Estoy viendo en este momento un concierto de los Rolling Stones en la televisión, la canción que están interpretando es Midnight rambler, anteriormente habían tocado You can’t always get what you want, no sé la fecha de este concierto ni el lugar en el que se realizó, pero lo que sí me queda perfectamente claro es que es de la mejor época de sus Satánicas Majestades, en el amanecer de los años 70 cuando su guitarrista principal era el sublime Mike Taylor, que llegó a las Piedras Rodantes proveniente de los Bluesbreakers de John Mayall y que sustituyó a Brian Jones después de su muerte el 3 de julio de 1969 a los 27 años de edad, después de haber grabado el disco Beggars Banquet, sí, efectivamente, el Banquete de los Pordioseros, nombre que con el permiso de Jagger & Richards tomé prestado para titular esta columna que amablemente lees cada viernes en La Jornada Aguascalientes, desde hace ya casi tres años.
Bien, pues viendo a los Stones, y particularmente fijando mi atención en todo el despliegue de esfuerzo, entrega, pasión, compromiso, convicción, en fin, todo el show que por sí mismo es Mick Jagger sobre el escenario, me quedé pensando en lo que representa ser un cantante de rock, y más aún, en estas latitudes en las que se desenvuelven verdaderos iconos del rock, como es el caso de los Rolling Stones.
Lo cierto es que una cosa es ser cantante, esto aplica a cualquier género musical, con la honrosa excepción del canto operístico, que por sus características es asunto aparte, y otra cosa es ser considerado un frontman, con todo lo que esto representa. En alguna ocasión, conversando con el maestro Jesús Suaste, para quien esto escribe, el mejor barítono mexicano, me decía que para cantar ópera no basta con ser entonado y cantar bien, hay muchas cosas más que se deben tener y que no se aprenden en un conservatorio o academia de música, de esta forma, para ser un frontman no es suficiente con cantar bien, incluso esto podría pasar a segundo término en ciertos casos, es necesario, entre otras cosas, saberse mover en el escenario, de alguna manera representar un papel, ser dueño de la escena, saber cómo echarse al público en la bolsa, tener el secreto de cómo llevar al auditorio a los extremos más radicales.
Roy Orbison, Carole King, Paul McCartney, o cualquiera de los Beatles, Paul Simon, Greg Lake, Andy Latimer, Adrian Below, entre muchos más, son indiscutiblemente buenos cantantes, muchos de ellos, además, son extraordinarios instrumentistas, pero ninguno de ellos es exactamente lo que podríamos llamar un frontman.
El frontman no suele tocar un instrumento para acompañarse, es aquel que encara al público y tiene la capacidad de llevar a la audiencia a estados de ánimo extremos. No necesariamente es un buen cantante, posiblemente muchos de los mejores frontman no son ni siquiera cantantes, cuando mucho podemos decir que son entonados, pero nada más, pero su presencia física en el escenario mueve a las multitudes, las enloquece, lleva al delirio, el auditorio se le entrega incondicionalmente. Algunos de los mejores ejemplos de lo que es un frontman es el ya mencionado Mick Jagger, vocalista de los Rolling Stones, Jim Morrison, de The Doors, que encontró en la música el vehículo ideal para la poesía, muy pocos como el Rey Lagarto han sabido moldear a la audiencia como si se tratara de un pedazo de plastilina, aunque de música sabía lo que yo sé de física nuclear, es decir, nada. Ozzy Osbourne, que en gran medida definió lo que es y cómo debe ser un cantante de metal, aunque definitivamente está muy lejos de poder ser considerado como un cantante con todo lo que esto significa. En fin, todos ellos, y otros más, son la razón de ser de sus respectivas agrupaciones, o dime tú, que degustas amablemente de este banquete, dime, ¿entenderías a los Stones sin Jagger, o a los Doors sin Morrison, o no únicamente Black Sabbath, sino en general el metal, se podría comprender sin Ozzy, o los Smiths sin Morrissey?
Hay, sin embargo, algunos frontman con facultades musicales verdaderamente finas y casi académicas, o incluso ya con formación académica, o simplemente con voces más trabajadas, como es el caso, por ejemplo, de Freddy Mercury, de Queen, sus facultades vocales le permiten abordar, por ejemplo, un repertorio operístico. Roger Daltrey, para tu servidor, el mejor cantante de rock de todos los tiempos. David Bowie, cuya sapiencia musical lo ubica aparte, él es de otro código postal, o el que para este columnista es el mejor de todos, Peter Gabriel, tanto con Génesis como en su carrera solista ha dejado en claro lo que es ser un buen frontman, siempre con esa teatralidad tan suya.
Peter Gabriel me impresionó cuando lo vi cantar en el concierto de homenaje a Nelson Mandela acompañado por Simple Minds, interpretó Biko, parado en el escenario: no se movió un solo milímetro, sin disfraz, era él simplemente, con sus pies juntos y el puño derecho en lo alto con un gesto de triunfo, de solidaridad, de empatía con la víctima, con el sufriente. Ahí estaba Peter Gabriel ante cien mil personas sin el más mínimo movimiento, quieto ante la multitud enardecida que cantaba con él: “…because because Biko!”. Si no está educada en un conservatorio, simplemente es la voz de un verdadero frontman que canta en el escenario lo que muchos quieren decir, pero no pueden… o no se atreven, eso es ser un frontman.