If God has a master plan
that only He understands,
I hope it’s your eyes He’s seeing through…
Things get damaged, things get broken…
Precious – Depeche Mode.
Un fantasma recorre al mundo; el fantasma de la teocracia. Aunque uno quisiera dar ciertos temas ya por vistos, lo abyecto de la realidad termina por imponer su cifra y, ante eso, sería una irresponsabilidad mantenerse al margen. Actualmente en el mundo se libra una batalla soterrada para imponer el reinado de dios en la tierra, con dos expresiones que -en su expresión rancia y totalitaria- son a la par virulentas y nocivas: El cristianismo y el islam. No quisiera que estas líneas se tomaran así nada más como una anatema, como un reproche hacia la fe institucionalizada que, de suyo, algún beneficio social habrá de tener. No. Me refiero estrictamente a los actos que esas instituciones de fe realizan para influir en los asuntos públicos en gobiernos de Estados que son, por definición republicana, laicos.
Esta batalla tiene su muestra sintomática más superficial en dos vertientes: la abominación de la homosexualidad y la minusvalía de la mujer. Son, pues, expresiones falocentristas y con fobias a lo sexual. Esquizoides, para entendernos. De acuerdo a estas expresiones dogmáticas de la fe, podemos partir de una premisa básica: la mujer es un objeto, y como tal, es susceptible de ser admirado, poseído, desechado, monopolizado, gobernado; pero no es cualquier objeto, sino aquel que rebaja al hombre a la tentación y al pecado, ergo lo femenino es nocivo, ergo un hombre feminizado es degradante, ergo una mujer “masculinizada” es impostura. La feminidad es un infra valor y la homosexualidad es una aberración, en suma “lógica”.
Sin embargo, dado que la mujer se creó desde una parte del hombre, tanto para servirle como su compañera fiel, como elemento necesario para la procreación de más hombres y mujeres -que nacerán marcados con el pecado de venir de mujer pecadora-, la mujer es un mal necesario al que hay que mantener en la castidad y a la que (mediante nuestra semilla de hombre) habremos de procurar su realización personal para que logre estar en el escalón más alto para el símbolo de su género: ser una madre.
Si luego de la lobotomía aceptamos este sistema de creencias, podremos tomar como válido que la “ideología de género” es un atentado a la especie humana que dios creó. Claro, ¿una pareja formada por seres degradados, renglones torcidos, es útil a la sociedad? Por supuesto que no, porque el matrimonio y la familia son estrictamente para la perpetuidad de la especie, hecha a imagen y semejanza del dios -obviamente-, si “por ahí no cuaja”, por eso la naturaleza divina es sabia, para que esos desviados e invertidos no puedan procrear.
Por ello es previsible que, en la estúpida y anodina ignorancia, se quiera “blindar” esta forma de “entender” a la sociedad y su red de relaciones internas. Pero decía, este es sólo el síntoma evidente y superficial: el machismo y la homofobia. Porque en esta batalla se pondrán en juego otros frentes, tal y como pasó en Argentina, en 2010, con el movimiento encabezado por el entonces cardenal de Buenos Aires, quien azuzó a sus fieles para confrontarlos directamente con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, justo como hoy aquí lo hacen contra el presidente Enrique Peña Nieto y las fuerzas políticas con agenda progresista, en medio de la aprobación de legal del matrimonio entre personas del mismo sexo. Salvador García Soto rescata para El Universal (El Vaticano, ¿detrás de la rebelión púrpura, 15/06/16) la anécdota en la que la iglesia católica argentina, mediante la pluma de su cardenal bonaerense, publicó para alentar a sus huestes, diciendo que “no seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios… No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Y ¿quién era ese cardenal que afirmaba una batalla contra el demonio, Padre de la Mentira? Sí, Jorge Mario Bergoglio. Cuidado, no vaya a ser que un macho cabrío nos pregunte Wouldst thou like to live deliciously?, y acabemos en un aquelarre con mujeres desnudas en cualquier bosque.
La batalla existe, y no la buscó el ala social que pretende la universalización de derechos, no. La batalla la inician quienes ven amenazados sus rancios estamentos. Esta batalla, como se ve en Florida y Veracruz, ya pasó de los argumentos a los balazos. Esta batalla tiene en medio a mucha gente que, en su ignorancia, no ve con claridad y es fácilmente embaucada o fácilmente radicalizada. Esta batalla abarcará distintos frentes, como aquí en México, con la curia católica que intentó influir en el resultado electoral del 5 de junio, con éxito cuestionable. Pero es la punta del iceberg. En lo sucesivo seguiremos viendo a los abyectos próvidos, al Frente Nacional para la Defensa de la Familia, a las Asociaciones de Padres de Familia, a los Fieles Laicos, los Caballeros de Colón y sus Damas Isabelinas, a los radicales panistas, al Yunque, el MURO, a la pútrida herencia cristera en el bajío nacional, al empresariado mocho; a toda esta cutre nata fortaleciendo sus espacios mediáticos del #DiloBien, de la Asociación a Favor de lo Mejor, de las peticiones en Citizen.org, en la intentona de crear un frente orquestado contra la laicidad del Estado, contra la Educación Pública científica en temas de sexualidad, contra la civilidad entre ciudadanos diversos, contra la universalización de derechos en general.
De no conseguirlo, igual que en la Argentina de Kirchner y en otros países igualmente infestados por la tradición judeocristiana, comenzarán a golpear al gobierno, a las agendas progresistas, a los defensores de los derechos humanos; e intentarán avalarse en su presunta mayoría para imponer sus agendas medievales. En un escenario extremo, la ultraderecha regresa al entrenamiento paramilitar y las razzias. No es tremendismo, esto ya ocurrió en México, en las décadas de los sesenta y setenta, con los reaccionarios al movimiento del ’68. ¿No lo recuerda? Lea de Álvaro Delgado El Yunque: La ultraderecha en el poder (2003) y El Ejército de Dios: Nuevas revelaciones de la extrema derecha en México (2005) ¿No es suficiente? Investigue sobre la Unión Nacional Sinarquista, el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), la Unión Nacional Independiente Democrática (UNID), todas dignas representantes de la intentona para llevar el gobierno de dios en la tierra.
¿Qué queda por hacer? De entrada, dejar de lado los dogmas e invitar a otros a que lo hagan. Si no es posible, no avivar la ortodoxia, que ahí no crece nada bueno. Partir de las premisas de que la ciencia no es dogmática, que la información y la formación científica son indispensables, y que –por otro lado- el republicanismo democrático y laico es la forma en la que este país se rige, lo que implica la división de poderes y la separación de la iglesia y el Estado. Pero sobre todo, queda por hacer el exigir a nuestros legisladores que estén a la altura de su responsabilidad, y no al servicio del obispo; presionar al gobierno electo para que trabaje para todos y no para el Consejo de Fieles Laicos, para la Cofradía del Santo Reproche, y para la Congregación de Señoras Copetonas del Calvario; demandar, exigir, reclamar a las Secretarías de Gobierno estatal y de Gobernación federal que mediante su potestad legal y legítima pongan de una vez en orden a la iglesia y a sus representantes, antes de que éstos se apresten a otra cristiada, otra cruzada esquizoide, que se ve ya a la vuelta de la esquina.
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