Y aunque la sociedad mexicana ha pasados muchas veces por el mismo camino, pareciera que el proceso de aprendizaje de las experiencias amargas no surte efecto. Somos aquellos que comentemos los mismos errores una y otra vez, que no cambiamos el rumbo aun y cuando vemos que el tren se descarrila y se va por el precipicio, caminamos con la eterna venda en los ojos esperando a que usted se la quite para ayudar a los demás con el difícil proceso de observar lo que pasa a nuestro alrededor. Así transcurren las décadas y el joven ingenuo del salón de clase que cree que Movimiento Ciudadano no es un partido político sino un movimiento social que puede alcanzar los niveles para despertar a la masa aletargada por ellos mismos y cambiar el rumbo de México, sigue ahí; o la novel periodista que escribe para un medio electrónico sin cuidarse de los golpes bajos que seguro recibirá, también está ahí, sólo cambiaron sus rostros, su talla y sus apellidos pero el molde persiste, acaso nunca se romperá.
Seguramente no, estamos en una sociedad mediática con mensajes cifrados que permiten hacer colectivo el aletargamiento y garantizar la permanencia de las esferas de poder. Le digo que las historias se repiten una y otra vez, desde hace diez años conocemos y vivimos la historia de aquel personaje que quiso ser presidente, que dijo ser demócrata, que iba a acabar con la corrupción y el esquema político como lo conocemos, sin duda el redentor, alguien que pasaría a la historia como el nuevo Juárez, Andrés Manuel era la esperanza, lo avalaba la jefatura de gobierno del Distrito Federal, su experiencia al frente de la ciudad más poblada de mexicanos del planeta le daba la autoridad necesaria para candidatearse a la rifa del tigre, pero de pronto todo cambió, el redentor se convirtió en el testarudo de moda, en el antidemocrático, en el personaje que quería el poder por el simple hecho de tenerlo, porque se lo merecía, él más que la sociedad estaba convencido de eso, porque hizo planes para gobernar sin tener la certeza de que el triunfo era suyo y se olvido de la gente, tanto fue el coraje que hasta sus mismos seguidores lo desconocieron y poco a poco se fueron alejando de él. Seis años más tarde con un nuevo equipo de trabajo, otros seguidores, más preparación pero con la misma estrategia, se lanzó al ruedo, nuevamente aquel personaje que el sistema no dejó llegar, que le robaron las elecciones, el mártir que está dispuesto a pelear por lo que se merece, él y no la sociedad, que está listo para ahora só convertirse en el presidente de la República Mexicana; pero la vida y el sistema le volvieron a jugar rudo. Más molesto que nunca y con las ganas de cobrar venganza decidió abandonar su partido y fundar el propio, esta vez será la buena, la tercera es la vencida. Yo le pregunto, querido lector, le gustó la historia de Andrés Manuel, le parece jocosa, digna de un guión cinematográfico, ¿es algo por lo cual la nación y sus seguidores deban estar orgullosos? Considero que no, es un pasaje de la historia que no tiene mayor trascendencia, tuvimos dos presidentes el constitucional y el legítimo, ¿nos dejó algo bueno? Es la clara imagen de un mexicano que enferma de poder y que a como de lugar quiere vivir en Los Pinos. Bueno, y si eso ya lo vivimos por qué permitir que se pueda repetir de nueva cuenta, no me refiero a la candidatura de Andrés Manuel ahora con Morena para los comicios presidenciales de 2018 sino de don Martín Orozco, presidente municipal de la capital de la tierra de la gente buena en 2005 y con el privilegio de ser el alcalde del municipio donde reside el Gobierno del Estado, argumentando ventaja a los 10 ediles restantes decide tomar partido en la contienda electoral de 2010 y ¿qué cree?, bueno, la historia ya la conoce, mientras don Carlos celebrara el regreso del tricolor al palacio de gobierno después de 12 años de ausencia, don Martín no entendía por qué había perdido; fraude, voto por voto, casilla por casilla, pero ni así se pudo comprobar que él era el verdadero y único ganador. A diferencia de Andrés Manuel, Martín optó por ser institucional y buscó seguir en el ambiente de la política, tan redituable y noble oficio ¿o profesión? Al Senado ¿por qué no? y cuando la historia debía terminar ahí, las condiciones se prestan para repetir una historia que ya conocemos, por eso le comento que somos una sociedad sui generis, ahí vamos de nuevo con la historia reciente del candidato que busca por segunda ocasión ganar las elecciones, pero ¿para quién?, ¿para su partido?, ¿para generar un cambio en la sociedad y detonar el crecimiento o para él mismo?, ¿para saciar sus ganas de poder?. Me gustaría conocer las respuestas, sin duda nunca escucharemos que la verdadera causa sea por sus intereses personales de tener el cargo de gobernador del estado, que a fin de cuentas es un empleado más de la nómina, pero qué nómina, ¿no cree?.
Un gobierno humanista dice en su página de internet, que por cierto su imagen gráfica estilizada no cuenta con ojos, ¿Martín no te ve a los ojos? Un gobierno humanista en el sentido estricto de la palabra y retomando sus raíces en el siglo XIV quiere decir que tiene una idea del hombre como el ser más importante, valorándose su inteligencia y su razón, se exaltaron las cualidades humanas, dando relevancia a la responsabilidad de cada uno en dar sentido a su propia vida, se valoró el arte y la ciencia. O tal vez se refiere al humanismo que planteó Efraín González Luna, fundador del partido donde milita el candidato, aunque él decía que sobre todas las cosas están “los valores cristianos, el amor, la familia, la propiedad privada, la fe religiosa, la moral, el heroísmo en la guerra como en la paz.”
Él dice “soy visionario, soy responsable y transparente, soy consciente, tengo sentido social”. Es humanista sin duda… No queda más que analizar a detalle los puntos y observar cómo se acerca la metamorfosis, si ganas, felicidades, si pierdes, felicidades, si cambias y te convierte en el nuevo Andrés Manuel, mejor piensa en una nueva profesión, porque 18 años después, es decir en 2022, tendrás 55.
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