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miércoles, diciembre 17, 2025

Mitos geniales: el valor del peso

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Francisco J. Caballero

 

Al cierre de la tercera semana de mayo, el dólar norteamericano cerró en 18. 40 pesos, más de cinco pesos por arriba del valor (12.96 pesos) que tenía en el primer mes del gobierno de Enrique Peña Nieto.  Sin duda, el manejo “prudencial” de las finanzas públicas, la intervención del Banco de México para alimentar las subastas de dólares que se realizaron hasta hace poco para contener la especulación y las reiteradas declaraciones para culpar al entorno internacional de los vaivenes en el valor del peso en relación con la principal divisa de poco han servido para explicar ni para frenar la caída del peso.

Hasta hace algunos años se consideraba que el tipo de cambio, es decir la unidad o unidades de moneda nacional que se requiere para adquirir una divisa, dependía de factores como la competitividad de la industria, la condición del comercio internacional del país en cuestión, la reservas internacionales y la capacidad para allegarse recursos por la vía de exportaciones. Los aspectos asociados con la especulación financiera nacional e internacional, y con el hecho de que existen todas las facilidades para que los dólares puedan entrar y salir del país sin mayor restricción, agregó un componente especulativo que es precisamente el que dificulta que la intervención del gobierno en el mercado cambiario tenga efectos a favor de un peso menos volátil; de otra parte, poner un control cambiario resulta una alternativa inviable frente a las múltiples opciones de conversión y genera un efecto especulativo y de fuga de capitales que ningún gobierno ha podido frenar . La relevancia de la especulación en sus diversas modalidades queda manifiesta al considerar, por ejemplo, que uno de los breves respiros en la tendencia descendente en el valor del peso fue el rumor de que algunos de los principales productores de petróleo estaban llegando a acuerdos para reducir la oferta exportable del crudo, pero al no lograrse tan ansiados propósitos el dólar siguió su carrera ascendente.

No está de más tener presente que todas las monedas –sean o no divisas, es decir monedas de fácil convertibilidad y aceptación generalizada como el dólar y el Euro- tienen variaciones a lo largo del tiempo. Los tipos de cambio fijos dejaron de serlo a principios de los años setenta del siglo pasado cuando al amparo de la no convertibilidad del dólar en oro se optó por un sistema monetario más flexible que a su vez generó otro tipo de problemas, cuando ante la posibilidad de modificar el valor de las monedas nacionales se inició la utilización de la devaluación para fomentar las exportaciones en razón de que una moneda nacional más barata hace más atractivas las exportaciones, pero de la mano de esta alternativa comercial también se hacen más caras las importaciones, lo que genera un efecto de inflación importada.

Durante el gobierno de Peña Nieto el peso se ha devaluado en 42 por ciento. Si se quiere utilizar el eufemismo gubernamental entonces se ha “deslizado” 42 por ciento. En otras palabras, para comprar un dólar hoy se necesitan 42 centavos más de los que se necesitaban al iniciar el actual sexenio. ¿Hasta dónde puede llegar el dólar? En principio no hay obstáculo para que llegue a 20 o 25 pesos, técnicamente no lo hay. Los indicadores fundamentales de la economía nacional es decir, producción, inversión nacional y extranjera, ingresos petroleros y no petroleros, y la situación de las finanzas públicas no presentan señales para pensar en la recuperación o por lo menos estabilidad del tipo de cambio: las estimaciones sobre el crecimiento del producto apenas rebasan el dos por ciento (http://goo.gl/gNJRzm) y existen indicadores en la industria que reflejan estancamiento y recesión.

En un escenario así el dólar pasa de ser en una divisa necesaria para las operaciones comerciales y financieras  internacionales para convertirse en un medio de atesoramiento. La apuesta es muy simple: deja más apostarle a una divisa que en menos de cuatro años ha ganado más de 40 por ciento de valor que guardar el dinero en un sistema bancario que ofrece una tasa del 4 por ciento anual, tasa que no permite ni siquiera mantener la capacidad de compra del dinero atesorado. Otro factor en contra del peso es el relativo a las expectativas reales acerca de su valor en el futuro (http://goo.gl/uJeLrG), valor que se finca en el manejo macroeconómico, en las expectativas de producción y en la capacidad de financiamiento, que puede ser por la vía de ahorro interno o externo. Las reformas estructurales (sic) en las que se apoyaron los programas de inversión rápidamente mostraron que no basta con ofrecer los recursos naturales ni las concesiones a precio de ganga para garantizar la viabilidad operacional del gobierno. El escenario del mercado petrolero y en general de los commodities va en sentido contrario a las expectativas nacionales e internacionales de principio de sexenio. La principal fuente de ingresos y una de las principales fuentes de divisas –además de los envíos de dinero de los paisanos y del turismo- se ha cerrado indefinidamente y al parecer también de manera irreversible: ya no es negocio ni para propios ni para extraños invertir en petróleo.

El futuro del peso mexicano se encuentra en una condición de incertidumbre pero claramente desfavorable en tanto no existan las condiciones para apostar por la inversión nacional antes que por la especulación. En una situación de libre convertibilidad no se puede intervenir para colocar controles radicales, pero sí puede pensarse en tomar medidas contra los especuladores que seguramente las autoridades hacendarias tienen bien ubicados. La corrupción y la falta de transparencia también juegan en contra del peso. Un peso fuerte, hoy por hoy, es el resultado de un gobierno fuerte, con una idea clara de las herramientas de política pública de que puede echar mano. No se puede culpar al entorno internacional cuando las cosas salen mal y vanagloriarse de la prudencia, la sensatez y la antelación cuando ocasionalmente se tienen aciertos.

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