La tecnología al servicio de la música / El banquete de los pordioseros - LJA Aguascalientes
16/11/2024

La tecnología está en todas partes, nos rodea, hace que la respiremos, que la sudemos, que la soñemos. Desayunamos con tecnología, comemos con tecnología, cenamos con tecnología, dormimos con tecnología y también despertamos con ella. Está prácticamente en todos los ámbitos de nuestra vida, es nuestra fiel compañera en todo lo que hacemos y también en todo lo que dejamos de hacer.

Nuestros jóvenes, dueños del futuro inmediato, ya son víctimas dóciles de los encantos de la tecnología, han sucumbido a ella sin oponer la mínima resistencia, no sólo no oponen resistencia, sino que la buscan, buscan a su verdugo para enajenarse abiertamente, así, sin inhibiciones, sin vergüenza, presumen el saberse y sentirse dependientes de esta nueva adicción, hacen gala de que no pueden estar un minuto sin sus teléfonos móviles y sin estar sujetos perversamente a la red. Ese es, preocupantemente, nuestro futuro inmediato y digo preocupante porque veo con tristeza cómo el arte deja de ser una prioridad, no digo en nuestros jóvenes, sino en los esquemas de vida que nos plantean los poderosos, los que toman las decisiones, y es que el arte, la cultura, nos hace pensar y, consecuentemente cuestionar. Eso, me imagino, no es muy conveniente. Entonces la tecnología, usada como sedante, resulta ser un antídoto ideal para inhibir las ideas, más si estas son contestatarias. Pero en fin, no me quiero desviar.  

La tecnología ha violado no sólo la intimidad de nuestras vidas, no sólo de jóvenes, también la generación adulta se ha dejado seducir por los encantos de la tecnología, que lleva, en algunos casos extremos, al nivel de deidad, tanto que la tecnología también ha penetrado en el sagrado recinto del arte, ese que nos parecería impenetrable, incorruptible ante los groseros y descarados guiños de la tecnología. Ahora vemos libros virtuales que se pueden descargar de internet, eso de alguna manera está bien, en tanto sea para fomentar la lectura, recuerdo en alguna entrevista que vi por televisión al escritor Paco Ignacio Taibo II que él decía que había que leer, como sea, pero era necesario fomentar la lectura, aun si los libros fueran virtuales, y creo que tiene razón. En lo personal, siendo un conservador como lo soy, prefiero manipular físicamente el libro, tenerlo en las manos, poder hacer anotaciones en el margen y subrayar alguna frase, una idea que llame la atención y tenerlo ahí para regresar a él el día que nos dé la gana, tratarlo como a tu mejor amigo, porque eso es exactamente lo que es un libro y eso no lo puedes hacer en el monitos de una computadora o de tu teléfono celular, imposible. 

Por otra parte, creo que la música, de todas las ramas de las bellas artes, es la que más ha sido tocada por la tecnología, para bien o para mal. En estos días cualquiera puede hacer una grabación de algo, lo que sea, subirlo a la red y esperar comentarios de quienes vean o escuchen esa propuesta, eso definitivamente está bien, en otros tiempos grabar tu música era imposible, los costos eran altísimos, hoy todo es más casero y con poco dinero y escasos recursos, se puede montar un mini estudio de grabación en tu laptop y hacer cosas interesantes, finalmente, la tecnología en la música es una realidad. 

Durante los años 70, incluso desde finales de los 60, algunos músicos de rock, sobre todo en el terreno progresivo, empezaron a hacer uso de los llamados sintetizadores que fue uno de los primeros guiños de la tecnología con la música, pero a pesar de ello, la música seguía siendo ejecutada directamente por el talento humano, recuerdo en este momento a grupos como Tangerine Dream, Synergy, o el uso del sintetizador Moog de parte de Keith Emerson, primero con The Nice y después con Emerson, Lake & Palmer, Klaus Schulze, y muchos más  que han hecho un uso soberbio de la tecnología en el rock, pero respetando la ejecución virtuosa del instrumento, finalmente esa es la gracia del arte, a eso vamos a un concierto, a ver la capacidad de improvisación del intérprete y disfrutar con ello, a deleitarnos con la lectura exacta, pero llena de sensibilidad en la música de concierto, incluso el error, el inevitable error humano es parte del encanto de la música. No vamos a un teatro o un auditorio a escuchar la reproducción exacta, sin error, pero fría, insensible, de una máquina que disparas secuencias previamente grabadas, eso inhibe al arte y termina de tajo con el talento humano, con la ejecución virtuosa de un instrumento musical. 

En la música contemporánea encontramos grandes manifestaciones en donde se hace un uso digno de la tecnología, sin caer en vicios ni en exageraciones, Philip Glass, Karheinz Stockhausen, incluso Frank Zappa con el  Intercontemprain Ensemble fundado por el gran Pierre Boulez y podríamos seguir con una lista casi interminable. 

El punto es que en esta vida hay cosas que son totalmente insustituibles y que su existencia, así como la conocemos de origen, no puede transformarse porque correría el riesgo de desaparecer. El arte, que surge de lo más profundo del ser humano, es insustituible, pero particularmente el libro y la ejecución virtuosa de un instrumento musical son cosas que dan sentido a la vida y que, por su natural esencia, no pueden modificarse, la tecnología puede servir al arte, pero de ninguna manera puede ser al revés. 

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