Ha pasado casi un año desde que comenzaron a circular rumores dentro del ámbito cultural en el estado respecto a un nuevo museo que se abriría en la ciudad. Cuántas otras veces no había escuchado ya algo al respecto. Desde la posible llegada del Museo Guggenheim a Aguascalientes, hace quizá 15 años, hasta la versión de un nuevo museo en la periferia que albergaría las obras de los artistas aguascalentenses más reconocidos en el ámbito nacional de los siglos XIX y XX, incluyendo la obra de Saturnino Herrán, José Guadalupe Posada, Jesús F. Contreras, por nombrar algunos. Incluso también se rumoró sobre la creación de un nuevo museo de Arte Contemporáneo exclusivamente para albergar la obra de las distintas ediciones del Concurso Nacional de Arte Joven. Pero no, nada de eso sucedió ni ha sucedido.
Han pasado ya dos meses desde que la comunidad artística de Aguascalientes fue convocada a la apertura del Museo Espacio (ME), mismo que fue anunciado como parte del Macro Espacio para la Cultura y las Artes y que fue promocionado como “la mayor obra de infraestructura cultural más importante en la historia de Aguascalientes”; y que, inundados a través de las redes sociales, espectaculares distribuidos en la ciudad, y todas las formas de publicidad pagada por nuestro sistema de gobierno, asistimos a lo que se nos dijo sería “un acontecimiento invaluable para el mundo del arte”. Las opiniones vertidas antes y después de esta apertura han sido divergentes de la postura oficial, no sólo por el recurso económico que se dice fue el costo de la inversión, sino por la falta de claridad en las políticas del espacio, la explícita exclusión de los artistas locales y la nula transparencia en el uso de los recursos públicos, desde la erogación directa en su infraestructura, como en la participación de agentes privados, como el curador Bruno Cora y la misma galería Hilario Galguera. La postura de agentes institucionales ante los cuestionamientos de la comunidad artística y la sociedad de Aguascalientes fueron resueltos como una falta de comprensión y conocimiento del significado histórico de esta apertura y particularmente sobre la exposición que dio inicio a este museo, Relámpagos sobre México de Jannis Kounellis, y que en la página web del museo dice consistir en “una serie de piezas creadas ex profeso para los más de 6,000 metros cuadrados de las dos galerías con las que cuenta el museo”, además de una breve descripción del montaje. Nada más.
Más allá de preguntarnos acerca de Jannis Kounellis y su obra, cuya exposición fue el marco de la apertura del Museo Espacio, o si el ME posiciona a Aguascalientes en el centro del arte contemporáneo como se nos quiso convencer (temas que además ya han sido cuestionados oportunamente por otros), la apertura de este museo amerita también una reflexión y un cuestionamiento sobre la perspectiva de la política cultural y la gestión echada al espacio, al vacío, y que hoy buscan instrumentos de validación desde la academia, desde la crítica internacional, desde la intervención por algunos artistas, o por medio de otras actividades que contrarresten los cuestionamientos de ciudadanos ante un espacio financiando con recursos públicos y sobre los cuales sigue habiendo poca claridad al respecto.
El primer cuestionamiento por algunos fue: ¿y para qué un nuevo museo?
No es un secreto la precariedad en la que se encuentran los espacios del estado destinados a las artes y la cultura. Espacios es donde las exposiciones han extendido su periodo de apertura evitando costos y limitando la oferta; espacios de animación cultural en donde las actividades han disminuido o donde el pago remunerado al artista se vuelve casi inexistente; espacios en municipios en donde no tienen los recursos mínimos indispensables para incluso proyectar películas; espacios educativos donde los costos mensuales son tan altos que se convierten en una barrera de accesibilidad para algunas familias. Hoy, a pesar de los esfuerzos que hacen los encargados de los distintos espacios del estado, maniatados a los decisiones centralizadas, su campo de acción cada vez es más limitado, demeritando así el sentido mismo por el que fueron creados dichos centros culturales. Ante una falta de respuesta acerca del sentido del museo, viene entonces otra pregunta: ¿para quién? Y otra más: ¿por quién? Y es que es evidente la falta de transparencia en las decisiones, la poca información no sólo en el sentido de las acciones sino también sus costos e implicaciones.
Si se quiere saber el costo de lo erogado se requiere formular una solicitud de transparencia y acceso de información porque los gastos no son públicos. El detalle es que, en una democracia, la publicidad, el hacer público, del conocimiento de todos, es una característica intrínseca que en México no se cumple. Así, bajo las prácticas de la falta de visibilidad como mecanismo no sólo de participación sino de control, aquello que dice ser para el bien “público” se práctica desde el secreto.
