Algunas notas en torno a los retos del PRI 5/5 - LJA Aguascalientes
13/04/2025

 

 

Como en la Reforma Liberal de 1857, en la Constitución 1917, o en el quiebre de 1988, sigue vigente la lucha por el Estado y la Nación. Recuperar el Estado, hoy en riesgo de ser privatizado, pero no cualquier Estado sino un Estado democrático, lo que lleva directamente al tema de la reforma del poder y del Estado (Colosio). Asimismo, consecuentemente, reformular desde la perspectiva del nuevo milenio un proyecto de nación acorde con los derechos humanos, sociales, económicos y culturales. Ahí radica el proyecto estratégico del PRI.

La tarea importante no sólo es recuperar el Estado y reformarlo para que coincidan su esencia del poder con su misión democrática, sino además reconstruir la nación, de modo que la ciudadanía no sólo sea un estatus jurídico sino además, y decisivamente, reafirmar la identidad nacional de la ciudadanía. Un pueblo sin identidad o con una identidad confusa, sin conciencia de sí mismo: de lo que es y a lo que aspira, es un pueblo condenado a desaparecer o a ser avasallado por otros. Un Estado que así opere como el catalizador en “la reducción de desigualdades, en la extensión de los derechos civiles” y en la creación de “un piso básico de derechos sociales” para todos. Así emerge un Estado más grande y más fuerte “en términos de la crucial dimensión de su credibilidad”… y “enriquecido como canal de representación del conjunto de la ciudadanía” (O’Donell)

Recuperar el Estado con nuevas dimensiones: de y para la democracia. El tema es dilucidar las condiciones (legalidad, eficacia de la administración pública, sociedad civil activa y el predominio de una ética pública) y los métodos para que libertades y derechos de los ciudadanos sustenten una democracia plena. Lo cual reitera la vigencia del sencillo y contundente apotegma de Lincoln: del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Hoy por hoy apremia reconstruir al PRI, como una eficiente estructura electoral capaz de convencer y movilizar a la mayoría de los ciudadanos, eficiencia que surja de ser el generador de un movimiento social y político de cohesión y de integración de causas civiles, ciudadanas y reivindicatorias, con visión estratégica e integral para construir una propuesta viable y razonable para el Estado Democrático con proyecto de desarrollo económico con estándares de productividad y competitividad, compatible con la justicia social, fundado en y al servicio de los derechos humanos.

Para todo ello, es menester una elaboración ideológica que ofrezca bases éticas para justificar el porqué y el para qué de la lucha por el poder público y su ejercicio. Replantear, por tanto, los alcances, los fines y las estrategias de la acción del gobierno para que atiendan las prioridades de la sociedad, antes que las del mercado. Explicar, en fin, los fundamentos de nuestros valores, ideas y principios. Por encima del pragmatismo de estos tiempos, el ciudadano sí exige saber para qué queremos su voto y por qué hemos de merecer su confianza.

Parte sustantiva de la actual conflictividad de la democracia estriba, en palabras de Pablo González Casanova, en que “la ideología del éxito y del arribismo se impuso en todos los niveles de la sociedad con una moral un poco crítica y un poco cínica, complaciente de los negocios públicos de beneficio privado…” Desde 1990 González Casanova anticipó que “la crisis del Estado mexicano actual tiene que pasar por la crisis de sus organizaciones de masas, por enfrentamientos de líderes y funcionarios y bases. La crisis del Estado tiene que ser crisis de la lógica de la unidad y la disciplina… La división y trivialización de las organizaciones de masas serán la base de una futura [que en realidad ya está aquí] crítica a la política desde posiciones reaccionarias: las luchas en el Congreso se presentarán como luchas de locos, irresponsables, desaforados; las elecciones populares, como fraudes que no se deben atajar en lo que tienen de fraudulento sino en lo que tienen de expresión popular, y por inútilmente costosas. Así se planteará la exigencia de un orden empresarial-militar [exigencia que no se ha planteado todavía y no permitamos que llegue]… Sin la trivialización no es posible para el capital monopólico neofascista eliminar a las organizaciones [y en general de todo movimiento] de masas que presentan demandas por salarios, por prestaciones, la inflación y la especulación. El capital monopólico necesita la división de las organizaciones de masas oficiales [sobre todo, las no oficiales], y necesita captar al mayor número de funcionarios públicos [téngase presente el creciente predominio de la kakistocracia, a la que ya nos hemos referido] para su nuevo esquema de poder…” (González Casanova, Pablo, El Estado y los partidos políticos en México, 1990).

