¿Qué es el acoso callejero? El acoso podría definirse como cualquier práctica de connotación sexual realizada por cualquier persona en espacios públicos como lo son calles, parques, transporte público o universidades, que suelen generar malestar, miedo e incluso episodios traumáticos para quien es víctima de ello: en su mayoría mujeres. Desde los silbidos y las miradas lascivas, pasando por gestos, jadeos, manoseos hasta llegar incluso a la persecución y el arrinconamiento, el acoso callejero es, aunque nadie lo diga, un problema de seguridad pública constante. ¿No me crees? Veamos.
Según datos del Centro de Investigación, Desarrollo, Capacitación y Emprendimiento, la edad promedio en la que las mujeres en Aguascalientes sufren su primer acoso es a los 14 años. Lo volveré a escribir para que el lector logre dimensionar lo que se expresa: la edad promedio en la que las mujeres en Aguascalientes sufren su primer acoso es a los 14 años. Las mujeres en nuestro estado aún no han salido de la secundaria y ya tienen que lidiar con el acoso sexual en las calles.
¿Malo? Sí. ¿Se pone peor? Apenas estoy empezando.
Belem Hernández González, directora del CIDCE, ha señalado que según datos de dicha institución, 27 por ciento de las mujeres en el estado sufren acoso en promedio tres veces a la semana en su paso por espacios públicos. Es decir, si conoces a diez mujeres, tres de ellas sufren de acoso callejero, tres veces a la semana.
¿Ya te dio vergüenza? Pero si aún no termino.
En sociedades conservadoras este problema no es considerado como un tema de seguridad pública. Al preguntársele a las personas sobre su opinión respecto del acoso, se culpa a la mujer justificándolo de miles de formas “Es que mira cómo se viste la niña”, “Eso pasa por andar sola en la calle”, “Seguramente andaba de provocadora y ahora se victimiza”, “Ridículas, si bien que les gusta a las mujeres calentar a los hombres”, “Es una exageración de las feminazis contemporáneas que sólo buscan llamar la atención”. (Sí, estas respuestas son reales).
Abandonando el discurso feminista, estemos de acuerdo con él o no, ¿qué pasaría si la víctima de acoso es tu hermana, tu sobrina, tu pareja? ¿Verdad que sí es un problema a considerar? Entonces, ¿qué es lo que nos toca?
Hay preguntas que debemos hacernos, ¿cómo llegamos a esto? ¿Desde cuándo los espacios públicos dejaron de pertenecernos? ¿Cómo pudimos acostumbrarnos a vivir en un lugar donde las mujeres no puedan caminar por las calles en paz? Y la más importante de todas: ¿Qué hacer para resolverlo?
El problema debe atacarse desde diversos frentes. Atendiendo a sus causas y consecuencias, la prevención y combate al acoso debe resolverse desde dos ámbitos: el público y el privado.
Desde lo privado, podemos comenzar a realizar diversas acciones. La principal es dejar de normalizar el acoso en nuestro día a día. Dejar de aplaudir que nuestros amigos o familiares incurran en él. Confrontar a nuestros conocidos acostumbrados a actuar en contra de la dignidad de las mujeres. Entender que las bocinas de nuestro vehículo son para evitar accidentes y no para hostigar a las estudiantes en la calle. No permitir que por rechazo al feminismo seamos indolentes ante algo que es a todas luces incorrecto.
Desde lo público, Organizaciones de la Sociedad Civil impulsan la creación de políticas públicas y castigos para quienes incurran en el acoso, tenemos que respaldarlas. Quienes ejercen el poder público deben tomar cartas en el asunto de manera decisiva a través de medidas de prevención (como campañas de concientización) y de sanción (como implementar medidas coercitivas eficaces para sancionar este tipo de hechos) a través de su regulación como falta administrativa, con la severidad que merece. No es lavarse las manos con la tipificación de delitos a diestra y siniestra, no es crear sanciones administrativas que sean letra muerta. Se trata de que en la operatividad, las sanciones resuelvan el problema y en eso las autoridades que inician sus administraciones a finales de este año, tienen el deber de actuar.
Pero lo más importante es, como dice la productora Dulce María Rodríguez: no tener miedo nunca más. Nadie tiene por qué cambiar sus recorridos habituales, los horarios en los que transita por determinados lugares, cambiar de ruta en el transporte público o modificar su manera de vestir a causa del acoso. Hay que enfrentarlo, denunciarlo, sancionarlo. Hay que resolver el problema todos juntos. Sin victimismo, sin derrotismo, hay que caminar sin miedo.
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Magnífico artículo.
Congratulaciones.
Totalmente de acuerdo.