Y es que si entendemos la política en términos arendtianos, como la explica Jorge Govea Cabrera: “es el campo de comunicación y de interacción que asegura el actuar conjunto, como concepción de la acción y la capacidad para concertar con los demás y actuar de acuerdo con los otros”; sin lugar a dudas en el tema del Museo Espacio algo falló. Y es que no sólo bajo la concepción de la acción política de lo público, del espacio público como el lugar donde converge la pluralidad, el Museo Espacio siempre nos saldrá debiendo. Si el museo es un espacio de convergencia e inclusión, en el discurso del espacio público el estado no ha garantizado los mecanismos de una accesibilidad equitativa, sino que ha buscado ejercer un mecanismo colonizador en la representación de lo que “debería ser”, y no sobre lo que en realidad es. Así, el symposium de El drama de la forma representó para muchos no un mecanismo de accesibilidad, sino una mera justificación por medio de los otros, a través de un sentido colonizador europeo y centralista para decirnos a los aguascalentenses lo que se “debe ser” para formar parte del modelo internacional del arte contemporáneo actual. Así, desprovisto de la participación de ideas desde perspectiva local, el symposium sólo resultó un instrumento limitado que vino a reforzar la necesidad de claridad y transparencia ante las carentes inclusiones de los actores principales: los aguascalentenses. Entonces se hizo un segundo encuentro denominado Diálogos contemporáneos, donde ahora sí se buscaron los medios de participación y validación desde lo local, aún sin un resultado efectivo pero evidenciando la falta de claridad en las respuestas ante las preguntas de los asistentes.
Si una política pública es reflejo de una problemática que busca ser atendida en beneficio de los ciudadanos, una política cultural conlleva además toda la carga simbólica, de forma tal que la jerarquización de las necesidades de atención debe expresar respuestas claras ante el cuestionamiento de las decisiones tomadas por los gobiernos, de manera que preguntarse qué, cómo, dónde, para quién y por qué no es para descalificar las acciones, sino informar, publicitar y hacer partícipe; como ya lo mencionábamos anteriormente, existen otros espacios, espacios de convergencia cultural en todo el estado cuyas problemáticas y necesidades aún no han sido atendidas.
A unos meses del cierre de la presente administración, y sin la garantía en el cuidado para el aseguramiento de su consolidación, el Museo Espacio corre el riesgo de sufrir los avatares de los cambios administrativos si se insiste en considerarlo como la magna infraestructura del presente gobierno. Basta recordar que hoy vemos espacios de anteriores administraciones que fueron íconos en su momento de las perspectivas de lo que quiso ser un modelo cultural para Aguascalientes. No se demerita el valor de sus aportaciones, pero es innegable que las políticas públicas en materia de arte y cultura no han sido atendidas con la responsabilidad que conlleva para su más óptimo desarrollo y desenvolvimiento en las administraciones subsecuentes.
Espacios destinados a la élite como meros instrumentos de un colonialismo desde una figura de autoridad pero desprovistos de puentes que permitan el acceso a la cultura y las artes por y para el ciudadano, tarde o temprano corren el riesgo de perderse. Los esfuerzos de apropiación hacia el espacio que hoy destinan quienes trabajan en el Museo Espacio también habrá que reconocerlos. Hoy hacen talleres, conciertos, visitas guiadas, actividades escénicas, e incluso se invita a la intervención indirecta de lo hecho por Kounellis. Instrumentos de participación o instrumentos de validación, bien valdría cuestionarlos. Hoy el Museo Espacio tiene su propia página en internet, algo que ningún museo del estado tiene, pues también una característica de la presente administración es la centralización en los canales de difusión. El Museo Espacio ya está, existe con o sin nuestro consentimiento. El Macro Espacio para la Cultura y las Artes está en proceso. Queda pedir un apoyo equitativo para el resto de los espacios que hoy están vacíos como reflejo de una política cultural con atisbos de capricho, porque si en el Museo Espacio todo eso se puede hacer como lo muestran las serie de actividades que son organizadas ahí, seguro también se podrá hacer en todos los espacios institucionales de la vida cultural y artística de Aguascalientes. Queda además pedir, defender, pero sobre todo exigir a las instituciones hacer público lo que es de interés para todos, y no se nos convoque sólo como espectadores de los intereses de unos cuantos.