El índice interpelante de la felicidad / Opciones y Decisiones - LJA Aguascalientes
23/11/2024

En vísperas de la celebración del Día Mundial de la Felicidad, el 20 de marzo, establecido por la ONU, parte del supuesto de que el objetivo de las políticas públicas es promover y asegurar el bienestar colectivo, el fin último de ese bienestar debería expresarse en el nivel de felicidad que alcanzan los habitantes de una comunidad. Por lo tanto, la evaluación de una gestión pública debería medirse a partir de la capacidad de crear las condiciones de factibilidad para convertir a la felicidad en un bien público. Este supuesto, entonces, queda anclado fuertemente desde la idea de “desarrollo” de las naciones, que la misma ONU convino en definir bajo los lineamientos de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, y se enuncia: “como un estado emocional cambiante pero también como un indicador del grado de conformidad del bienestar de las personas. En este sentido El Reporte Mundial de la Felicidad 2013, elaborado por John Helliwell, Richard Layard y Jeffrey Sachs, expone medidas concretas basadas en el producto bruto per cápita, la ayuda social, la salud, la libertad para elegir, la generosidad y la percepción de la corrupción, entre otros indicadores. (Ver: La felicidad como bien público. Incontexti -Avina- Marzo de 2014 – Envío N° 29).

Según el reporte antecedente, 2013, el ranking mundial de felicidad indicaba que Dinamarca, Noruega y Suiza ocupaban los primeros lugares y en el extremo opuesto se encuentran Rwanda y Tanzania como los países de menor felicidad. Desde la posición 12 a la 95 se encuentran distribuidos los países de Latinoamérica y el Caribe. Costa Rica y Panamá, al igual que en el índice de paz mundial (ver InContext 25), se encuentran en los primeros lugares. El ranking continúa con México, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina posicionados entre el puesto 20 y el 30. Del puesto 37 ocupado por Uruguay al 95 de República Dominicana se encuentran los demás países (Fuente: La felicidad (…), ut supra, ibídem).

Siguiendo a los mismos autores del reporte citado, “el año 2015 es un hito para la humanidad por la adopción, en septiembre, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para ayudar a guiar a la comunidad mundial hacia un modelo más inclusivo y sostenible de desarrollo global. Es muy probable que los conceptos de felicidad y bienestar ayuden a guiar el progreso hacia el desarrollo sostenible” (John Helliwell, Richard Layard, and Jeffrey Sachs. Reporte Mundial de Felicidad 2015. Resumen). Esto es resultante del gran acometimiento a que convocó la ONU, y que encomendó a la llamada Sustainable Development Solutions Network (SDSN) / Red de soluciones para el desarrollo sostenible.

El producto de su compleja tarea fue abocarse a medir el índice de felicidad que perciben los ciudadanos en el país en el que viven. Y queda plasmado en los resultados del Informe Mundial de la Felicidad 2015, que subraya una vez más lo fructífero que puede ser la utilización de mediciones de felicidad para orientar la formulación de políticas y para evaluar el bienestar general en cada sociedad. Este reporte continúa la tradición de combinar el análisis de los niveles recientes y las tendencias de felicidad, con capítulos que proveen un análisis más profundo de temas específicos, en opinión de sus propios autores.

Los resultados. De acuerdo con el Índice Mundial de Felicidad, los diez países que encabezan la lista son: 1. Suiza, 2. Islandia, 3. Dinamarca, 4. Noruega, 5. Canadá, 6. Finlandia, 7. Países Bajos, 8. Suecia, 9. Nueva Zelanda y 10. Australia. El rango establecido para las evaluaciones de vida, donde 0 representa la peor vida posible y 10 la mejor vida posible, varían en un rango de 7.5 como máximo (techo) hasta 3 en mínimo, (piso). La diferencia promedio entre los 10 países más felices y los 10 menos felices es de 4 puntos.

