–Natal de Nochistlán (Zacatecas) Ingrid es la primer mujer trans en graduarse de la UAA
–Pese a los estigmas alrededor de la transexualidad ella busca abrirse paso en el ámbito profesional. Ahora va por una maestría
Si tuviera la oportunidad de comenzar de nuevo, volvería a ser quién soy, asegura Ingrid Aneth Gómez Ramírez; ella es licenciada en Letras Hispánicas y la primera mujer transgénero en graduarse de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Es originaria de Nochistlán, Zacatecas, tiene 23 años y su libro favorito narra las peripecias de una bella mujer que tras una experiencia traumática enfrenta con crudeza al machismo de la época. Y ésta es la historia de cómo ella enfrentó los estigmas con dignidad.
Fue criada en el seno de una familia católica en su natal Nochistlán, un pequeño pueblo zacatecano en donde no es bien visto hablar sobre sexualidad. Desde niña lidió con el bullying y con la opinión de sus familiares.
Ingrid supo desde los cinco años quién era en realidad “nunca viví la vida de un niño porque nunca me sentí uno”. Durante su infancia creyó que con el tiempo su anatomía se parecería a la de su mamá y a su hermana, pero conforme fue creciendo se comenzó a preguntar por qué no había cambiado y por qué no era como los demás.
No fue sino hasta los trece años cuando por primera vez confesó a su mejor amiga su homosexualidad, consciente de que la atracción por el género masculino se debe a que se asume como mujer.
En la secundaria, los padres de Ingrid se dieron cuenta de que los demás niños la rechazaban y que prefería juntarse con niñas, por lo que a los 14 años la enviaron a un pre seminario en Cuquío, Jalisco, donde no paró el acoso escolar. Desesperada, le contó a un sacerdote cómo se sentía creyendo que éste respetaría el secreto de confesión: “Hubo una confusión y tomé un autobús hasta Nochistlán de regreso a mi casa, pero cuando llegué vi que mi familia no estaba porque había ido por mí (…). Ese mismo día me confrontaron, me dijeron que el sacerdote les había dicho que me gustaban los hombres y ahí comenzaron los problemas; se distanciaron, me preguntaban por qué soy así, si alguien me había hecho algo, pero yo les dije que no había ningún culpable”.
En preparatoria empezó a usar ropa de mujer sencillamente porque eso la hacía sentir cómoda. Cuando entró a la UAA, sus pantalones, zapatos y blusas eran en su totalidad de mujer; aunque fue matriculada con su nombre primigenio, se presentó a sus compañeros y maestros con el nombre que eligió desde la adolescencia: “Ingrid, porque es un nombre que se impone, me gusta la fuerza que se escucha al ser mencionado y Aneth porque recuerdo que le gustaba a mi abuelita, que en paz descanse… aparte se escuchan bien juntos”.
–¿Y por qué decidiste estudiar Letras Hispánicas?
–La razón de mayor peso es que me gusta mucho la lectura. Y bueno, estaba investigando junto con una amiga, una hermana, a la que conozco desde el kínder, y encontramos esta carrera, que me llamó mucho la atención por algunas materias que tenía, que más que literatura eran enfocadas al español como lengua. Nos inscribimos juntas y no me arrepiento de haber estudiado esa carrera.
–¿Algún libro que te haya marcado?
–Doña Bárbara de Rómulo Gallegos (…). La protagonista es una mujer que fue violada por cinco hombres y por esta razón ella se transforma y se vuelve el hombre de todo el Arauca, ella comenzó a hacer todas las funciones de los hombres sin perder la femineidad; tenía la belleza femenina pero la fuerza de un hombre, tan así que los hombres le tenían miedo.
La universidad, asegura, marcó la primera etapa en su vida escolar donde no padeció discriminación, expresiones como joto, maricón o nena no volvió a escucharlas, no al menos en los salones de clase. Al conocer el caso de Ingrid, el rector Mario Andrade Cervantes envió sus parabienes y aseguró que la institución es respetuosa de la libertad de todos estudiantes, especialmente si dan buenos resultados: “Yo estoy seguro de que esta muchacha va a tener éxito (…), no somos discriminatorios, para nosotros las decisiones personales las respetamos, lo que sí exigimos es calidad”.
