Una de las labores que realiza el Instituto Estatal Electoral, por virtud legal, es la construcción de ciudadanía, es decir, no basta con cumplir los requisitos que la ley marca para ser ciudadanos: tener por lo menos 18 años y un modo honesto de vivir, sino conocer nuestros derechos y obligaciones como integrantes del estado, y lo que consideramos la parte esencial, el fin último de ser ciudadano, que es el ejercicio pleno de esa ciudadanía.
Nada ejemplifica mejor el ejercicio de los derechos del ciudadano como el voto. La cita trascendental que tenemos ante las urnas cada tres años y que, en mayor o menor medida, nos hace involucrarnos en los problemas que nos aquejan como sociedad y en las posibles soluciones que nos presentan aquellos que pretenden gobernarnos.
Lamentablemente, después de la efervescencia de la votación poco o nada nos queda de aquella bandera ciudadana que enarbolamos durante los últimos ochos meses, desde el inicio del proceso electoral, hasta el momento cumbre que es el día de la jornada electoral. Este clímax de unas cuantas horas concluye a partir de que el PREP nos da los resultados aproximados (que no oficiales) de nuestra participación en distritos, municipios o estado. Y rápidamente vuelve a niveles exageradamente bajos la participación ciudadana en todos los aspectos.
Reflexionando un momento antes de la cita histórica frente a la boleta, construyo en mi mente diversos escenarios. Unos drásticamente me indican que la votación será la menor en la historia reciente del estado. En otros, me imagino, que la población va a salir en calma y siguiendo una rutina, sólo la va a alterar unos minutos para votar y continuar con las actividades. En mi mejor escenario, la gente se va a volcar a las urnas, dimensionando la importancia de su voto, y antes de las 6:00 de la tarde, hora oficial del cierre de las casillas, habrá quienes, debido a que todos los inscritos en la lista nominal ya ejercieron su derecho, deberán empezar el cómputo de los votos entre el calor que seguramente hará, y la luz del sol que todavía iluminará.
No existe un pronóstico acertado de lo que pueda pasar. Ni las famosas encuestas tienen la razón. No olvidemos que cualquier ejercicio estadístico es una fotografía de las preferencias en el momento en que la población fue consultada. Esto puede variar. Como también el hecho de que más del 60 por ciento de los votantes aseguren que irán. La mejor muestra (y la única) la tendremos hasta ese día.
Factores habrá que inhiban la participación. El hecho que sea domingo, que sea en junio, que hay partido de fútbol, servicios religiosos, festividades, reuniones familiares, no contar con credencial actualizada, extravíos de credencial, cambios de domicilio, el calor, la lluvia, en su caso el frío y la sequía, el horario, la apatía, la lejanía de la casilla, para-qué-votar-si-todo-seguirá-igual, la falta de buenas propuestas, todo, junto y por separado, siempre será el pretexto ideal para no participar.
Desde luego no todo es negativo. Habrá quien este domingo 5 se levante con la convicción de ir a votar. De que su participación no duele. De que es una cuestión cívica, y hasta ética, destinar unos cuantos minutos del día para cumplir con la obligación. De que, quizá, es su primera vez. De que, seguro está, su voto será respetado, contabilizado y que le dará el triunfo a su candidato. De que en sus manos, por unos minutos, el poder público está presente en la voluntad de hacer que ese crayón trace una marca en la boleta. De que el futuro, en cuestión de administración gubernamental, de los próximos años depende de su decisión. De que vale la pena ir a votar.
Si bien no sabemos qué pasará con exactitud el día de la jornada electoral, hay varias cosas ciertas que pronostican, como siempre, cielo claro y gente buena: la autoridad electoral se encuentra lista para favorecer la instalación de todas las casillas del estado. Existen los insumos que permitirán que todos aquellos que acudamos a la cita, encontremos una boleta y un marcador, una urna donde depositar las boletas y que se conviertan en votos. Los funcionarios están aptos y dispuestos para recibir y contabilizar los votos. El clima se antoja de paz y tranquilidad.
Sólo faltas tú. El buen elector. El que tramitó con antelación su credencial, llave que abre la puerta de la casilla, y la mantiene vigente. El que sabe dónde está ubicada su casilla, cuál es su distrito y por qué cargos va a votar. El que se ha preocupado por saber quiénes son los candidatos a los cargos de elección y ha procurado, al menos, conocer su trayectoria y propuestas. El que sabe que, aunque pretendan comprar su voto, para él es tan valioso que no tiene precio. El que ese día hará del acto cívico una enseñanza familiar animando a los adultos a ejercer, y enseñando a los niños la magnitud del evento. El que orgullosamente estrenará su credencial, no para entrar al antro, sino para que ante la sociedad se reafirme como ciudadano y como buen elector.
/LanderosIEE | @LanderosIEE