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sábado, diciembre 20, 2025

El astigmatismo moral de nuestras divinas talibanas: mil formas de discriminar, una sola de protegerse / Extravíos

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Hace unas cuantas semanas el presidente de Irak, Hasan Rohani, realizó una visita oficial a Roma, Italia. El itinerario implicaba que en el traslado y en los sitios de reunión las comitivas se encontrarían con algunas esculturas griegas y romanas desnudas. Para evitar ofender el pudor del señor Rohani, alguna autoridad italiana decidió cubrir tales obras que, sobra añadir, son parte del patrimonio cultural de ese país y, de hecho, de la cultura universal.  

Además del ridículo diplomático, este encubrimiento fue una verdadera claudicación política y cultural ante el extremo puritanismo de un régimen teocrático y un signo ominoso, uno más, sobre la flaqueza con que algunos líderes políticos en occidente están dispuestos a defender los valores de una cultura de la libertad que, vale recordar, está en la raíz del florecimiento de los derechos políticos, sociales y humanos además, claro, de la democracia y el Estado de Derecho.

Pues bien, el día de ayer tuvimos aquí en Aguascalientes, y no sin preocupación y vergüenza cívica para muchos, un episodio similar, un gesto de claudicación equivalente.

Las autoridades públicas retiraron de la vía pública un anuncio espectacular que al tiempo que promovía un indispensable hábito de protección sexual -el uso del condón- era también un signo muy saludable de afirmación de la diversidad sexual.

El espectacular formaba parte de una campaña federal de políticas públicas y su retiro se dió como respuesta a las presiones de nuestras talibanas divinas, reunidas algunas en la organización México Unido por los Niños y otras en Pro-Vida, que se movilizaron el mismo día de ayer para demandar el retiro del dichoso espectacular.

Los motivos -que no razones- que alegaron nuestras talibanas divinas fue que dicho espectacular ofendía su pudor ya que el espectacular, según declararon: “publicitaba la promiscuidad” y “(ellas) promueven la castidad y la abstinencia de niños, jóvenes y adolescentes”, a lo que añadieron que el espectacular también “daña la unión familiar y afecta a la sociedad porque se trata de poner como normal algo que no lo es”.

Ignoro la noción de pudor y normalidad que tienen estas respetables damas y los caballeros que les acompañan y subsidian, pero a juzgar por sus expresiones públicas sus nociones parecen ser muy mezquina y sórdida y, si me apuran, muy poco cristianas.

Que el ver a dos personas del mismo sexo se besen (incluso, como sospechan las beatas, como preámbulo para hacer el amor) les parezca impúdico realmente no dice mucho sobre la pareja amorosa en cuestión (mucho menos que sean promiscuos como sugieren las mal pensadas beatas), y sí mucho sobre los prejuicios, la homofobia e intolerancia que estas divinas talibanas tienen en relación a lo que es la vida sexual y lo que representan los derechos y la libertad de los demás, sus prójimos.

Y, desde luego, muy su derecho a pensar y vivir de ese modo. Está dentro de su ámbito de libertad el hacerlo. Lo que no está dentro de ese ámbito es el negarles a otros el derecho a hacer lo mismo, es decir, a pensar y vivir de acuerdo a sus propias elecciones y preferencias sin por ello ser discriminados, estigmatizados e insultados como anormales.

Nuestras talibanas divinas están también en todo su derecho de utilizar los instrumentos que la democracia les ofrece para expresar sus fobias, prejuicios y temores (lo que ostentosamente entienden como valores) y de hacer a las autoridades públicas las demandas que consideran pertinentes. Después de todo la ignorancia y el astigmatismo moral no son un delito.

Lo preocupante, sin embargo, es que estas peticiones no sólo atenten contra la libertad de otros ciudadanos y agravian y ofenden el derecho de todos a elegir y llevar la vida o estilo de vida que deseemos llevar, sino que también entorpecen la puesta en prácticas de políticas de salud pública indispensables que, cosa rara en este país y en Aguascalientes, están por lo demás bien diseñadas y operadas.

En fin, que nuestras divinas fanáticas han considerado decente y muy cristiano anteponer su muy peculiar y mezquina noción de pudor sobre la salud de los y las jóvenes y los derechos e integridad de miles de personas que han cometido el delito -el pecado, dirían ellas- de ejercer su libertad de elección de manera diferente.  

Su astigmatismo moral les impide ver la cantidad de sufrimiento que puede evitarse entre los jóvenes y adolescentes por el simple hecho que estos cuenten en el momento oportuno con la información y los medios adecuados.

La campaña censurada no promueve la actividad sexual -ni mucho menos la promiscuidad-, sino más bien el ser responsable consigo mismo y con la pareja. El ver en ello un atentado contra la unidad familiar y la sociedad convierte lo que en esencia es un acto propio de la libertad de cada persona en un amenaza social, lo que no es sino una actitud típica de las dictaduras y los fundamentalismos teocráticos.

No en balde los nazis y los regímenes comunistas coincidieron en considerar un crimen y una aberración la homosexualidad y, ahora, en 2016, naciones como Mauritania, Sierra Leona, Sudán, Uganda, Irán, Malasia, Arabia Saudita, Pakistán y Rusia, por mencionar algunos, tienen entre los causales de pena de muerte o de encarcelamiento a la  homosexualidad. Ese es el talante moral de nuestras talibanas divinas. Ese el tamaño de su  irresponsabilidad cívica.

Con todo, lo más vergonzoso en esta pequeña historia de intolerancia fue la actitud de las autoridades públicas que retiraron el anuncio. Su respuesta fue una inequívoca señal de cobardía civil e irresponsabilidad pública.

Lejos de salvaguardar una campaña de política pública tan indispensable para la salud -sexual y mental- de los y las adolescentes y jóvenes y para combatir la discriminación y estigmatización, las autoridades, con una extraña y sospechosa docilidad, censuran lo que les corresponde difundir, clausuraron lo que deben promover y nulifican lo que están obligados a defender.

La de ayer fue, sin duda, una buena tarde para el fundamentalismo y nuestras divinas talibanas. Fue también una mala tarde para los derechos ciudadanos y nuestras libertades.   Como ciudadanos de una República tenemos una forma de proteger la libertad y todo lo que ella supone contra las tentaciones autoritarias de aquellos a quien incomoda la libertad de los demás, pero también contra la indulgencia de las autoridades: ejerciendo nuestra libertad a plenitud.

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