Si se comparan los escalafones del Reporte Mundial de Felicidad 2015 con los del Reporte Mundial de Felicidad 2013, hay una combinación de consistencia y cambio. Nueve de los 10 primeros países en 2015 estuvieron también entre los 10 primeros en 2013. Sin embargo, el escalafón ha cambiado, mostrando a Suiza en la cima, seguida de cerca por Islandia, Dinamarca y Noruega. Todos los cuatro países tienen puntuaciones promedio entre 7.5 y 7.6, y las diferencias entre ellos no son estadísticamente significativas. El resto de los 10 mejores son (en su orden) Canadá, Finlandia, Holanda, Suecia, Nueva Zelandia y Australia, todos con puntajes promedio superiores a 7.28. Y en el polo opuesto de este ranking hay un cambio de casi la mitad de la calificación entre los 10 últimos países, todos con puntajes promedio por debajo de 3.7. La mayoría están en el África subsahariana, con la adición de Afganistán y una nueva caída de Siria.

El severo reacomodo del índice mundial de felicidad muestra una estrecha correlación con el grado de profundización de la crisis económica de afectación mundial, y según este tenor tenemos que: América tiene a Canadá como única representante entre las 10 primeras pero con Costa Rica, México, Estados Unidos y Brasil como países de mayor índice de felicidad en el continente, llama poderosamente la atención la posición número 23 de Venezuela que, pese a estar sufriendo en gran medida una crisis económica no repercute decisivamente en la percepción de la felicidad por parte de sus habitantes. En cuanto a los más “infelices”, encabeza la lista Togo y le siguen Burundi, Síria, Benin, Afganistán…, Togo pese a mejorar su PIB y en general sus cifras macroeconómicas hay muchas lagunas en cuanto a la protección de los derechos humanos y una elevada corrupción asola su política ( http://goo.gl/4nZnRE ).

Según este último criterio de la prevalencia de la corrupción en el sistema político-social, es que tenemos un tema axial que debemos reflexionar. Un mexicano con voz y presencia internacional opinó así: “Afirmó Ángel Gurria, secretario general de la OECD (que agrupa a los países más ricos): “La crisis económica actual está costando al mundo trillones de dólares, millones de trabajos perdidos, una gran pérdida de confianza en los mercados financieros, y una regresión en nuestros esfuerzos para reducir la pobreza global. Es el resultado de la combinación de severas fallas. La falla en ética corporativa es una de ellas. Una que está en el epicentro de este terremoto financiero y económico”. Fuente: Suplemento Página 12. Envío de REDUNIRSE a Código R).

Y, por si aún tenemos dudas sobre la importancia del grave y oneroso antivalor que comporta la corrupción, veamos lo que tiene que decirnos un diario influyente: “El New York Times se pregunta sobre qué tenían en común algunos de los presidentes de Corporaciones cuyo manejo precipitó la crisis, e ironiza diciendo que casi todos ellos eran egresados de reconocidas Escuelas de Alta Gerencia. Ha surgido una pregunta común a gran parte de la opinión pública: ¿qué sucedió en dichas escuelas con su formación ética? Pocos años antes cuando las quiebras de Enron, World Com, y otras cuando el Congreso Americano comenzó a interpelar a los responsables, se alzó la voz del Profesor Emérito de George Washington University, Amitai Etizioni que lo exhortó desde el Washington Post “Llamen a declarar a los decanos de los Master en gerencia”. Mostró encuestas, algunas señalaban que el perfil ético de los estudiantes de dichos Master era peor cuando se graduaban que cuando ingresaban”. (En Busca de la Ética Perdida, Por qué la Crisis Económica Mundial, Bernardo Kliksberg. Gran maestro de la Universidad de Buenos Aires, padre de la Gerencia Social, y presidente de la Red Iberoamericana de Universidades por la Responsabilidad Social Empresarial).


Este capítulo de la incidencia negativa de la corrupción sobre el desarrollo sostenible y, por ende, que obstaculiza la felicidad, en tanto que percepción y situación real de bienestar integral de la persona y las comunidades, merece una fuerte de dosis de reflexión y deliberación Bioética, que nos lleve a actuar en consecuencia y con determinación para erradicarla. Absolutamente, sin dudar, es el tópico axioteleológico nuclear para México y América Latina; el impulso de acciones como la iniciativa ciudadana de la Ley 3 de 3 (Declaración Patrimonial, Declaración Fiscal -ante Hacienda- y Carta de Conflictos de Interés) es exigible e irrenunciable para todo funcionario público que acceda al servicio, ya que pone un reflector sobre los responsables del bien público, para transparentar su ejercicio ante la ciudadanía. Transitemos de ciudadanos pasivos y apáticos a unos proactivos y responsables.

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