Uno de los mejores ejemplos de la democracia participativa la tuvimos el pasado fin de semana en Europa, específicamente en la consulta que se realizó en el Reino Unido de la Gran Bretaña acerca de la conveniencia o no de permanecer en la Unión Europea.
Siempre se nos ha dicho que el antecedente de la democracia, desde su significado etimológico, se encuentra en el pueblo que toma las decisiones para su gobierno. Del griego demos (pueblo) y cratos (gobierno), la democracia siempre ha sido vista como el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.
Y así la imagen de la democracia en su estado más puro es el de la asamblea, en el que la totalidad de la población puede votar para tomar cierta determinación, más o menos como se hacía en el foro de la antigüedad, a donde acudían aquellos con derecho a voto y se tomaban las decisiones que afectaban, eso sí, a todos en lo general.
Aun en nuestros días, quedan reminiscencias de aquellas asambleas: una junta de vecinos en condominio, la mesa directiva de la sociedad de padres de familia de una escuela, algún colegio de profesionistas, a lo interno, serán capaces de dirimir una controversia dialogando y encontrando el punto fino que permita la resolución de lo que opine, por lo menos, la mayoría.
Esa misma dinámica se torna medianamente imposible en una sociedad en la que, de entrada, no existe un lugar suficiente para que estén todos, a la misma hora, y que provoque un mecanismo del que se extraiga una resolución por lo menos satisfactoria para distintos criterios. Se suple lo anterior con la implementación de todo un engranaje que permite, dados ciertos mecanismos de seguridad, que existan votantes, límites geoelectorales, normas electorales y una periodicidad, para que de tal manera la ciudadanía pueda acudir a las urnas a depositar su voluntad para que sea contabilizada como si presente estuviera en una de las asambleas, tomando así en cuenta la opinión de los votantes para la determinación de la opción ganadora.
No todo son elecciones para determinar representatividad, ni para asignar cargos públicos. Existen además otros mecanismos que, si bien no son tan populares por infrecuentes, causan tal trascendencia, incluso a nivel mundial, cuando son utilizados. Me refiero, entre otros al “plebiscito” y al “referéndum”.
Aunque en un inicio podrían parecer lo mismo (someter a consideración del votante una disposición) contienen particularidades que trataré a continuación: En el plebiscito se somete a la consideración de la ciudadanía, actos o decisiones trascendentales para la vida pública del estado, antes de llevarlos a cabo. En el referéndum, los ciudadanos pueden votar su aprobación o rechazo a la creación, modificación y derogación de una ley. Es decir, por medio del plebiscito, el presidente municipal podría poner a consideración de los habitantes de un sector de la ciudad la instalación de parquímetros, mientras que el referéndum obligaría al elector a conocer un tema legal sobre el cual opinar si es viable o no su discusión en la cámara.
El 23 de junio, más de 33 millones de británicos tuvieron la posibilidad de contestar “sí” o “no” a la pregunta ¿Debe Reino Unido seguir siendo parte o no de la Unión Europea?
Quienes pudimos hacer un puntual seguimiento a la actividad, realizamos algunas conclusiones, entre otras, que la cerrada elección (51.9% “NO”, 48.1% “SI”) provocó la participación de más del 70% de los británicos que pudieron hacerlo, lo cual muestra un grado de educación cívica superior al promedio que tenemos en Aguascalientes.
Otra conclusión supuso que el acrónimo Brexit (conformado por las palabras Britain y Exit), tuvo más éxito en el lenguaje coloquial, que su contraparte Bremain (Britain y Remain), quizá en parte por las implicaciones socioeconómicas que traería consigo la salida de la Gran Bretaña de la comunidad de naciones europeas (la otra opción era simplemente dejar las cosas como estaban). Del acrónimo Breferendum lo entiendo. Me lo saqué de la manga al escuchar los otros dos términos.
Dos conclusiones más que se añaden a las muchas ya analizadas por los expertos: Los británicos, más allá de sus diferencias políticas comparten la idea de que su mundo (no el mundo, no Latinoamérica, no México, no el dólar) funcionará mejor si las naciones se aíslan y dejan de pertenecer a mercados comunes. Da para más el estudio, por las implicaciones nacionalistas que seguramente llegará a tener esta afirmación, y el hecho de que los votantes por el “sí” hayan sido votantes viejos.
Dejo al final la que para mi gusto es la más importante. Y tiene que ver con la participación de la ciudadanía más allá de la elección de gobierno. Es importante que decisiones trascendentales se sometan al escrutinio público, pero es más importante que la ciudadanía muestre la educación cívica necesaria para saber que su participación es determinante. Y en un mundo global como el de ahora, esos que resultaron por aislarse quizá no dimensionaron el efecto mundial que traería consigo su decisión.
Por último, esta idea de democracia participativa no nos debe resultar lejana ni desconocida. Es importante mencionar que, en el ámbito local, tanto el plebiscito como el referéndum, se encuentran contemplados en la Ley de Participación Ciudadana del Estado de Aguascalientes, en donde se regulan sus aspectos de ejecución.
/LanderosIEE | @LanderosIEE