Chavorruqueando / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Algunos años que no iba de antro, vamos, ya sé que para muchos el Barezzito podría no encajar exactamente en la definición de un tugurio de esta naturaleza, pero al final de cuentas su corte fresón, su música en vivo y sobre todo el mundo que lo frecuenta lo hace encajar en el concepto: chavitos de mediana edad (digamos entre 25 y 30) pero también ese infaltable espécimen posmoderno que deambula con su outfit Zara y copa de champán en mano: el chavorruco. No se me malinterprete, en esta columna he dejado claro mi gusto por las bebidas espirituosas y la farra, sin embargo, casi siempre es ya en cantinas o en las infaltables reuniones con los amigos que giran, básicamente, en torno a recordar viejas anécdotas o transmitir los nuevos chismes que, casi siempre, terminan como la canción del hoy fallecido don Lupe Tijerina: No hay novedad.

Y sin embargo, ahí estábamos, entre música que jamás había escuchado y shots de mezcal, ahora que está de moda tomar este destilado de agave. Y diría Catón (el mexicano) hazme el recavor fabrón: todos con sus camisas apretadas o de marca con logotipos visibles y yo con mi guayabera (que parece una especie de falda justo donde la panza hace tremenda curva) no faltó el que, ya bastante ebrio, me dijera “¿Quién pidió trio Jarocho?”. En esta clase de mundos donde los tatuajes están a la orden del día, creo que el raro soy yo que no tengo una sola línea en la piel. Y en medio de la noche no puede faltar Persuit of Happines de Kid Cudi (¿Quién diría que es de ascendencia mexicana?) lo que de inmediato nos transporta no tanto a la cinta Proyecto X (2012) sino a su versión hidrocálida, tropicalizada (región 4) con todo y mini cooper en la alberca.

¿Tiene el chavorruco el legítimo derecho de seguir de parranda ya porque es soltero, divorciado o simplemente le vale madres la vida? La respuesta es sí, aunque luego recuerdo Saturday Night Fever, y se me pasa. En la película vemos a John Travolta interpretando a Tony Manero, un jovenzuelo cuya vida gira en torno a un trabajo de poca monta y los viernes donde se transforma en el rey del baile. Miren ustedes, aunque la película marcó hito con su excelente música disco, en la realidad (alerta de spoiler) la trama gira sobre un personaje que vive atrapado en paupérrimas circunstancias, tiene su propia pandilla y básicamente vive en un submundo de mediocridad, hasta que conoce a la chica que lo desprecia porque ella tiene un poco más de educación y lucha por dejar el barrio pobre para mudarse, aunque le cueste mucho, a un mejor lugar que le abra nuevas puertas. Después de diversas adversidades Tony decide seguir las ideas de su amiga, se desprende de ese ominoso mundo en el que vive. No lo sabemos porque justamente la cinta cierra con él proyectando vivir en una casa diferente, pero intuimos que este cambio lo hace madurar y que terminará enrollándose en el american way of life. Es hermosa la cinta, trata sobre la liberación, primero cuando el empleado rompe con su monótono trabajo a través del baile (cómo olvidar el perfecto soundtrack de los Bee Gees) y segundo cuando deja atrás su mediocridad en la posibilidad de alquilar un departamento en una zona que antes veía como inaccesible, lo que implica dejar también de lado las pandillas (violencia y pobreza asociadas) y por supuesto aunque de forma implícita (supongo para evitar la censura) las drogas.

No quiero decir que sea inmaduro vivir a tus cuarentas de antro cada fin, solo pongo la otra cara de la moneda, la que significa Fiebre de sábado por la noche. Pero volvamos, estábamos ahí, cantando y bailando cuando, diría Chumel, como buena borrachera de Bacardí, todo se puede poner peor: ¿Debate de derecho electoral en medio del excelente ambiente del grupo que amenizaba? Aunque usted no lo crea, nos topamos a Alan Capetillo y pudimos intercambiar palabras sobre la norma electoral y las impugnaciones que se debaten hoy en día en los tribunales.

A mí apenas me dieron las 3:00 am y no pude más; hubiera querido continuar en el after, ir al famoso lugar, conocerlo y comprobar si es cierto lo que dice el artículo de esta mi casa editorial “El Eterno”, resplandor de una mente sin recuerdos / Crónica de la noche invisible, y seguir hasta las cinco de la mañana, lo cierto es que mi chavorruquismo no da para tanto, directo por los infaltables tacos y a dormir. Supongo, como dice el refrán, que no es lo mismo Los Tres Mosqueteros que veinte años después.

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