Apología de la seriedad política / El peso de las razones - LJA Aguascalientes
25/04/2025

 

¡Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración. / Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto menores de edad durante toda su vida. (…) Es tan cómodo ser menor de edad. Bastar con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba dieta, etc., para que yo no tenga que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea.

Kant, ¿Qué es la ilustración?

Al inicio de su autobiografía política, el senador estadounidense Bernie Sanders señala la importancia que tiene el papel del político en la vida pública: “Cuando me dicen que soy demasiado serio, me lo tomo como un cumplido. Siempre he entendido la política como una actividad seria, donde está en juego el destino de las naciones, ideales y seres humanos que no se conforman con ser meros títeres”. Y continúa, ahora respecto a los deseos y el papel de la ciudadanía: “Los estadounidenses quieren que las campañas políticas sirvan para demostrar la postura de los candidatos sobre los temas importantes, no para recaudar fondos, hacer encuestas y publicar anuncios negativos que ahogan el debate sincero. En las elecciones deberían influir los movimientos de base y las coaliciones inesperadas, no el culto a la personalidad o la chequera de los multimillonarios”.

La “amenaza Trump” ha calado hondo en la conciencia de muchos norteamericanos. Trump representa al clown que ve su papel en la política como el que jugó en un reality show. Los argumentos para minar su escalada a la Casa Blanca han sido diversos. Pero uno, y uno de los más importantes, ha consistido en enfatizar su falta de seriedad. Obama y Harrison Ford, con gracia y profundidad, han señalado la principal carencia de Trump. El magnate e histrión republicano no comprende la política. Guiar el derrotero de un país o una ciudad es cosa seria: hay vidas, placeres, dolores, esperanzas, expectativas y sufrimientos en juego. Como dice un querido amigo: “la política es lo más alto y digno en el ser humano, la politiquería lo más vil y sucio”.

Muchas mexicanas y mexicanos no comprenden la política: casi 20 millones de votos en las elecciones federales de 2012 lo demuestran. Poco importó que Enrique Peña Nieto no supiera a cuánto ascendía el salario mínimo, cuánto cuesta un kilogramo de tortillas, poco importó que no supiera hablar inglés; menos importaron sus incontables tropiezos geográficos, históricos, literarios y matemáticos; y aun menos sus comentarios machistas y misóginos. Y nada de esto importó porque la política en México nada tiene que ver con razones, y mucho con dinero, corrupción e ignorancia. Pero tampoco importó porque Enrique Peña es un gran representante de las mexicanas y mexicanos promedio: ignorante, resentido, macho y aspiracional.

Enrique Peña Nieto es un reflejo de nuestro temperamento político: un bufón involuntario del que nos gusta reír. Celebramos con risa y un poco de vergüenza sus ya innumerables tropiezos. Pero algo distinto pasó en su visita a Canadá. Es fácil intramuros -al menos hasta cierto punto- hacer una comedia de nuestra tragedia política. Pero Peña se midió fuera ante dos colosos: quizá los dos mandatarios más brillantes, serios, preparados e incluyentes del mundo. Las comparaciones duelen. Peña, como en uno de tantos memes, se mostró como un enano en medio de dos gigantes.

Me parece aún más lamentable el error que como ciudadanas y ciudadanos seguimos cometiendo: la política es cosa seria. Aprendemos poco. En vez de indignación, seguimos sucumbiendo a la risa y a la burla; en vez de llegar a la acción, seguimos refugiándonos en el relativo anonimato y en la comodidad de las redes sociales. Pensamos mal, razonamos con vaguedades, rehuimos al diálogo, olvidamos constantemente el hecho de la pluralidad y seguimos introduciendo razones no aceptables en la esfera pública. Peña es el reflejo de nuestra inmadurez política. Peña duele y da risa: las dos formas más comunes con las que mexicanas y mexicanos afrontamos nuestros errores y limitaciones. Nos hace falta, no lo dudo, un baño de seriedad política.

A mexicanas y mexicanos nos hace falta aprender a pensar por nosotros mismos y aprender a pensar bien. El político no es un mesías al que simplemente concedemos la toma de decisiones sobre los asuntos públicos. La politiquería es asunto de políticos profesionales (aquellos obnubilados ad eternam por el hueso apetecible) y de partidos políticos; la política, por el contrario, la construimos las ciudadanas y los ciudadanos. Quizá merecemos mejores servidores públicos en este país. Quizá merecemos que nuestros gobernantes reflejen otro México. La responsabilidad es sólo nuestra. Las elecciones en 2018 serán una buena oportunidad para demostrarlo.


mgenso@gmail.com | /gensollen | @MarioGensollen

 


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