Cada año se repite y volvemos a vivir el año litúrgico católico; no obstante, cada religión tiene sus particulares festividades y vivencias durante el año. El eurocentrismo de la historia de la humanidad ha hecho que el cristianismo sea una religión hegemónica, teniendo como grandes ejes de la vida de las sociedades en general, la Navidad y la Semana Santa, haciendo que los diversos calendarios giren y se determinen bajo estos dos polos.
La hegemonía del cristianismo fue manejada de manera exclusiva en algunas épocas de la historia, como fue la época de la inquisición en que afectaron -hasta la muerte- a infinidad de personas. Además, tampoco ha significado que los valores evangélicos hayan sido, en todos los tiempos, los vividos por los grupos humanos de las sociedades; observamos que en la justificación de tales circunstancias se ha utilizado, equivocadamente, la separación entre religión y sociedad, buscando dejar al interior de los templos, la vivencia y meditación de esos valores.
Es la fuerza de la naturaleza humana la que se rebela al señalado arrinconamiento de los valores universales enmarcados en la religión, a pesar de que muchos sacerdotes abonan en tal separación cuando las festividades del año litúrgico, como es ahora la Pascua, las ubican “en aquel tiempo…” del periodo de la ocupación del territorio de Israel por el imperio romano, y las enseñanzas de Jesús las colocan en la intimidad de la persona, sin expandirlas a la convivencia de grupo-comunidad-sociedad, pareciendo que en nuestra actualidad ya no “encajan”.
Hoy el panorama presenta una nueva oportunidad de vivencia de la Pascua. ¿Cuál es, entonces, el significado de la Pascua? Para el pueblo judío la celebración de la Pascua es el recuerdo de la salida de Egipto relatada en el Libro del Éxodo, y el inicio de su existencia propiamente como nación, al establecerse en el territorio de Israel. Para los cristianos la Pascua es la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En ambos casos significa el paso de una determinada circunstancia, a otra nueva.
El pueblo judío fue liberado de la esclavitud en que vivía en Egipto. La liberación consistió en escapar y salir del territorio de Egipto, después de que Moisés, como petición ante el gobernante Faraón, abogó inútilmente para que los dejara en libertad y pudieran volver a su antigua tierra. La negativa del Faraón hizo que Moisés iniciara la huida con los judíos, siendo perseguidos por el ejército egipcio sin tener la oportunidad de detenerlos antes de cruzar el Mar Rojo (dejó de lado si hubo condiciones milagrosas). Pasaron 40 años antes de llegar y tomar por la fuerza su antiguo lugar de procedencia.
La Pascua de Jesús también estuvo enmarcada en el contexto histórico social de la ocupación de un ejército extranjero, los romanos, aunque sin estar exactamente en condición de esclavos y sí con la esperanza de la llegada de un libertador-mesías.
El problema de fondo de Jesús no fue con la autoridad civil, sino con la autoridad religiosa. Los sumos sacerdotes ya tenían referencias de las enseñanzas y acciones que llevaba a cabo Jesús con el pueblo judío; le cuestionaban que diera soluciones a problemas de la gente, desde asuntos de pobreza, hambre, salud (algunos llamados milagros), hasta consejos de paz, amor, y relación con el gobierno. El motivo principal del encono de los sacerdotes y fariseos era por rivalidad ante el liderazgo espiritual que ejercía Jesús, basado más en la misericordia y la convivencia fraterna que en el cumplimiento de la ley de los judíos, que era interpretada en ocasiones como elitismo y exclusión. La conclusión de los sacerdotes y fariseos era que debían hacer a un lado a Jesús.
Se desencadena ahora la Pascua de Jesús: es aprehendido por soldados y guardias del templo, llevado ante el Sumo Sacerdote Caifás, quien comprueba, cuando le pregunta si es el Mesías Hijo de Dios y le dice que sí, que con la respuesta ya no necesitan un falso testimonio para solicitar a la autoridad civil su muerte. Poncio Pilato resuelve que no existe en Jesús motivo de condena a muerte -se lava las manos-, y, ante la presión de los sacerdotes quienes lo amenazaron diciéndole que si no lo crucificaba no sería amigo del César, lo deja en manos de los soldados a su cargo para que lo lleven a crucificar. El desenlace lo conocemos.
En la Pascua judía los israelitas recuperan su libertad y calidad de nación. En la Pascua de Jesús los cristianos asumen una nueva vida que rigen con la experiencia de las enseñanzas evangélicas, siendo las elementales el amor, la misericordia y la convivencia comunitaria. Llevaron a cabo una forma de vida que se convirtió en cuestionamiento tanto a las autoridades judaicas como a las civiles, lo que llevó posteriormente a las persecuciones cristianas.
Hoy la vivencia cristiana de la Pascua recuerda el gran significado de la liberación de los ciudadanos, que no siempre aparece como necesaria e importante. La contradicción de las Pascuas se configura cuando los judíos en Egipto buscan su liberación política, y los judíos seguidores de Jesús buscan la liberación de sus autoridades religiosas.
¿La significación actual de la Pascua involucra también nuestra liberación política y religiosa? Considero que en cierta forma sí. Vivimos una condición de subordinación ante formas políticas y religiosas que no siempre permiten la vivencia plena en libertad de la política y la religión. Observamos gobernantes y autoridades religiosas que dejan de lado valores esenciales de la política y la religión, y que, para colmo en ocasiones, buscan el sometimiento de los ciudadanos para poder lograr beneficios particulares indebidos.
La Pascua, entonces, significa la liberación de los sometimientos y subordinaciones para vivir en libertad y en posibilidad de lograr condiciones materiales, educativas, de salud, de amor, etcétera, que dignifiquen la vida de las personas. Todo ello a pesar de la oposición de este tipo de autoridades.
Magnífico artículo.
Congratulaciones.