Las campañas electorales en la etapa política de la alternancia partidista en los gobiernos, ha refuncionalizado el uso de la herramienta de la guerra sucia. La refuncionalización se debe a que el uso de la guerra sucia se hacía al interior del PRI, durante su larga época de hegemonía política.
De entrada, es necesario distinguir la guerra sucia de la campaña negra; la primera manipula, falsea o inventa realidades de un político u organización, mientras que la segunda saca a la luz del espacio público hechos reales que están ocultos por ser negativos para quien los cometió, es decir, son hechos verdaderos y reprobables.
Para iniciar la consideración de la herramienta electoral de la guerra sucia, es oportuno señalar que es en la Escuela de Gobierno PRI -proveedora de cuadros del Sistema de Gobierno PRI- donde, precisamente, junto con la guerra sucia surgen y comienzan a utilizarse infinidad de recursos ilícitos tanto en el ejercicio de gobierno en los niveles federal, estatales y municipales, como en las campañas electorales. Los partidos políticos existentes en esta época, en general, se creaban para ser acompañantes del PRI en la justificación del llamado ‘sistema democrático’ mexicano; lo común de estos partidos políticos era formar alianzas electorales con el PRI, para ‘ganar’ las elecciones, camino que no recorría el partido que en verdad se mostraba como oposición.
En esta época, la guerra sucia sucedía para ‘bajar’ al aspirante priista a alguna candidatura, que no era el que estaba ya designado previamente por el presidente de la república. El contenido de la guerra sucia era sencillo de encontrar en un ambiente político y de gobierno caracterizado por la corrupción, en el que se hallaba o podía inventar cualquier cosa para ‘bajar’ al aspirante no designado, dejando el camino libre al seleccionado por el primer priista del país.
Con la alternancia política en el gobierno, la guerra sucia desplegó nuevas características. En el largo tiempo de funcionamiento, la Escuela de Gobierno PRI los dotó de una alta habilidad para poder aplicarla a los candidatos de los partidos opositores, logrando en muchas ocasiones el éxito de ‘bajarlos’ de las preferencias de los electores y del triunfo de la elección. Los candidatos de partidos opositores que ganaron las elecciones se debió, junto con otros factores, al hartazgo de los electores cuando conocieron la corrupción o los errores de políticas públicas que los gobernantes priistas ya no podían ocultar o maquillar, y no tanto por superar la guerra sucia tradicional que les hicieron, ya que carecen de destreza en esa habilidad (cierto, ya siendo gobernantes algunos sí aprendieron manejos de corrupción, aunque difícilmente han igualado, y menos todavía, superado los niveles de los priistas, que se siguen actualizando al día de hoy).
En Aguascalientes, como en Veracruz y Tamaulipas, por citar otros casos, estamos observando la guerra sucia en la campaña electoral 2016. El contexto en que se está presentando tiene características importantes que deben ser señaladas para poder encontrar el motivo de la guerra sucia: el desempeño del actual gobernador Carlos Lozano ha sido bajo y mediocre al atender elitistamente al sector empresarial extranjero y dejar de lado en su responsabilidad al resto de los sectores de la sociedad aguascalentense; además, ha mostrado una notable regresión democrática que ha traído como efecto el que su partido haya perdido las elecciones, como se prevé que sucederá también en ésta (hasta el presidente de la república, dice el propio gobernador, se lo achaca); están presentes también los efectos de los errores, corrupciones e impunidad del Gobierno de la República, que han llevado al presidente Enrique Peña a expresar: “Sé que a veces pueden decir y leyendo algunas notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá, en donde se dice, es que no hay buen humor, el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social…” (Animal Político, 25 abril); otro elemento más en este contexto lo pone la misma candidata Lorena Martínez por su sobreexposición como Procuradora Federal del Consumidor, que creó una especie de empalago; como último punto a mencionar en este cuadro, están las encuestas presentadas antes de iniciar la campaña electoral, en que ponen por arriba -por supuesto no en todas- al candidato panista Martín Orozco.
Ante este panorama, la primera acción abierta de la guerra sucia se da el jueves 21 de abril, después de que Radio BI y la empresa Acenta Mercadotecnia dieron a conocer el lunes 18 los resultados de su primera encuesta, en los que el PAN está, de manera contundente, por arriba en las preferencias para gobernador del estado, presidencias municipales y distritos electorales (los resultados de su segunda encuesta, dados a conocer el 5 de mayo, no varían gran cosa).
En la primera acción abierta de guerra sucia, como en las que han seguido en los recientes días, podemos observar tres puntos interesantes y elocuentes: el primero es el énfasis de la candidata Martínez y de los priistas, en señalar que es el PAN y su candidato Orozco, los que están haciendo la guerra sucia al PRI “porque saben que van perdiendo la elección”; el segundo punto es el señalar al candidato Orozco que tiene un proceso penal pendiente y antecedentes penales, y que se escuda en el fuero de senador; y el tercero es retrotraer la acusación como aquella de la narco-casa.
Con base en las encuestas conocidas, es claro que lo que le señala el PRI al PAN, exactamente les está sucediendo a ellos: van por debajo de las preferencias de los electores, y los impacientes son ellos. También es oportuno señalar a la candidata del PRI que hace seis años Orozco fue candidato a gobernador al no probarse el supuesto impedimento para serlo, tiempo, además, en que no tenía ningún fuero. Por lo que su insistencia ahora o es ignorancia o es engaño a los electores.