Son innegables los avances que se han realizado en las democracias en favor de la lucha por los derechos humanos, para evitar la violencia y permitir el desarrollo de las personas que históricamente fueron consideradas como “distintas” e incluso inferiores, como las personas de color, indígenas… y este progreso se ha debido en gran parte al empuje de la sociedad civil organizada, lo cual ha hecho que, aunque por presiones de la globalización, se hayan realizado adaptaciones a leyes y normas para salvaguardar las garantías y derechos fundamentales de todo individuo.
Tras la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre el matrimonio igualitario, varios estados de la República Mexicana continúan en inconstitucionalidad, evidenciando que los titulares del poder ejecutivo y los integrantes del legislativo no tienen empacho en permitir el desapego al derecho. Ya sea por cuestiones personales o por tener el voto conservador -considerado cuantioso en múltiples localidades-, el no atender a esta recomendación simplemente significa estar fuera del marco de la ley. Debido a esto, más allá de cuestiones morales o pactos, los candidatos a puestos de elección popular deben considerar que ante todo, como funcionarios públicos, deben responder a la constitución, al reconocimiento de los derechos de cada uno como humano.
En recientes publicaciones de medios de comunicación se divulgó la postura de los candidatos a la gubernatura respecto al matrimonio igualitario, a lo cual la mayoría respondió de manera políticamente correcta, reconociendo la inconstitucionalidad en Aguascalientes que debería ser resulta, sin declarar su opinión personal al respecto. Total, en realidad esa es su labor: responder a la ley, a las necesidades de la población y generar el ambiente óptimo para el desarrollo de las y los ciudadanos. Sin embargo, la respuesta de la candidata por el PRI, PT, PANAL y PVEM fue un tajante “en contra”, sin más palabras… pero ¿por qué la atención a una respuesta que podría haber sido dicha por cualquier otro candidato?
Lorena Martínez, desde su “She’s coming”, construyó la imagen de una “nueva política” -también utilizado como parte de los slogans-, presentándose como progresista, socialdemócrata, a favor de la igualdad, la diversidad y hasta feminista; de hecho, en el municipio y el resto de Aguascalientes no se había expuesto tanto el tema de Género y sexualidad, aún con sus eufemismos e institucionalidad diplomática. A diferencia de otros candidatos, parecía que ella había reconocido que los votantes del PRI y del PAN tienen sus votos fuerte por tradición, que las campañas políticas se deben destinar hacia los indecisos, a los indignados, a los hartos de “lo de siempre”. Para muchos grupos feministas y de la comunidad LGBT representaba la oportunidad de una nueva agenda para la modernización y el desarrollo social en Aguascalientes… ¿qué ocurrirá a partir de ese seco “en contra”?
Aunque el participar en coalición significa lidiar y conciliar con las diferentes posturas ideológicas de los partidos involucrados, Lorena Martínez pudo haber respondido como a lo que aspira ser: una funcionaria pública que responde a las leyes, a las necesidades de los ciudadanos que deben ser considerados, todas y todos, con dignidad; al igual que el resto de los candidatos, argumentando la resolución de la Suprema Corte de Justicia, ni en contra ni a favor, simplemente con apego a la ley y en busca de resolver la inconstitucionalidad en la que vive el estado al cual desea gobernar.
Sin duda esta declaración fracturó la candidatura de la priista que hasta se había distinguido por no asumir los colores tradicionales de su partido. ¿Qué podrá hacer?, por lo pronto ha aclarado a algunos medios de comunicación que es respetuosa de las preferencias sexuales de cada persona y de la resolución de la Suprema Corte de Justicia, pero tras asumirse en contra, ¿la matización servirá de algo? ¿Pedirá disculpas?, tal vez estaba en un mal momento o la presión de la coalición fue devastadora. Incluso cabe la pregunta, ¿debería pedir disculpas?, sólo si el compromiso que asumió frente a grupos de la disidencia sexual era verdadero, sólo si la imagen que proyectó desde que fue aspirante al Ayuntamiento de la ciudad capital es en realidad como se expuso; de lo contrario la progresista y feminista habrá perdido su identidad política, su “ventaja” al haber logrado captar la atención de los votantes jóvenes, de los que buscaban -como manifestaba- una nueva política, de los indecisos, de los que han preferido anular o no votar.
Por supuesto que a los políticos y aspirantes a puestos de elección popular les preocupa el voto conservador, ese que se hace patente en las prácticas religiosas públicas, ese que se cuantifica en miles, ese que obstaculizó una campaña federal de salud pública sobre prevención del VIH/SIDA. Pero ante todo deben demostrar que se apegarán al derecho, al reconocimiento de todas y todos como humanos con los mismos derechos, quienes deberían tener las mismas opciones de desarrollo, la misma oportunidad de hacer ejercer la voluntad civil, como en el caso de decidir suscribir un acuerdo de unión para protección social y económica mutua. ¿Será que Aguascalientes seguirá siendo el mismo?… el mismo estado estancado que no ha permitido resolver sus embarazos adolescentes, su violencia contra las mujeres, sus crímenes de odio, su discriminación revestida de buenas costumbres.
Tal parece que las y los ciudadanos “distintos” continúan siendo considerados minoritarios, de manera cuantitativa y cualitativa, frente al poder conservadurista; que pasará mucho tiempo antes de que surja una transformación social que permita una verdadera inclusión y apego a los Derechos Humanos; que las promesas de campaña na’ más no cuajan, no se puede, no se permite o no se debe. Tal parece que una mujer con un fuerte discurso de género no logró asumir las consignas que parecían una opción para mejorar la calidad de vida de los otros, de aquellos, de los de segunda clase… los que por votos parecen contar menos.
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