I’m a political man, and I practice what I preach.
So don’t deny me, baby, not while you’re in my reach.
I support the left, though I’m leaning, leaning to the right…
Politician, Cream
La política es una actividad de percepciones y resultados. No siempre se empata el resultado con la percepción; a veces convenientemente para el político, y otras de manera desastrosa para su imagen y administración. El ejercicio del poder político es un fuego que consume a quien lo ejerce. Sobre todo si se trata de un poder tan grande como el que entraña la presidencia de la República. El ejercicio de este poder debe verse como un desgaste administrado, como una carrera de maratón, como un triunfo boxístico por puntos hasta el último round, con la mirada estratégica de quién evalúa cuándo y cuáles piezas del ajedrez perderá para ganar, si es que -al juicio popular- gana.
Pero no basta con ganar. En política debe existir la percepción de que se ganó, a pesar del natural desgaste. Sin embargo, esto no lo ha podido lograr el titular del Poder Ejecutivo federal. Ha peleado batallas importantes (las reformas “estructurales”, la “casa blanca”, el fuego de Ayotzi, los vaivenes de la economía, etc.), perdido unas, ganado otras; pero la percepción social es tendiente a que la administración no ha logrado los resultados esperados. Traigo esto a colación, a partir de la publicación de la más reciente entrega (marzo 2016) del estudio sobre Aprobación Presidencial que publica trimestralmente el bufete de consultores Buendía & Laredo. En este estudio, la aprobación del presidente muestra -en general- una tendencia descendente de noviembre a marzo, aunque hay particularidades interesantes que convendría comentar.
De entrada, según B&L, el índice de Reprobación a EPN subió de noviembre a marzo de 51% a 56%. Mientras que el nivel de Aprobación ha descendido en el mismo periodo de 42% a 32%. Es interesante ver cómo quienes aprueban a la presidencia cayeron el doble de lo que aumentaron quienes la reprueban; es decir, es dos veces mayor la pérdida de fans de EPN que el aumento de sus detractores declarados. Priva más el desencanto que la animadversión. Duro.
El estudio de B&L muestra un dato interesantísimo: el nivel de aprobación por filiación partidista. La aprobación a EPN entre panistas cayó 6% (de 31 a 25), la de perredistas también cayó 6% (de 36 a 30); pero el descenso más drástico se vio entre los “Sin partido”, 8% (de 38 a 26). Sin embargo, el dato fino es el que ocurre con los priistas: la aprobación que le dan al presidente emanado de su propio partido cae 3% (de 68 a 65), con lo que se puede prever que (a menos que surjan cambios inmediatos y efectivos en el manejo de la imagen de la presidencia de la República y de los resultados de su administración) la imagen presidencial y el “efecto EPN” dejarán de ser bonos rentables para el PRI en la elección de este año, en la que se renuevan 965 ayuntamientos, 239 escaños legislativos locales de Mayoría Relativa, 149 escaños legislativos locales de Representación proporcional, y 12 gubernaturas. EPN tiende a transformarse, de ser un impulso a ser un ancla entre los suyos.
Sobre los tópicos que la gente percibe en este estudio de B&L, cabe destacar que las cosas percibidas como positivas se mencionaron en un 45%, encabezados por el tema Programas sociales / Combate a la pobreza; mientras que las cosas percibidas como negativas son mayores (66% de las menciones), con los tópicos: -Reformas, Aumento de precios / Devaluación / Dólar, -Inseguridad / Violencia / Combate al narcotráfico, como temas que encabezan el listado. Dicho de otro modo, el trabajo de Sedesol, Prospera, y demás dependencias asistencialistas fue más aprobado, pero aún muy por debajo de los señalamientos negativos a la economía y la inseguridad ante el crimen organizado.
En términos generales, es natural que la imagen y la consistencia de la percepción sobre el trabajo presidencial tienda a la baja -por el desgaste natural- en el último tramo del sexenio; sin embargo a EPN le resta prácticamente la mitad de su gestión. Si la tendencia a la baja permanece, se podría prever un cierre complicado para la actual administración. En este sentido, el que haya permeado una tendencia a la reprobación popular es indicio de cinco cosas:
- El manejo de la imagen presidencial está fracasando. Incluso dentro del PRI.
- Es probable que las campañas locales del PRI para 2016 no se apoyen en la inercia de EPN.
- Las gestiones del Ejecutivo federal con el Legislativo podrán verse entorpecidas. Se ha erosionado la percepción sobre la capacidad de operación del equipo de EPN.
- La campaña 2018 tiene, desde ya, un target muy identificable contra el cual disparar. En anteriores ocasiones (dentro del actual sexenio) en las que la imagen presidencial ha sido puesta en tela de juicio, la capacidad de respuesta del equipo de EPN se reveló lenta, ineficiente y alejada de la realidad.
- El nicho creciente de votantes desilusionados del PRI en el Gobierno Federal será capitalizado por la oposición desde las entidades y municipios que actualmente gobierna, más los que pierda el PRI luego de 2016, en miras de detener la permanencia del PRI en la presidencia de la República para 2018.
Finalmente, esto de la aprobación y reprobación presidencial es un juego de percepciones (atizado o matizado por los medios) pero, por lo que se ve, no modificará su tendencia descendente hasta que el ciudadano promedio goce de resultados positivos, que no ha tenido en cuatro años de gobierno; simplificados en que al menos ya no tenga tanto apremio para recortar su consumo básico y que no se sienta en riesgo por la inseguridad producto del narco y de la delincuencia en general. Menudo reto a cumplir en dos años, en un país en el que la distribución de la riqueza es inmoralmente desigual y la exposición al crimen está socializada.
[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9