Una de las llamadas de atención en la serie de colaboraciones publicadas hace diez años por la revista Proceso en su sección “Reforma electoral”, fue la relacionada con mi propuesta de manejar cifras claras, reales y bien intencionadas sobre el resultado del cómputo de los votos, que describo a continuación:
(No se trata de atacar el tema de las recurrentes acusaciones de fraude, sino de algo más sutil, pero no menos importante). Si nos remitimos al cuadro estadístico Atlas de Resultados Electorales Federales 1991-2012 del Instituto Nacional Electoral,[1] veremos que una columna se refiere a la Lista Nominal integrada por el total de electores potenciales registrados en el padrón; otra al Total integrado por la suma de los votos registrados en la columna Válidos más los registrados en la columna Nulos, ejercidos en las urnas; y una más que contiene la relación de la columna Total con la columna Lista Nominal, de la que resulta la Participación de quienes sí asistieron a las urnas y ejercieron el voto; es decir, el porcentaje de los electores efectivos calculado con base en el total de los electores potenciales registrados en el padrón.
Ejemplo teórico: si imaginamos que la Lista Nominal (LN) es igual a 100 electores potenciales registrados en el padrón, pero sólo asistieron a votar 50, la Participación real (P) ascendió al 50% del total. De esta información se deduce que el 50% faltante fueron los 50 electores que no acudieron a las urnas y que entran en la categoría que se conoce como “abstención” que, aunque no está incluida en el cuadro, podríamos representar como (A). La fórmula final del proceso electoral se representaría de esta manera: P+A=LN. Es decir: la suma de los Participantes (50) más la de los que se Abstuvieron (50) es igual a la de la Lista Nominal (100) integrada por los electores potenciales registrados en el padrón, en equilibrio. Hasta aquí vamos bien.[2]
El problema empieza en el momento en que el INE inicia el operativo mediático para notificar los primeros resultados que proporciona el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), también llamado “conteo rápido”, generalmente el mismo día de la elección. Allí el INE calcula el porcentaje de los votos emitidos a favor de cada partido sobre la suma de los votos emitidos y no sobre la Lista Nominal, como está en el cuadro. Y así continúa haciéndolo hasta que entrega el informe definitivo.
¿Cuál es el propósito al utilizar esta artimaña? Muy sencillo: crear una atmósfera de ilusionismo democrático en la que parezca que el 100% de los ciudadanos son los que fueron a votar, ignorando olímpicamente a los electores potenciales que se abstuvieron.
Un ejemplo en números redondos: en las elecciones federales del 2006 hubo 71 millones de electores potenciales registrados en la Lista Nominal (100%), de los cuales participaron en la elección 41.5 millones (58%), mientras que 30 millones se abstuvieron de participar (42%). Del total de participantes, el PAN obtuvo el triunfo con tan solo 15 millones de votos (lo que significa el 21% de los votos potenciales registrados en la Lista Nominal); sin embargo, el INE difunde la información de que es el 36% de los votos emitidos. Ambos datos son ciertos, pero el INE utiliza falazmente un método diferente al de sus propias estadísticas, para dejar la impresión en el imaginario colectivo de que los cerca de 30 millones de ciudadanos que no votaron, tampoco existen.
A lo que quiero llegar es a las siguientes conclusiones:
- El presidente electo llega a su cargo, generalmente, con el apoyo de la cuarta o quinta parte de los ciudadanos registrados en el padrón, hecho que le dificulta ejercer una gobernabilidad aceptable; pero en lugar de manejarlo tal como es -con congruencia metodológica- y enfrentarlo para procurar superar el problema, lo que el INE hace es tratar de ocultarlo.
- Hay una especie de partido no registrado que es el Abstencionista, que es el mayor de todos porque llega a contener entre el 40% y el 70% del electorado potencial (dependiendo de los factores y circunstancias que se presenten).
- Las causas por las cuales hay tantos ciudadanos que se abstienen de ejercer su derecho al voto son muchas: van desde la ignorancia y el desinterés hasta el hartazgo. Pero nadie en el gobierno se toma la molestia de establecer, con seriedad, un programa eficaz de formación cívica que contribuya a recuperar el verdadero significado de la Política.
- Por el contrario, más bien pareciera que al sistema incrustado en el Gobierno, lo que le preocupase es que quienes no son más que números de credencial se convirtieran en seres pensantes que al ejercer su conciencia crítica actuasen como verdaderos ciudadanos, pues eso le impediría manipularlos con demagogia, aturdirlos con los medios masivos de enajenación mental, o comprarlos con las vergonzantes “ayudas” de los múltiples programas mendicantes tan en boga, en lugar de recuperar y fortalecer su dignidad con fuentes de trabajo pagado con decoro.
- Medidas tan simples para clarificar el procedimiento electoral que propongo, en el sentido de manejar las cifras sobre una misma base metodológica que es la Lista Nominal, ayudarían a ganar, poco a poco, la confianza del electorado.
Y desde luego, reducir las toneladas de dinero que hacen del INE y los partidos políticos una organización faraónica permanentemente expuesta a padecer los ataques de la corrupción en sus más variadas formas.
“Por la unidad en la diversidad”
Aguascalientes, México, América Latina
2016, año de Jesús Terán y Jesús Contreras
[1] http://siceef.ife.org.mx/pef2012/SICEEF2012.html#
[2] En este punto vale la pena aclarar que no estamos incluyendo la columna “No registrados” que contiene los votos emitidos a favor de candidatos no registrados, que el INE desestima en la contabilidad final. Este tema merece un tratamiento especial que no incluimos en el presente artículo para no complicar el ejemplo.