En los primeros semestres, Ingrid se unió al grupo de Diversidad Universitaria, ahí la contactaron con una sicóloga transgénero que fue la primer persona de esa condición cuya experiencia alentó sobre su proceso de transición.
Las discusiones se tornaron frecuentes desde la primera vez que tuvo el valor de hablar con su familia sobre su disforia sexual, pero la terapia sicológica le permitió entender la postura de sus padres y también entenderse a sí misma: “De los 18 a los 20 años estuve hablando el tema, pero ellos no aceptaban que yo fuera en contra de mi propia naturaleza, creían que solamente quería molestarlos”. Por fortuna ellos jamás le negaron el apoyo económico para pagar la universidad, mismo que administró para sacar adelante sus estudios, el tratamiento sicológico y su transición.
El 30 de septiembre de 2013 Ingrid tomó su primera dosis de hormonas, al principio resignada a que lo que su familia pensara de ella no era problema suyo. Luego de meses sin verlos, por fin la visitó cuando los primeros cambios ya saltaban a la vista. Y la comprendieron: “Mi mamá lo entendió. Mi papá, tal vez no lo entienda hasta la fecha, pero no me rechaza. A veces le dice a mi mamá que me diga que no me ponga tal vestido porque es muy corto”.
Ingrid emprendió una cruzada por el reconocimiento legal de su identidad sexogenérica el 23 de mayo de 2015. Viajó a la Ciudad de México, donde a pesar de no estar registrada, una ley que recién entraba en vigor hizo posible tramitar los cambios en su acta de nacimiento, sin la necesidad de abrir juicios, realizar peritajes sicológicos, siquiátricos o endocrinológicos. Posteriormente acudió al juez de Registro de Zacatecas para buscar su reconocimiento, lo que consiguió a los pocos días: “Estaba tan feliz que la primera vez imprimí dos actas y se las mostré a todos mis conocidos”.
Gracias a esto fue posible obtener un título y cédula profesional a su nombre. Hace poco se los entregaron.
Ingrid cree que a veces la sociedad orilla a las personas a actuar de una forma o de otra. Durante la universidad, muchas veces tuvo que lidiar con los estigmas de la transexualidad. Las personas le escribían en Facebook para pedirle “una cita” y se sorprendían cuando ella los rechazaba: “Cuando la gente sabía que era una mujer trans y estaba estudiando Letras Hispánicas se sorprendía de que no pensara dedicarse a la belleza o al trabajo sexual. No es algo denigrante o algo de lo que haya que avergonzarse, pero si tuviéramos más oportunidades dentro de la sociedad, creo que no llegaríamos a eso”
Planea estudiar una maestría en Lingüística Hispánica en la UNAM; mientras tanto ha estado buscando trabajo y se ha entrevistado con empresas que se han tomado el tiempo de conocerla.
“Muchos de los comentarios hechos en la publicación que hizo recientemente la Universidad preguntan por qué se me celebra o por qué se me exalta. No es nada de eso. Es simplemente reconocer que como todas las demás personas tengo los mismos derechos. Había un comentario que decía que tengo todas mi capacidades mentales y sí, sí las tengo todas, pero socialmente miren qué lugar ocupo, a veces creo que ni el suelo en el que escupen”.
–¿Cómo es tu relación con la religión ahora?
–Yo no estoy peleada con la religión, no soy fanática de ir cada ocho días a misa y estar dándome golpes de pecho, pero creo en Dios, en un ser superior que cuando me siento mal le digo ayúdame. Mucha gente me critica por eso, sobre todo en mi familia, me dicen que cómo puedo decir eso si estoy yendo en contra de Dios al cambiar mi cuerpo, pero yo les respondo que Él está conmigo de una u otra forma.