuantos laboratorios en poder del capitalismo salvaje, amparados por las patentes inventadas también por ellos.
El programa IMSS-Coplamar, que se creó para aplicar servicios de Solidaridad Social por Cooperación Comunitaria (establecido tentativamente por Conasupo desde el sexenio anterior) para beneficiar a diez millones de mexicanos pobres que por no ser trabajadores asalariados no cumplían con los requisitos mínimos para pertenecer al régimen de aseguramiento, pero capaces de aportar diez jornadas de trabajo comunitario anuales por familia, se estableció en 1979 mediante el convenio celebrado por el IMSS y la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados de la presidencia de la República, durante el régimen de Luis Echeverría Álvarez. Arsenio Farell Cubillas era el director del IMSS.
La Delegación del IMSS en Aguascalientes tuvo la oportunidad de hacer valiosas aportaciones al Programa que por falta de espacio no puedo describir.
Sin embargo, el programa sucumbió con la inserción del neoliberalismo; lo único que quedó de él fue el adjetivo “solidaridad” del que se apropió Salinas de Gortari, quien desnaturalizó el concepto al utilizarlo indiscriminada y demagógicamente.
Durante el tiempo que existió la para mí ciclópea extensión al campo con personal médico y enfermeras, se realizó, entre otras cosas, un gran esfuerzo de recopilación y sistematización del conocimiento de toda clase de sustancias medicinales (respetando los nombres autóctonos de cada región) y sus principios activos con la intención de elaborar productos de laboratorio, pero también sus usos y costumbres en la atención de cada enfermedad para resolver con los propios recursos muchos padecimientos menores; también se capacitaban como parteras habilitadas las comadronas de las comunidades.
De todo ello quedó una imponente constancia en los archivos y ediciones. Sin embargo, el gran éxito alcanzado durante quince años, fue para el entonces director general Ricardo García Sáenz como cavar su tumba cuando anunció como uno de los resultados más trascendentales, la organización de los laboratorios de producción de medicamentos mexicanos por parte del IMSS para todos sus derechohabientes, pero obviamente con miras a atender la demanda futura del país entero.
Salinas de Gortari, que ya tenía preparada su próxima candidatura a la Presidencia, vio en ello dos peligros enormes: el primero, el riesgo de que la dimensión política de García Sáenz creciera tanto que lo pudiera convertir en un contendiente que frustrara sus planes; y el segundo, que echara a perder el esfuerzo privatizador realizado durante el sexenio de Miguel de la Madrid para imponer el neoliberalismo que les habían imbuido en Harvard para entregar todos los activos de la Nación en favor del imperialismo financiero internacional.
Lógicamente, García Sáenz se vio obligado a renunciar y todo el trabajo de extensión a la población desamparada (incluyendo las más remotas serranías y selvas) desapareció como por encanto, puesto que lo que se pretendía no era beneficiar a los pobres sino a los grandes empresarios extranjeros.
Pero la UNAM aprovechó mucho de aquél trabajo -supongo que por la generosa acción de médicos del IMSS que también eran maestros de la Universidad- y de alguna manera continuaron trabajando sobre la misma trayectoria y teniendo resultados notables, como puede verse en http://goo.gl/WCwe7
El caso es que tanto en investigación como en experiencias de aplicación práctica de lo investigado los mexicanos hemos avanzado mucho, lo que nos debería llenar de orgullo por el hecho de que nuestra cultura autóctona hizo grandes aportaciones a la farmacopea moderna, prueba de lo cual son los códices que menciona Grijalva, entre los cuales el IMSS publicó en edición facsimilar de lujo el famoso De la Cruz-Badiano.
El trabajo del colega Grijalva adquiere especial relevancia cuando estamos a punto de caer en la más oscura de las etapas de nuestra historia si se materializa la meta anhelada del poder financiero internacional con la privatización total del IMSS que como sabemos ya va a medio camino y que solo el pueblo solidario podrá impedir.
“Por la unidad en la diversidad”
Aguascalientes, México, América Latina
2016, año de Jesús Terán y Jesús Contreras