Cuenta la leyenda que en 1812, Jacob Rothschild, avecindado en París, uno de los cinco hijos varones de Amsel Meier Bauer, fundador de la Casa Rothschild, apoyó financieramente al ejército de Napoleón Bonaparte en su guerra de expansión y conquista. Mientras tanto, por otra parte, su hermano Nathan Rothschild, avecindado en Londres, hizo lo mismo con el ejército británico para combatir al corso, con quien se enfrentarían en la decisiva batalla de Waterloo.
Allí se decidiría el futuro del mundo, ya que entonces Europa con sus colonias alrededor del globo, manejaba la vida económica, social y política de gran parte de la humanidad. En caso de triunfar Bonaparte, los intereses de la Gran Bretaña se verían seriamente afectados. Ante ello, el nerviosismo había hecho presa a los inversionistas y corredores de la bolsa de Londres ya que invertir bajo un supuesto equivocado respecto a la batalla, podría significar enormes pérdidas. Si Napoleón venciese, los precios de las acciones de bancos y empresas británicas se desplomarían, si se pudiese detener el avance del imperio napoleónico, se consolidaría la economía de la Gran Bretaña, y las acciones subirían de precio. Los mercados financieros se paralizarían esperando activarse apenas tuviesen la primera señal sobre qué ejército vencería en Waterloo.
La Casa Rothschild, aparentemente tenía intereses opuestos en ambos lados del Canal de la Mancha. Contaba con un secreto y muy eficiente sistema de información que les permitiría conocer antes que nadie la noticia que todos esperaban. Nathan fue el primero en conocer con certeza de la derrota del ejército napoleónico. De esta manera, valiéndose de la ventaja de que la noticia sería difundida por los medios informativos tradicionales horas después, comenzó a vender acciones británicas para que cundiera el rumor de que había recibido la noticia de la derrota del ejército británico. En pocos minutos, los corredores respondieron frenéticamente con ventas de pánico y los precios de las acciones cayeron estrepitosamente, dando oportunidad a la Casa Rothschild de iniciar una callada compra de acciones de bancos y empresas británicas a precio de ganga.
Al llegar a Londres la noticia de la derrota de Napoleón, los Rothschild ya se habían convertido en dueños de una gran parte de la economía británica cuyo valor, volvió a subir a partir de ese momento. Al mismo tiempo, el poder económico adquirido por la Casa Rothschild les resultó de enorme utilidad para cobrar los empréstitos otorgados tanto al ejército ganador como al perdedor.
Si bien el engaño y juego de sombras forma parte de la práctica especulativa propia de los juegos de azar y las finanzas, los Rothschild y sus actuales socios en la banca y en los monopolios industriales, la han convertido en su más característico sello de identidad con excelencia en cuanto a perversa maestría. Con gran habilidad, en cualquier controversia, conflicto o conflagración siempre están apoyando a las partes encontradas. Como en los casinos, la casa nunca pierde. De manera que si nunca pierde, cuantos más conflictos y guerras hay, más ganan.
Con la Casa Rothschild, creadora e impulsora del sionismo como práctica político-financiera, que resulta de la evolución de las prácticas de la mafia jázara, se han desarrollado los monopolios que dominan la vida en el mundo actual: alimentos, armas, energéticos, medios de información, químico-farmacéuticos y, evidentemente, banca, moneda y finanzas.
El mundo actual sucesivamente más complejo y diverso ha llevado a esta élite de poder a sentar sus reales en otras regiones del mundo, de tal manera que, para su mejor administración, desde la década de los años 1970 crearon la Comisión Trilateral, entre otros organismos especializados en diversos tópicos para el control del desarrollo mundial. Con la dirección de ésta se perfilaron los bloques como la Unión Americana (amalgamada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la Unión Europea y el bloque del sureste de Asia y la Cuenca del Pacífico. El Nuevo Orden Mundial (NWO, por sus siglas en inglés según lo pregonó en su tiempo George Bush padre siendo presidente de los EUA), impuso la desaparición de fronteras y restricciones al libre comercio en todo el mundo y hacia el interior de los bloques económicos. Con ello también se impusieron reformas legales, cambios a costumbres y estamentos de necesario cumplimiento a los países integrantes de los bloques que, en una gran medida, han sido causa de enorme malestar e inquietud entre las poblaciones nacionales forzadas a encajar en los intereses del bloque, mismos que no son los intereses de la mayoría, sino más bien de los monopolios antes descritos.
Para muchos ya resulta evidente que el deterioro de las condiciones de vida en los países, tanto de Europa, como de América y Asia, que ha venido aparejado con cuestionables cifras de éxito macroeconómico -ya que benefician más a los consorcios internacionales que a las poblaciones locales-, son resultado de la imposición del NWO. Bajo la óptica de un análisis comparativo internacional, cabe suponer que los levantamientos y protestas populares en Argentina a principios de este siglo y Grecia durante el año pasado, originados por la rapiña financiera, así como las reformas en materia educativa, laboral y energética impuestas en los países integrantes de los bloques europeo y norteamericano son también causa de desequilibrios económicos y malestar social en países como el nuestro.
La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea tiene ya varias lecturas, más profundas y de mayor alcance temporal que las primeras impresiones apenas conocida la noticia hace algunos días. Cabe pensar que pudiera ser parte de un perverso juego de sombras regenteado por los mismos intereses de los dueños de los poderes fácticos que siempre juegan a dos bandas. Lo veremos próximamente a la luz de la revolución financiera-monetaria que sucede actualmente.
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