- Entre la historia y la memoria, libro de Silvia Cherem, rescata reflexiones con el Premio Nobel
Las huellas de su palabra y su profundo sentido crítico hicieron de Octavio Paz un profeta de su tiempo. Hombre de letras que suscitó pugnas en la escena cultural y literaria, provocador innato, de severas posturas, construyó un eterno diálogo con su país en el mundo de contradicciones donde le tocó nacer y que forjarían su pluma desde muy temprana edad.
“Desde el principio he sido un escritor incómodo”, refiere en la entrevista que en 1996 concedió a Silvia Cherem. Este entrañable diálogo pertenece al compendio de trabajos que conforman el libro Entre la historia y la memoria, de la colección Periodismo Cultural. Aquí se devela al escritor a través de un ojo poliédrico que discurre sobre su infancia, las primeras lecturas, las pugnas que protagonizó, su inclinación política y otros temas que nos dan una vista privilegiada del autor de Posdata, Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad, entre otros. Octavio Paz tiene una obra prolífica, sus obras comprenden tomos enteros dedicados a la literatura mexicana, a sor Juana Inés de la Cruz, el arte y la historia y la política de México.
Vivió muy de cerca el caos revolucionario y las profundas transformaciones de la época, aunado a una relación difícil con su padre, Paz vivió una infancia solitaria, inmerso en el ambiente violento, pero siempre rodeado de libros y atenciones.
Su pasión literaria la heredaría de su tía y abuelo, en la gran biblioteca de don Ireneo Paz alimentó sus aspiraciones literarias que lo llevarían a convertirse en uno de los más grandes escritores de nuestro país.
La poesía fue su morada, a los 14 años escribió sus primeras tentativas poéticas. Dijo al respecto: “Siempre he creído que la poesía no es un documento, sino una creación. Me propuse que mis experiencias se transformasen en poemas, es decir, que sin dejar de ser la expresión personal de algo vivido se desprendiesen de mí para que otros se reconociesen en ellos. La literatura es el arte de inventar a otros”.
Fue blanco de críticas encarnizadas por un buen número de intelectuales mexicanos que lo acusaron de traidor, extranjerizante y reaccionario, y lo condenaron por “venderse” al capital. Sus desavenencias con los grupos de izquierda se debieron a roces ideológicos y a que sus posturas sobre temas sensibles de la política no comulgaban con los de estos grupos, lo que lo llevó a convertirse, como él lo diría, en “un desterrado de mi país”.
Sabiéndose blanco de múltiples acusaciones afirmó ante Cherem “guardar las distancias no significa que el escritor, sin perder su independencia, no pueda coincidir con estos o con aquellos aspectos de la política de éste o de aquel gobierno. La libertad de opinión implica la libertad de aprobar o de reprobar. Opinar es un riesgo: todos podemos equivocarnos. Equivocarse no es una deshonra: una cosa es opinar y otra venderse”.
Del mismo modo logró cultivar los afectos de las más grandes figuras literarias de la época, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Pablo Neruda, Salvador Novo, Carlos Pellicer, entre otros.
En esta entrevista se descubren también las facetas desconocidas en su haber, como la canción que le hizo al actor Jorge Negrete para uno de sus primeros trabajos y el doblaje de películas que realizó en Nueva York.
Su carrera como diplomático le permitió ser observador crítico de las condiciones que se vivían en México, esta distancia, condenada por muchos, también favoreció su producción literaria que lo llevaría a recibir las máximas preseas a las que un hombre de letras puede llegar a aspirar el Premio Nobel, la Medalla Belisario Domínguez, entre muchas otras, aunque como él decía ser leído es “el único premio al que debe aspirar un escritor”.
Interesado en “vivir con intensidad: amanecer, convivir con su mujer, con sus amigos, con la historia y la naturaleza”, relata Silvia Cherem.
Su poesía retrata su vida pero va más allá. “Mis poemas son una suerte de autobiografía. No de la persona que hoy le habla, sino de un poeta que yo he inventado. Esa invención fue en realidad una búsqueda. ¿De quién? Del desconocido que yo soy para mí”.
Los fantasmas de Octavio Paz, como afirmó, eran sus “obsesiones, resentimientos, el miedo a la muerte, la angustia frente al amor. La conciencia humana no es un pozo como muchos dicen; pero sí somos insondables, cambiantes, no somos uno”.
Dedicó gran parte de su obra a los temas de la condición humana. Sobre el amor decía que es libre elección. “Nos sentimos misteriosamente atraídos hacia una persona; sin embargo, para que esta atracción realmente se cumpla debe ser también una elección libre. El amor es un encuentro en el que intervienen la fatalidad de la atracción como la libertad de la elección”.
Respecto al tiempo apuntó de forma severa que éste se torna irreversible. “Ni Dios mismo puede cambiar el pasado. Creo, sí, que todos tenemos, en ese instante que son nuestras vidas y en raros momentos vislumbres de la otra cara del tiempo. Esa región desconocida que a veces llamamos vacuidad y otras eternidad”.
A 102 años de su nacimiento recordamos al poeta y ensayista, al hombre que creía que “la poesía nos enseña que vida y muerte son inseparables”.
Entre la historia y la memoria de Silvia Cherem se encuentra a la venta en la Red Nacional de Librerías Educal https://www.educal.com.mx.
Con información de la Secretaría de Cultura