Vaya intolerancia que han desatado los jerarcas católicos en Aguascalientes, la forma en que azuza el obispo a sus feligreses para ir contra los derechos humanos.
La promoción de sus ideas medievales solo buscan obligar al estado a arrodillarse y a quienes suspiran por el poder les hace creer que con una firma sus conciencias quedarán blanqueadas, limpias, aunque al interior de su casa vivan un infierno y entre la humedad de los muros continúe los abusos a menores. Total, dios no habla.
Solo en un país quebrado por la violencia, la impunidad y la injusticia puede ocurrir que quien sistemáticamente viola la ley del Estado laico lo haga una y otra vez, sin ninguna consecuencia, que sea beneficiado por las autoridades que voltean tramposamente para otro lado queriendo no ver y que a quienes exigen lo que por derecho les corresponde, lo consagrado en la Constitución mexicana, dictado por el máximo tribunal de justicia en México, les hagan estar mendigando sus derechos.
Al igual que el tema del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho a la identidad de género, no se trata de estar a favor en contra, esa es una trampa, no es una discusión ni un debate, es el chantaje moral, lo irracional y la intolerancia religiosa que impone sus apagadas ansias de poder en una sociedad que evidentemente ha cambiado, incluyendo su sistema de familia.
Ellos que se configuran uniformemente y se alzan reclamando un mundo de cuerpos y sexualidades que por siglos han pretendido monopolizar, ellos creen que todo lo que existente les pertenece a todo lo espiritual le han asignado una insignia de propiedad privada católica. A veces parece que estamos muy lejos, pero no, realmente no lo estamos tanto de los estados fundamentalistas que imponen la idea de un solo dios, una sola verdad y la obediencia por delante, aún rezan por levantar murallas, castillos y monasterios rodeados de la pobreza de las ciudades para continuar con su poder. La vuelta al feudo es lo que verdaderamente reclaman, pero ¿con qué calidad moral pueden exigir quienes históricamente mantienen su riqueza del saqueo y la violencia evangélica contra pueblos colonizados?, ¿quiénes son esos que viven de la caridad, el diezmo y la benevolencia del estado que les entrega todo para que sigan derrochando lujosamente lo que comen y beben sin trabajar?, en el fondo lo que añoran es la caravana y el beso en la mano con el que se les reconocía, solo que la sociedad cambió y después de varios siglos ha logrado irse liberando de tanta manipulación y mentira, aunque surjan por acá y por allá estos grupos que insisten en etiquetar a buenos y malos.
¿Qué viene? Una ola dura de intolerancia, algo que no están midiendo y puede ser una serie de señalamientos, acusaciones y agresiones que irán derivando en lesbo, homo y transfobia motivada por el fanatismo religioso y la irresponsabilidad del estado y las autoridades.
Se supone que la existencia del estado laico es asegurar que la gobernanza del país esté libre de dogmas, que las leyes respondan a las necesidades sociales, a los cambios culturales, que con el tiempo la desigualdad entre los distintos grupos vaya equilibrándose hasta tener condiciones equitativas, derechos para todas las personas que vivimos en México. Se suponía que la educación debe ser científica y que la religión tiene la libertad mientras no se imponga y que al menos en escuelas oficiales se asegura que definitivamente sea laica.
Nada de eso está pasando, absolutamente nada porque todos los niveles de gobierno evaden su deber sobre los derechos humanos. La ley es para aplicar y hacerla respetar no para que ahora venga a decirnos que tienen que responder a su ética, su moral y principios, entonces ¿quién responde ante la ley? Porque en ese argumento permisible de que cada quien tiene la libertad según sus creencias se esfuma el Estado laico.
La corrupción del sistema se disfraza nuevamente, esta vez de moralina. ¿Dónde estaban los principios, la moral, los valores para aplicar la ley a la concesionaria de agua Caasa? que se ha enriquecido del monopolio al apropiarse por cierto de otro derecho humano como es el acceso al agua. Nadie puede contra Caasa, porque todos respetan la ley y como sabemos eso es una mentira, pues la empresa dueña del agua es todopoderosa principalmente porque quien está en el gobierno en turno se lleva su tajada en todos los sentidos, poco importa el bienestar de la familia, que se las arreglen con una cubeta de agua cada tres días.
No sabemos qué es lo que venga después de estas elecciones, lo único que tenemos por cierto es que nada se logrará con el enfrentamiento entre grupos sociales motivado por la jerarquía católica en Aguascalientes, pero quienes resultarán con más afecciones sin duda serán las personas de la diversidad sexual que, como ya hemos visto, se han vuelto blanco de los ataques dirigidos de esta sombra de Torquemada que hoy habita el centro de la catedral, soñando, ilusionado, que algún día desde ahí vuelva a reinar.
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