Mientras algunas cuantas personas siguen pensando que sólo existe un modelo de familia, las generaciones más grandes y las jóvenes están identificando otro distinto entre amigos y en cohabitación. En países de Estados Unidos y Europa la idea de la jubilación en la tercera edad está fuertemente ligada con el retiro social: un aislamiento en casa con pareja o sin ella, o el registrarse en un asilo, para brindar espacio a las y los hijos, yernos o nueras; en México y gran parte de América Latina aún podría observarse como tradición el cuidar de los padres y madres en la senectud, e incluso se compartía la vivienda con las y los descendientes y sus respectivos cónyuges. Sin embargo, el romance del capitalismo con mayores exigencias de espacio y comodidad, ha orillado a varias personas adultas mayores al abandono e incluso el desfalco de sus recursos al justificar que con la precariedad corporal existe un retroceso en el desarrollo humano que les hace ser nuevamente infantes, incapaces de decidir por sí mismos y administrar sus recursos. Es así que poco a poco, alrededor del mundo, se presenta una nueva dinámica social, el cohousing a pequeña escala.
Aunque el término de covivienda refiere a un conglomerado de hogares en comunidad, el cohousing se plantea en la actualidad como una opción de “retiro”, palabra de por sí ya con una carga de desvinculación social y aislamiento. Esta alternativa plantea que grupos de amigos, al llegar a la tercera edad, se unan para cohabitar, repartiéndose el trabajo doméstico y cuidándose entre sí, para así impedir posibles abusos de familiares, además de mantener una vida activa, en interacción y próspera.
En 2012 se estrenó la película Et si on vivait tous ensemble?, donde se presentan las historias de tres ancianos y dos mujeres de la tercera edad que determinan formar un nuevo hogar. Anteriormente había charlado con algunas personas mayores quienes ya hacían referencia a este modelo de hacer familia, lo cual parecía llamar cada vez más la atención de sus contemporáneos, pero en ese momento no había logrado vislumbrar concretamente de lo que me hablaban: la covivienda. Fue justo cuando un grupo de amigos nos preguntamos, ¿y si viviéramos todos juntos si llegamos a la vejez?
Más allá de la idea de los compañeros de departamento (rommies) para jóvenes que desean independizarse con un menor costo de renta y pago de servicios, el cohousing plantea una visión particular de un nuevo modelo familiar, donde no sólo se cohabita, sino que se hace comunidad, otorgándose protección y en algunos casos organizando un fondo común para emergencias ante la desigualdad de pensiones, si es que las hay.
La sociedad se transforma y mueve, al igual que sus integrantes, pero algunas personas ven en otras dinámicas familiares, como las parejas del mismo sexo, las relaciones abiertas o el poliamor, una amenaza a su linaje; pero en suma, la familia se reduce a personas que desean unirse por voluntad propia para protegerse mutuamente, algunos por amor, otros para heredar y preservar su apellido, ¿acaso esta “emergente” forma de covivienda entre personas de la tercera edad no es un tipo de familia?
No sólo el amor erótico y/o de pareja hace posible la unión, sino que también el amor en un término más amplio, entre amigos o similares con quienes se desarrolla empatía por experimentar circunstancias similares, hacer familia es compartir vida, la reproducción sexual se ha sobrevalorado como eslabón de la vinculación familiar.
Algunas personas de la tercera edad que buscan este modelo de cohabitación pueden argumentar que no quieren ser una carga para sus consanguíneos, otras que la situación económica actual no permite el pago de un buen asilo, pero comparten la visión de que la convivencia entre contemporáneos minimiza las problemáticas, la discriminación y los abusos, pues existe una empatía de facto sobre la senectud. Esto sin sumergirnos en debates sobre la sexualidad en la vejez, la cual es negada e incluso vomitiva para los más jóvenes.
Aunque en países como Suiza, Estados Unidos y Canadá existe el cohousing en su forma primigenia: varias viviendas con múltiples inquilinos en un tipo de gran casa de campo; actualmente se ha identificado una mayor búsqueda de independencia entre las personas senectas, por lo que en vez de recurrir a empresas u organizaciones intermediarias buscan sus propios hogares y emplear una autogestión de recursos.
Aunque este fenómeno implica cuestiones de clase, en contraste con el evidente abandono de personas de la tercera edad quienes en ocasiones terminan en la calle o a lo mucho en casas de asistencia social, también es una forma distinta de familia que trasciende lo consanguíneo y la idea romántica del amor erótico-afectivo, ¿será que nos cuesta tanto el reconocer que los de las periferias, los otros, distantes, “anormales” y en decadencia también tienen derecho a conformar su propia familia aunque sea distinta a la mal llamada “tradicional?
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