Por Edgar Alberto García
Entrevista a Imanol Caneyada
Es muy difícil para el escritor de novela negra en México sorprender a la realidad
Es muy difícil para el escritor de novela negra en México sorprender a la realidad, señala el escritor mexicano de origen vasco, Imanol Caneyada (1963), autor de Hotel de arraigo, Las paredes desnudas, Espectáculo para avestruces, Tardarás un rato en morir, entre otros títulos, sin embargo, mientras que la noticia sólo ilustra un hecho, las novelas profundizan, fijan una posición ética, política e histórica; construyen un discurso en torno a ese hecho. Caneyada estuvo en Aguascalientes con motivo del primer Encuentro de Novela Negra Aguascalientes 2016, en el marco del décimo aniversario de la Librería de la UAA.
Edgar Alberto García (EAG): En el género negro predomina la violencia como escenario. Aunque en este país, por más que los autores se esfuercen en crear atmósferas, tramas o personajes sórdidos, viscerales o perturbadores, parece ser que siempre las noticias de la mañana siguiente son insuperables. Me refiero al caso de los Porkys y a uno de los personajes de Hotel de arraigo, Gabriel García.
Imanol Caneyada (IC): Efectivamente, es muy difícil para el escritor de novela negra en México sorprender a la realidad, pero creo en lo que dice un amigo mío, escritor de Ciudad Juárez, que la noticia meramente ilustra un hecho y las novelas profundizan, fijan una posición ética, política e histórica; construyen un discurso en torno a ese hecho. Eso es una gran responsabilidad que tenemos en general los escritores y, específicamente, los de novela negra, más allá de crear mundos ficticios es adentrarse a esa realidad y darle un rostro. Gabriel García tiene mucho parecido a los jóvenes de Veracruz de la banda los Porkys, es decir, es un mirrey y tiene una obsesión por grabar sus encuentros sexuales. Sí existe una violencia en el entendimiento sexual de este personaje, en el hecho de grabar el acto y exhibirlo. Pienso que tiene que ver con la concepción de la sexualidad que tenemos en este país que es muy machista y con esta nueva generación que no tiene claro cuáles son los límites entre lo íntimo y lo público. Las redes sociales han jugado un papel muy importante en desdibujar estas fronteras. En mi generación creo que estaba más claro, pero en la virtualidad existe una exposición permanente, voluntaria, y todos hemos caído en este juego de las redes sociales; pero los jóvenes al haber nacido con la existencia de estas herramientas públicas les cuesta trabajo asimilar las diferencias y en este sentido se entienden muchas de las cosas que suceden en México. La exposición permanente que persigue la imagen pública por sí misma, es decir, antes el alcanzar una notoriedad tenía que ser por tus logros, si eras un buen deportista querías ser el mejor deportista de tu barrio, era una consecuencia de un esfuerzo, ahora es la imagen pública per se, esos cinco minutos de fama que nos están lastimando mucho como sociedad. En toda mi obra es una constante este fenómeno de las redes sociales y las consecuencias individuales y colectivas.
EAG: ¿Crees que los autores de novela negra mexicana se enfocan en una realidad muy presente, mientras que en otras partes del mundo, digamos Europa, los escritores de este género escudriñan su pasado más oscuro, como el nazismo y las migraciones, para dotar de posibilidades más amplias a su obra?
IC: Yo creo que no solamente en esos países. En México, los actos de violencia que vivimos en este presente vienen de un pasado y tienen su origen en cómo se constituyó este país después de la Revolución, en cómo el poder se ejerce desde la ilegalidad. En el tema del narcotráfico hay una historia muy específica y que se puede seguir desde los años 30, donde el poder ha sido pieza clave para constituir las bandas. Aunque es una violencia que estamos viviendo intensamente en el presente y parece ser que ha surgido de pronto, en ese sentido, los que vivimos en el norte tenemos la idea de que no es así, que hay toda una historia y que durante todo este tiempo hubo indiferencia por parte de los medios de comunicación y de la crítica de la sociedad, porque era algo que sucedía lejos del centro, en geografías aisladas y que eran meramente parte de las idiosincrasias de esas regiones. De alguna manera se dio la espalda y se cerraron los ojos. Ahora que ha estallado y todo el país en general está contaminado y corrompido por esta realidad y de que existen regiones enteras, no solamente en el norte sino en el sur, que están sometidas a este poder fáctico que es el crimen organizado, nos escandalizamos y decimos que eso es lo que nos está sucediendo en este momento, pero el origen de este problema tiene mucho pasado. No creo que sea muy diferente a la novela negra que se está haciendo en los países escandinavos, es un talento del género negro, cuya capacidad de razonar sobre la sociedad presente a partir de hechos históricos, es lo que impulsa la obra. Francisco Haghenbeck, un autor que participa en este encuentro, en su novela negra e histórica, realizada a partir de una investigación muy rigurosa, La primavera del mal, hace un recuento desde los años 20 hasta los años 50, donde surge el crimen organizado en México auspiciado por el gobierno.