En nuestras filas hace falta mucha más gente joven. Además del relevo generacional, es asunto, más que de edad biológica, de juventud en las ideas, en la actitud y en el ímpetu, en la coherencia de convicciones y acciones, tal como subraya el compañero Ochoa Reza. Como dijese Reyes Heroles, la juventud está en el corazón y en la mente. En gran medida, las nuevas generaciones y los jóvenes de espíritu simplemente ven un partido que no los representa ni los moviliza. Poseen ideas y valores que expresan sus necesidades y aspiraciones con la mira puesta en el siglo 21.


El contenido específico de las ideas de los jóvenes respecto de democracia, justicia social, participación, representación política y derechos humanos, no corresponde a los paradigmas del siglo 20 ni al liberalismo económico que genera desigualdad social, sino que ven hacia otro futuro. Un futuro que diseñan y perciben con claridad, saben que está ahí y los espera. Están decididos a construirlo, con nosotros o sin nosotros. Depende del partido la decisión de encabezarlos, aportando los elementos teóricos y organizativos para cristalizarlo.

En la pretensión de interpretar y atraer al “nuevo ciudadano” y a las nuevas generaciones, la tendencia general en todos los partidos, apunta hacia perfiles más pragmáticos, en búsqueda del llamado “centro político”, lo cual constituye una gran contradicción no resuelta: quedar bien con los poderes económicos de hecho pero al mismo tiempo ganarse la voluntad de amplios segmentos, que son precisamente los afectados por la situación económica de privilegios.

De ahí se desprende la necesidad de luchar para transformar las reglas de la democracia social y política. Recuperar la capacidad de atracción en el marco y ante el reto del futuro de la democracia. Éste, el futuro de la democracia, debe ser nuestro tema y el eje de nuestra propuesta, el desarrollo y la profundización de la democracia.

Ahora bien, como señalan otros analistas, la democracia no tiene como función la resolución de problemas, sino la de ordenarlos o, mejor dicho, la de ordenar el debate y el consenso para resolverlos. Consecuentemente, debemos ejercer con mucha mayor ambición un papel pedagógico hacia la ciudadanía y los militantes: la ampliación y el fortalecimiento de la cultura política democrática.

Constituir al Partido del siglo 21 implica ser el arquitecto y consolidador del Estado democrático de derecho, fundado en los derechos humanos, sociales, económicos y culturales, expresión viva de nuestra idea de justicia social. De acuerdo con destacados pensadores, el dilema de la democracia sustentable, participativa e incluyente, incluso entendida como democracia mínima, es el dilema en torno a la relación de dos grandes ideales: libertad e igualdad; derechos políticos y justicia económica. La realidad muestra que la distribución o, si se prefiere, el acceso a la distribución de bienes materiales, constriñe las libertades básicas de las personas. De ahí que la cuestión básica radica en evitar que la pobreza o la ignorancia o la exclusión o la inseguridad social impidan el ejercicio libre de derechos o aniquilen las libertades. Asegurar la satisfacción de necesidades básicas de manera tal que los ciudadanos puedan ejercer fructíferamente derechos y libertades.

El desafío es lograr que los mecanismos necesarios para garantizar la satisfacción de necesidades básicas, no difieran de aquellos indispensables para garantizar los derechos humanos, la deliberación y la participación política. Es decir, la democracia real es posible y sustentable cuando los individuos no sufran la angustia de la subsistencia y de la inseguridad. Así, los ideales de democracia, justicia social, derechos humanos y libertades cobrarán un nuevo significado. En efecto, mucho más humano.

La tarea que el PRI ha postergado, la reelaboración ideológica para diseñar un modelo ideal de referencia política y ética, es el preámbulo para fundamentar el hacia dónde y el cómo del fortalecimiento interno. La pretensión de que a la gente no le interesan las ideologías es parte del engaño de la ideología predominante de la propiedad privada y el mercado que se ostenta como no-ideología para esconder su real naturaleza. Dos son los ejes centrales de esta ingente tarea:

  1. La reconstrucción de la ciudadanía ante la desciudadanización estructural por la exclusión y la inseguridad social; y
  2. La reconstrucción del Partido, su transformación radical para actuar e instrumentar políticamente la respuesta de todo aquello que está ocurriendo en las condiciones materiales de trabajo y de vida; en lo micro, las subjetividades, en el imaginario de los pobres, los excluidos, los desempleados y socialmente reprimidos; en las clases medias que se proletarizan; en los obreros que día a día se ven empobrecidos; así como en quienes cada día se les reduce el horizonte de sus empresas.

