Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Everybody knows that the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed
The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes
Everybody knows.
Everybody knows – Leonard Cohen.
El ejecutivo federal ha resuelto desplegar una estrategia de varios frentes para impactar en la población (al menos mediáticamente) y con ello preparar el terreno para la continuidad de su partido en la presidencia de la República hacia 2018. Esta estrategia tiene qué ver con un reclamo histórico desde el mismo PRI, de sus sectores, y de amplios conglomerados de la ciudadanía: la reconciliación del partido con la sociedad. Esta “reconciliación” pretende darse atacando (al menos mediáticamente) los siguientes frentes:
- El combate contra la corrupción. Luego del vergonzante episodio de la llamada Casa Blanca, de la risible “investigación” que se mandó a hacer a sí mismo el titular del Ejecutivo, del regaño disfrazado de explicación que le pusieron a decir a la esposa del presidente, de la presión ciudadana con la ley 3 de 3 y la penosísima respuesta de los legisladores priistas sobre el tema, de las inverosímiles disculpas que el mismo EPN ofreció por nuestra mala interpretación del caso, la presidencia de la República pretende abanderar la lucha contra la corrupción como ejercicio central de lo que queda de su administración. Para ello, utiliza a la dirigencia del partido a efecto de “quemar” los cartuchos de la nueva generación de gobernadores priístas (los Duarte y Borge incluidos), que en buena medida resultaron ser unos impresentables.
- La conciliación de la llamada Reforma Educativa. Luego de que EPN fuera presentado en el contexto de Saving México, por las reformas estructurales que su partido logró operar en el legislativo federal, y el craso yerro que significó la implementación del capítulo magisterial -cuya escalada de problema laboral a problema de gobernabilidad se lo debemos al propio titular de la SEP-, y luego del atroz episodio de Nochixtlán (del cual el gobierno federal no ha dado luces sobre nada) se dan visos de que la “manita de puerco” que los virulentos grupos sindicales del magisterio le han puesto a la administración comienzan a flexibilizar la postura oficial.
- La renovación de la dirigencia del PRI, luego de la renuncia de Manlio Fabio Beltrones, ha significado la oportunidad para que a través de Enrique Ochoa Reza (el nuevo dirigente) se comience una gira de su dirigencia nacional por todo el país, con la que el PRI pretendería hacer una “operación cicatriz” para evitar la disolución de su voto duro en regiones donde el bloque priista quedó muy damnificado.
- El caso Aguascalientes. Parte de esta estrategia implica endurecer la postura del PRI en la defensa de la impugnación de la elección de gobernador en Aguascalientes. Sin embargo, Sancho, con la yglesia hemos topao, endurecer esta postura podría escalar un enfrentamiento con el grupo de presión específico, constituido por las iglesias de tradición judeocristiana que se han opuesto al matrimonio igualitario, a la adopción homoparental, a la NOM 046, y demás iniciativas de carácter progresista al ser apoyadas por el ejecutivo y su partido. Sin embargo, si el PRI -mediante el Ejecutivo Federal, del cual dependen la PGR y la Fepade- tiene las agallas para dar este salto hacia la laicidad, se podría crear un precedente importantísimo para la elección 2018, asegurándose el antecedente judicial para la no intervención del clero en el proceso electoral.
- Por último, las cuentas alegres sobre la medición de la pobreza nacional. Es muy comprensible que EPN quiera presumir al mundo que ha reducido dramáticamente los índices de pobreza del país. Lo que es incomprensible es que prefiera no combatir a la pobreza, sino a sus indicadores de medición. Es ridículo ¿no? Ante la incapacidad para eliminar la desigualdad, mejor le pedimos al Inegi que nos diseñe un método para que los miserables ya no aparezcan como tales en las cuentas nacionales. Amén de que es ridículo, es verdad. El propio Coneval se ha posicionado como un crítico de la medida y ha anunciado que dejará de hacer públicos los resultados de sus estudios sobre pobreza, ya que es metodológicamente inviable “parearlos” con la nueva metodología del Inegi. En vez de localizar científicamente dónde y en qué grado de avance se encuentra el cáncer, preferimos pedirle al médico que nos cambie el diagnóstico para que se ajuste a una gripa. Claro, los tremendos montones de dinero de los programas de atención destinados a los sectores sociales históricamente vulnerados se han utilizado muchas veces de manera clientelar, y una nueva medición podría ir orientada a reorganizar a esa clientela electoral. Buena idea, ¿no?
En estas cinco viñetas se intenta explicar lo que se percibe como la estrategia del Ejecutivo hacia 2018, en un contexto en el que la credibilidad y los bonos del presidente caen de manera estrepitosa. Ahora bien, en el último punto -tan grave como los anteriores- se debería de llamar a un escándalo público, y a exigir con claridad una detallada rendición de cuentas del Ejecutivo sobre el cambio de metodología de medición, porque si se pretende reducir el combate a la pobreza a un mero retoque cosmético de resultados, nada de las viñetas anteriores tiene sentido práctico y sólo aspira a quedarse en el estándar de la propia campaña proselitista con la que Peña Nieto llegó a la presidencia: un armado mediático artificioso para convencer al elector de que el PRI se ha reformado, y que su candidato tiene mayor profundidad de alcance que el de un chapoteadero; aseveraciones -a la luz de los hechos- sin ningún sustento. Con la falta de claridad en el procesamiento de datos para medir la pobreza, podemos afirmar que la lucha de clases es una pelea arreglada.
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