EAG: En la trilogía Espectáculo para avestruces, Las paredes desnudas y Hotel de arraigo aparecen personajes que son capaces de todo, pero que pueden ser despiadados y bondadosos de la misma manera, me refiero a estos verdugos que actúan en la falta de raciocinio, identidad y empatía, para luego conmoverse ante sus seres queridos o con un cachorro callejero. El fenómeno de la “banalidad del mal” al que se refiere Hannah Arendt.
IC: Sí, sobre todo en Hotel de arraigo entra el concepto de Hannah Arendt. Cada vez que me enfrento al reto de escribir una novela intento construir personajes tridimensionales, de hondo calado, que de alguna manera reflejen la complejidad del ser humano. Somos criaturas perversamente complejas y la tensión entre lo diabólico y lo angelical es permanente en nosotros, por lo tanto somos capaces de cometer actos de la peor calaña y también actos que nos convierten en seres heroicos y bondadosos, procuro que mis personajes tengan estas características para ahondar y arrojar luz en esas sombras que nos habitan como seres humanos.
EAG: Los personajes Arnulfo Lizárraga y Verónica tienen una relación muy común entre padre e hija; sin embargo, mientras la consiente, la cuida y se despide de ella con ternura, participa en secuestros que desquebrajan a otras familias.
IC: Es ahí donde está la “banalidad del mal”. Arnulfo no es la reencarnación de ese “mal”, es un ser humano que ama a su hija, Verónica, ella tiene el síndrome de Tourette y él y su esposa tratan de controlárselo. Independientemente de que Arnulfo bese en la frente a su hija y luego vaya a trabajar y sea cómplice de actos barbáricos, él lo ve como un trabajo que puede redituarle para mantener un estándar de vida que un sueldo de un agente judicial no puede. En Hotel de arraigo creo que esta más marcada esa búsqueda para entender que esto que definimos como el mal, como violencia y como descomposición social, tiene que ver con actos muy cotidianos y nimios de mucha gente y no como una especie de castigo divino.
EAG: Arnulfo parece que intenta redimirse al final de la novela, con el arribo de una mujer en situación de arraigo y por la que desarrolla sentimientos que no logra identificar del todo.
IC: Yo creo que nunca terminamos de redimirnos, en Arnulfo Lizárraga existe una especie de inconsciencia en sus actos, de asimilación con el entorno violento en el que vive, de la lógica “si no lo hago yo, lo va a hacer otro” y existe a su vez una complicidad por parte de su esposa y su hija. Verónica prefiere no decir que su padre es judicial sino que trabaja en gobierno. Son conscientes de que comen, visten y viven a partir de actividades ilegales que realiza Arnulfo, pero prefieren no averiguar. Está también la obtención de la felicidad a través de satisfactores materiales, que es una constante en el presente, y en pos de estos bienes o servicios se puede hacer cualquier cosa. En el momento en que surge y sale a la luz todo esto que Arnulfo mantiene oculto, al quedar expuesto tiene una necesidad de redimirse, pero creo que es una búsqueda perpetua de la redención, porque finalmente Arnulfo no llega a perdonarse nunca y se ve orillado a perder la razón.
EAG: En tus personajes no existe una marginalidad, no son los desdichados, ni los fracasados quienes sufren y perpetran, sino que tienen una mentalidad bastante compleja; incluso RQ, personaje de Espectáculo para avestruces, es un psicópata que además es profesor de matemáticas.
IC: Creo que en mis novelas subyace este debate entre el albedrío y el determinismo social, ejercer la violencia es una elección que hace un individuo y es verdad que lo eliges a partir de un contexto social que puede orillarte a esas posibilidades, pero al final, en el último paso que se da para cometer un acto de violencia, es el individuo que está consigo mismo y toma esa decisión. No creo que una persona que por ser educada o inteligente está exenta de ejercer la violencia, incluso esa gente estudiada y educada puede ser mucho más terrible a la hora de perpetrar, precisamente por los conocimientos que tiene, puede ejercer poder y violencia de una manera más compleja y aterradora, en la historia hay muchísimos ejemplos. Me parecería muy fácil colocar en una novela a un personaje que actúe impulsado por ese determinismo social, sería una lectura muy complaciente, finalmente el gran problema somos nosotros y no el concepto de Rousseau de que el individuo nace puro y la sociedad lo pervierte. Creo que esta explicación nos aleja del verdadero motivo que somos nosotros en nuestra individualidad.
EAG: ¿Cómo es el proceso creativo de tus personajes?
