Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetir sus tragedias
Marco Tulio Cicerón
Esta frase viene a colación, precisamente, por la situación tan peculiar que se presentó en este, complicado y accidentado, proceso electoral en nuestro estado.
Además de la alta competitividad electoral, entre otros, un tema que resulta por demás relevante es el involucramiento de ministros de culto, asociaciones religiosas, iglesias y agrupaciones, principalmente católicas, de hacer proselitismo, de todo tipo, a favor del Partido Acción Nacional y sus candidatos.
La injerencia de la curia católica en el proceso electoral se deriva, en primera instancia, como una reacción a la iniciativa del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, para legalizar los matrimonios igualitarios.
La iglesia mediante su compleja red de organizaciones, parroquias y representantes eclesiásticos, que forman parte de la administración y el gobierno de la Iglesia católica, promovieron de manera clara y abierta el voto en favor del Partido Acción Nacional.
Esta es una verdad tan grande como la propia catedral, es decir, no se puede negar lo que fue más que evidente. Existen muchos testimonios de ello.
En las redes sociales se difundieron videos, donde sacerdotes católicos piden el voto a favor de quienes protegen la vida y la familia. Fuera de las parroquias se distribuyó diversa propaganda; folletos con el mismo contenido, incluso en la propia catedral fue ostensible la instalación de carteles a su alrededor que contenía el mismo mensaje.
La palabra propaganda proviene del latín propagare, que significa reproducir, plantar, lo que, en sentido más general quiere decir expandir, diseminar o, como su nombre lo indica, propagar. Persigue influir en la opinión de los ciudadanos para que adopten determinadas conductas.
Con ello, la iglesia católica, en franco desacato al mandato constitucional, se niega a circunscribirse a su papel de la práctica de culto y sus convicciones religiosas e incursionan en la esfera política.
En este contexto, muchas personas se erigieron, en términos de JA Marina, como “predicadores de la simpleza”, porque a pesar de que no leen, ni estudian ni saben, pero contaminan con sus creencias en un medio ambiente cultural conservador como el nuestro, donde la iglesia católica tiene un innegable peso de influencia sobre las aspiraciones y criterios de amplios segmentos de la población.
Independientemente de cuestionar el sentido de oportunidad ¿o perversidad? del presidente de la República para enviar una iniciativa, de esta naturaleza, en pleno proceso electoral, donde se encontraban en disputa doce elecciones, el asunto tiene varias aristas.
El marco jurídico que establece la limitación que tiene que ver con dichos actos proselitistas se fundamenta, primordialmente, en el artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que a su vez deviene de un proceso histórico que estableció la separación del Estado y la Iglesia, y conformó un sistema político laico paralelamente respetuoso de la libertad de cultos.
Si bien es cierto que esta práctica de la iglesia católica no es reciente, en algunos estados de la República se han presentado casos específicos en los cuales los ministros religiosos y sus agrupaciones respectivas han realizado diversas actividades que vulneran esta prohibición a grado tal que han originado que la justicia electoral determine la anulación de algunas elecciones.
No se puede utilizar la legitimidad el juicio moral de la iglesia como excusa para meterse en política. No es competencia de su magisterio. Incluso en la Encíclica Caritas In Veritate, (La caridad en la verdad) publicada por Benedicto XVI entre otras, establece “La iglesia no hace política, no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende, de ninguna manera, mezclarse en la política de los Estados”.
Por otra parte, y con referencia a la expresión de que en política nada es fortuito, con independencia de la neurosis de la victoria inmediata, parece ser que lo que realmente está en juego, es mucho más allá de una simple elección. El alcance es superior.
El conservadurismo intransigente, encabezado por la iglesia católica, pretende influir en la configuración de un poder estatal, para impulsar un proyecto ideológico-político que promueva la existencia de un orden moral que deba ser sancionado y sustentado por la religión católica. Este es realmente el objetivo latente.
Las conjeturas de que, en el ámbito nacional, se estaba fraguando la incubación de un nuevo espíritu conservador intransigente cuyo rasgo fundamental es su oposición a determinadas libertades promovidas por movimientos sociales recientes, en Aguascalientes, cobran vigencia.
No se puede vivir hacia atrás, regresar al pasado decimonónico. La historia ha demostrado el riesgo de imponer un proyecto político reaccionario del conservadurismo de estado, que se oponen a la liberación de las conductas que se apartan de la moral católica.
Uno de los rasgos que caracterizan a la cultura contemporánea es la diversidad de los modos de ser, pensar y actuar. En este contexto el respeto a la pluralidad y a la tolerancia se conciben como valores fundamentales, indispensables para convivir en sociedad.
Los derechos a la libre manifestación de la diversidad sexual no deben convertirse en umbral conflictivo para la convivencia ni fuente donde brote el rechazo.
El argumento de que la diversidad sexual propicia deterioro moral de la sociedad y la desintegración familiar, favorece la construcción de zanjas en el terreno de las libertades y los derechos individuales.
Como refiere René de la Torre, “la intolerancia a la otredad, conlleva a la eufemización y la hipocresía” y, agregaría, en el peor de los casos, al extremismo xenofóbico, como las recientes tragedias de crímenes de odio suscitadas en Veracruz, donde cuatro personas fueron asesinadas y diez más resultaron heridas y Orlando, Florida, donde 50 personas fallecieron y 50 resultaron heridas, en ambos casos, por el hecho de ser diferentes.
Resulta reprobable que en pleno Siglo XXI, la curia la iglesia católica postule un discurso propio de la sociedad colonial que favorece la intolerancia y auspicia la epistemología del sectario. En esta perspectiva solo existe lo que ratifica su prejuicio. Aquello que lo refuta o no es coincidente con su línea de pensamiento, no es solamente patético: es malo.
Corresponde al INE y, en su defecto, a la Secretaría de Gobernación, cada cual, en ejercicio de sus respectivas competencias, valorar y determinar lo que proceda, a propósito de la impugnación que al efecto presentó la coalición Aguascalientes Grande y para Todos.
Es indispensable que, conforme a derecho, exista una respuesta contundente a la iglesia, de lo contrario, se puede abrir una caja de pandora difícil de cerrar.
El único objeto, el único fin de la historia es la utilidad, que sólo de la verdad se desprende. Quien quiera oír que oiga.