Feliz domingo del Señor (candidato) / Botella al mar - LJA Aguascalientes
25/11/2024

 

“¿Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian? Si a nosotros nos hubieran ofendido como los han ofendido a ellos; si a nosotros nos hubieran causado menos daños que los que les han hecho padecer, ya hubiéramos matado, ya hubiéramos olvidado una justicia que no interviene”.

Uno de los ingenieros de la asamblea en La muerte tiene permiso de Edmundo Valadés

En El legado de los monstruos. Tratado sobre el miedo y lo terrible, Ignacio Padilla analiza el miedo como una energía renovable: es un valor cuando lo domamos y nos previene de los peligros o nos da los medios para enfrentarlos; cuando se aplica a la prevención del delito; y cuando deriva en obras que promueven una experiencia artística. Sin embargo, el miedo también podría ser descontrolado y peligroso y usarse fuera de los límites éticos y estéticos. La “capitalización del combustible pánico”, afirma Padilla, depende de la capacidad de algunas personas para “sembrarlo, liberarlo, dirigirlo y mantenerlo bajo control”.

[Mi lectura de este libro se debe a que es una de las fuentes de mi trabajo de investigación literaria, pero coincide en tiempo con el bombardeo -que como tal siempre es agresivo- de las campañas políticas en Aguascalientes.]

Casualmente, en uno de sus capítulos, Padilla habla del uso del miedo que se genera en la relación entre gobernantes y gobernados. Para explicarlo mejor, el autor menciona la espada de Damocles como uno de los mitos alusivos al miedo, como “el Coco” o la Gorgona, pero que conserva un tinte directamente político: la espada pende sobre el gobernante, de tal manera que ante cualquier abuso de poder, el delgado hilo que la sostiene puede (¿o debe?) romperse. Aunque esta hipotética espada crearía una sensación de seguridad en los gobernados, lo cierto es que el miedo también sería usado como estrategia política: “el político amontona votos para emprender una guerra asegurando que sólo así la sociedad amenazada podrá conservar sus privilegios. Con frecuencia, el tamaño de la amenaza es exagerado o prevaricado por el poderoso, como hará también quien aspire a desplazarlo: uno y otro acuden a la retórica del miedo a la pérdida, el cual va a parejas con el deseo de cambio”, afirma Padilla.

Ante estas inminentes elecciones, intento reflexionar en varios sentidos: ¿Qué tanto las campañas políticas se basan en el miedo y, en este sentido, qué tanto nuestra ‘libre’ elección política depende de ese miedo? ¿Cuáles son nuestras razones reales para ir a votar? ¿Qué tanto utilizamos nuestro derecho al voto para delegar en los gobernantes la responsabilidad de nuestra realidad? ¿Qué tanto nos comprometemos con las gestiones de nuestros gobernantes (y con mayor razón cuando gana ‘nuestro candidato’)? ¿Qué tan críticos somos con nuestras instituciones y servidores públicos y qué tanto nos comprometemos con su desarrollo desde el interior de las mismas o de manera externa? ¿Qué define mejor a un ‘buen ciudadano’: aquel que vota, se cruza de brazos y espera a que las cosas cambien; aquel que no vota pero a diario se esfuerza por el bienestar integral y justo de una comunidad -su propio hogar, su colonia, una empresa, un negocio, un pueblo, una escuela…-; o algún punto intermedio…?

[Hace unos días, en una reunión alguien comentaba: “Estaba intentando convencerlas de que voten por ____________ para que mi marido tenga trabajo”. Se trataba de una mujer que explicaba a sus amigas la razón por la cual hacía proselitismo con otro grupo de mujeres: no porque confiase en las propuestas de ____________ sino porque ella conservaría su nivel de vida -sea cual fuere-].

Sin negar la evidente responsabilidad de los ‘elegidos’ políticos, me parece que la espada de Damocles también pende sobre los ciudadanos: somos nosotros quienes supuestamente elegimos y a quienes nos tocaría exigir el cumplimiento de las promesas y las leyes, pero somos nosotros quienes también necesitamos colaborar social y comunitariamente (desarrollar una conciencia del otro como colega, no como enemigo) y quienes tenemos que comunicar y, si es posible, llevar a cabo nuestras propuestas porque nosotros también hacemos la política. Somos responsables de nuestras realidades individuales y en ese sentido, pende sobre nosotros la misma espada que sobre nuestros gobernantes; somos responsables de nuestro propio poder -en el sentido más general de capacidad-, en la medida que lo poseamos y ejerzamos (a veces con justicia y otras, desgraciadamente, sin ella).


Ojalá este domingo los votos sean por convicción y no se vote por el “menos malo” o por quien “menos miedo” nos infunda con sus propuestas. Ojalá nuestro “deseo de cambio” sea más fuerte que nuestro “miedo a la pérdida” Ojalá, gane quien gane, no terminemos como Sacramento, en el cuento de Valadés: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.


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3 thoughts on “Feliz domingo del Señor (candidato) / Botella al mar

  1. ¡interesante Reflexión!, Creo que nos falta realmente ser críticos y exigir resultados a los que nos gobiernan, pero también exigir campañas de propuestas y de altura. Concuerdo contigo en el sentido de que necesitamos colaborar social y comunitariamente, en resumen mucho depende de nosotros como personas y como sociedad. ¡un gran saludo Maestra Adriana!

  2. Gracias a ti por tu tiempo de lectura y tu comentario, Gabriel. Ojalá volvamos a coincidir en alguna de esas actividades sociales y comunitarias que tanto hacen falta. ¡Un gran abrazo para ti!

  3. FE DE ERRATAS: en el último párrafo del artículo debería decir “no terminemos DICIENDO como Sacramento”.

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