IC: La creación de los personajes es lo que más me apasiona de escribir novelas, me parece que es uno de los mayores retos que tiene un novelista. Puedes tener una trama que funcione, puedes usar tus habilidades para colocar trampas y giros inesperados para seducir al lector, ésta es la parte más artesanal; pero acerca de los personajes debes aventarte un clavado en tus profundidades, en tus miedos, inseguridades y certezas, para desarrollar un grado de empatía muy alto que puede resultar hasta tóxico y adictivo. No concibo la novela como un discurso del yo, procuro discurrir mis novelas a partir de los personajes, para que funcionen, sean de carne y hueso, humanos, tangibles y de alguna manera espejos para quien lee; tienes que convertirte en ellos, a veces da vértigo pero siempre es fascinante porque es vivir muchas vidas desde la silla donde estás sentado frente a la computadora. Es una manera fantástica de conocerse a sí mismo, porque al final la materia prima de esos personajes eres tú. Creo que el novelista debe vaciarse, esconderse detrás de sus personajes, aquellas novelas en las que la voz del autor predomina me parecen discursivas y aburridas, que rozan incluso el panfleto, pero cuando logra la voz del autor desaparecer dentro de su personajes puedes proyectar un universo más completo, poblado por seres humanos que palpitan, que aman, sufren, odian y ambicionan.
EAG: ¿Cuál es la pretensión de tu obra, la exposición de una enfermedad moral, la denuncia…?
IC: No creo que sea la denuncia como tal, yo pienso que es el lector quien denuncia una vez que termina la novela, es él quien puede o no asumir una postura crítica. Lo que yo busco como novelista es la exposición, de traer a la luz, diseccionar, los rincones más oscuros de esta actualidad que están relacionados con toda una historia y una evolución política, social y económica. Pienso en establecer un diálogo con el lector.
EAG: ¿Qué autores influyen en tu pensamiento y obra?
IC: Esa respuesta me cuesta muchísimo porque soy un lector caótico, desordenado. Leo de todo, no discrimino a la hora de elegir, pero sí discrimino a la hora de leer. Soy un lector que fácilmente puede dejar un libro si no me llena las expectativas. Todos de alguna manera influyen en muchos sentidos, para entender cuál es y cuál no es el camino. En el caso de novela negra descubrí en la adolescencia a Manuel Vázquez Montalbán, creador del detective privado Pepe Carvalho y entonces caí en la cuenta de que a mí me gustaría escribir esa clase de historias, tengo muy claro que Montalbán es una especie de mentor. Después comencé a explorar a Edgar Allan Poe; a Raymond Chandler, que me parece un autor extraordinario que no ha sido valorizado en toda su dimensión por su encasillamiento en el género negro; Dashiell Hammett; James Ellroy y, aunque en el otro extremo del aspecto ideológico, me gusta el sentido poético de la novela negra que tiene Cormac McCarthy, Meridiano de sangre es un verdadero poema al horror, la estética de la violencia que tiene este autor me parece extraordinaria. En otro géneros, durante un tiempo de mi vida leí a los rusos, Dostoievski, desconozco si es una influencia directa pero reconozco que es un maestro; asimismo Balzac, que me fue formando a partir de sus lecturas. Y en el caso de México, para mí el más grande novelista es Fernando del Paso, cuando yo descubro ese monumento al lenguaje que es Palinuro de México, o el mismo José Trigo, y el arte de novelar en Noticias del Imperio se convierte en uno de mis maestros. Me he nutrido también de mis colegas, Elmer Mendoza y Paco Ignacio Taibo II, que son determinantes en enfocarme a este género.
EAG: ¿Qué otras pasiones tienes a parte de la escritura y la lectura?
IC: El cine, pienso que soy un cineasta frustrado. Y mis perros, tengo cuatro: dos hermosas hembras grandes y dos machos pequeños. Mi pareja y yo procuramos todas las tardes ir a las afueras de Hermosillo, al desierto, y los soltamos para que persigan liebres, afortunadamente nunca las alcanzan. Son muy felices, es una maravilla ver correr a nuestros perros en el desierto. Esas son mis pasiones, a estas alturas tengo gustos sencillos, muy inmediatos y terrenales. Otra cosa es que me estoy reencontrando con el teatro, ya que en una etapa muy temprana de mi vida hice mucho teatro. Mi esposa es cuentacuentos y actriz y le ayudo en sus montajes.
EAG: ¿Tienes alguna disciplina para escribir?
IC: Sí, cuando es una novela procuro, siempre que mis otras actividades paralelas, como la impartición de talleres, cursos y diplomados relacionados con la literatura me lo permiten, escribir a las primeras horas de la mañana. Desde muy temprano hasta medio día que es cuando más relajado estoy, y leer lo dejo para la tarde noche que es cuando me gusta.
EAG: ¿Qué proyectos están por venir?
IC: Acabo de terminar una novela, que saldrá a finales de este año o a principios del que viene, tengo el título: La fiesta de los niños desnudos. Y estoy escribiendo teatro, una farsa política, que es lo que he venido escribiendo desde mi reencuentro con este arte. Es muy relajante, los dramaturgos me van a odiar por decir esto, pero a mí me parece más entretenido y juguetón escribir un texto dramático, es una especie de descanso. Es un acto muy generoso, más cuando un grupo de actores y un director construyen la realidad teatral que se da en el escenario, no en el texto, y porque éste es un acto colectivo, no como el novelista que puedes pasarte meses y meses encerrado con tus personajes de ficción y puedes volverte loco. Es un proceso muy solitario.