Esta es la dimensión real del desafío que tenemos por delante. En todo caso es un ejercicio de congruencia con nuestra condición de partido que sigue llamándose revolucionario y se cimentó en una amplia base social; congruencia con nuestro origen, vocación y destino. Todo aquello que la Revolución Mexicana dejó inconcluso, deberá ser retomado y reelaborado a partir de la experiencia y las expectativas de las generaciones de hoy.

El primer paso es asumir plenamente una de nuestras primordiales responsabilidades: coadyuvar a resolver el déficit de racionalidad en el medio político. No basta “construir una nueva y moderna relación entre el Gobierno y el Partido, donde el Gobierno venga a rendirle cuentas al Partido y sea el Partido el defensor de la ciudadanía frente al Gobierno”. Y para esto último se requiere modificar las relaciones entre Estado, mercado, sociedad civil, participación e iniciativa ciudadana.

En vez de visualizar desde lejos a una ciudadanía independiente (como un factor aleatorio y sólo citarla en el discurso o invitarla ocasionalmente a reuniones más de tipo social que de reflexión), reconocerla totalmente e identificar sus causas y sus razones. Vincularnos territorial, social e ideológicamente a los nuevos ciudadanos, que de tiempo atrás se han dispuesto a ejercer su condición política desde otra perspectiva, mediante otros modos de inserción y con otras prioridades. Compartir un proyecto social y cultural de largo plazo.

Abrir nuevos espacios para dar cabida a todos los que hoy no se sienten representados. Encontrar un cauce apropiado a las múltiples fuerzas sociales dispersas, amorfas y volátiles por no identificar una expresión partidista que aglutine, dé forma y guíe las diversas expresiones y demandas de la sociedad civil. Estos esfuerzos no son otra cosa que reconstruir la base social del Partido.

El nuevo oficio político será el de dar prioridad a los nexos con organizaciones cívicas y ciudadanas. Forjar nuevas estructuras de representación, articulación y gestión. Multiplicar conexiones que quizás harán más complejo al partido, pero dará cabida a nuevas formas de militancia, acción, eficacia y liderazgos. Capacidad por encima de lealtades personales. Apertura y articulación, alejados de las ideas de homogeneidad y control. Romper ataduras anacrónicas, organizativas, caciquiles y grupismos. El liderazgo vertical y rígido que ha prevalecido ya no responde a nuestra realidad nacional ni a la del partido. Así lo concibe el Presidente del CEN: “en esta compleja hora de México están a prueba nuestras instituciones y está a prueba nuestra capacidad de concebir y proponer soluciones democráticas. Soluciones democráticas para dignificar la política y para conectar de nuevo con los ciudadanos”.

En este proceso dialéctico de ida y vuelta, además, se forman los nuevos cuadros y los agentes políticos jóvenes capaces de involucrarse en las actividades que cohesionen ciudadanos y capaces de buscar soluciones. Es la verdadera escuela formadora de los nuevos liderazgos que con urgencia requiere el Partido. Es, en suma, la certeza de la innovación histórica del Partido de la Revolución, la Independencia y de la Reforma, que ahora deberá ser el Partido de la democracia al servicio de las causas de los ciudadanos, al servicio de los derechos humanos y la justicia social.

Ante la modernidad neoliberal del siglo 21, que la sociedad todavía no entiende ni asimila como suya, ¿cuál es, cuál puede ser, el proyecto estratégico del PRI?

El debate está abierto.
Postdata.- PNR y PRM postulaban la lucha de clases, e incluso el PRM se refirió al advenimiento del socialismo. Luego, se adoptó el concepto de justicia social. En 1978, en una Asamblea Nacional, se definió expresamente el nacionalismo revolucionario como vía para la democracia social. En otra, se le llamó Partido de los Trabajadores. Después, en la XIV Asamblea se habló de “liberalismo social”. En la XX, se identificó al PRI, con la democracia social.


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