¿Tienen sentido las campañas electorales, cuando son los tribunales electorales los que terminan por resolver elecciones? Preguntó con su agudeza mental habitual la querida Matilde Arteaga, una institución del periodismo femenino en Aguascalientes. ¡Oiga Usted! Yo no supe que responder.
Al lector y la lectora les consta que a esta cocina no agrada la facultad cuasi sufragista de los tribunales electorales; eso por una parte. Pero tampoco es que pueda aplaudirse la agresiva actividad electoral desplegada por algunos miembros de la jefatura católica en la entidad, en contra del triunfo del PRI y en contra de la candidatura y la persona de Lorena Martínez.
Usted, apreciable lectora, querido lector gusta, hágase de una de esas bebidas refrescantes que se ofrecen en puestos ambulantes, llamadas “rusas”; una rica combinación de agua carbonatada, bebidas dulces cítricas, chile o chamoy en polvo, jugo de limón y mucho hielo; para que no se acalore con la narración de lo acontecido en las tres últimas semanas.
Violencia contra la mujer. En cocinas anteriores, ante la analítica mirada de los queridos lectores de esta cocina, se ha expuesto la violencia laboral que agresores cobardes ejercen sobre sus víctimas: visibilizar la violencia es el primer paso para combatirla.
En más de una ocasión hemos invocado la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y el Código Nacional Penal. De igual manera hemos reflexionado sobre la vileza del acoso, el hostigamiento y toda forma de maltrato o violencia contra la mujer.
Imposible dejar de notar ahora, que a Lorena Martínez: la mujer; el grupúsculo clerical más radical y ultraderechista de la entidad, coreado por sus secuaces, le dijo a la mujer de todo.
A ojos vistas, Lorena fue víctima de las frustraciones cavernarias y patriarcales más furibundas. Desde mi primera participación en una elección de sociedad de alumnos, en mi querida Escuela Secundaria Técnica 156, hasta la próxima pasada constitucional local; había yo presenciado semejante andanada de descalificaciones per-so-na-les.
Se metieron con Lorena la mujer, hasta decir ¡basta! Porque es soltera autónoma e independiente; porque su salud personal le impidió desde edad temprana tener hijos; porque es honesta y no se disfraza de “señorita bonita bobita” –véase: el aspecto baby-face, en “El Varón Domado” de Esther Vilar-, porque, porque y porque. Bien anunció Lorena en alguna ocasión, que ante todas las ofensas proferidas (que no recibidas) se reservaba el derecho, una vez concluida la campaña electoral, de emprender las acciones legales correspondientes.
¡Qué no fue el PRI! Pasé a saludar a los amigos de López Mateos 609 oriente, casa del priismo en Agüitas. Estaba justo a la puerta, cuando llega un grupo de representantes del oscurantismo intolerante. Unas quince personas encabezadas por el joven hijo de Audomaro Alba Padilla, distinguido militante del PAN local. Y que sin decir ¡agua va! se ponen a gritar en contra de las personas homosexuales y sus derechos reconocidos o no. Invocaron hasta que el sol los cansó en nombre de dios, del cual se erigieron como representantes (sic) y se acercaron a la puerta para entregar un escrito. ¡Oiga! Le traigo este escrito me espetó una de las representantes del mismísimo dios. Es para el presidente del PRI, estamos en contra del matrimonio homosexual. Oiga Usted, digna representante del altísimo, pero la iniciativa la presentó el Presidente de la República -me atreví a aclarar- sugiero mandarle a él su escrito, no es una iniciativa de Fracción Parlamentaria del PRI, en ningún ámbito legislativo -ilustré-; ¡No me importa, Usted me recibe! Ordenó la divina. Está bien -contesté- pero en tal caso, vaya Usted y entregue lo mismo, a todos los partidos políticos, ya que este asunto, sólo será ley, con el apoyo de una mayoría calificada, no es privativo de ningún partido. ¡No me importa, Usted me recibe! Insistió la investida. Mire señorita, no es mal plan -exclamé en la más pura buena onda- es que sería más efectiva su protesta si la presentara al menos en el Congreso local, el que está en Madero, por aquello de que llegue a la aprobación del legislativo local ¿qué le parece? A estas alturas, la ungida habíase puesto de color morado obispo, por el enojo que le causaba mi orientación sobre el mejor destino de su escrito, y porque sin notarlo le estaba yo encajando la puerta en el pie (disculpas mil) ¿Qué no escucha? ¿Es usted sorda? ¡Ya le dije que no me importa! Usted me recibe.
Vaya usted, apreciable lectora, querido lector, por otro gran vaso de refrescante “rusa”, porque esto se pone mejor. Pero se lo cuento en la próxima. Recuerde Usted que en esta su cocina, se come, se lee, se estudia y se conversa de todo; especialmente de política.