Donald Trump: ¿El nuevo Adolf Hitler? / Taktika - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Colegio de Estudios Estratégicos y Geopolíticos de Aguascalientes, A.C.

 

Prisión de Landsberg, Baviera, Alemania. Verano de 1924. Con la cabeza gacha, el antiguo cabo austríaco, Adolf Hitler, condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase, parece sumido en sus pensamientos y mira a través de los barrotes de la ventana. Súbitamente, sus pensamientos se convierten en palabras, las cuales son registradas por su fiel secretario, Rudolf Hess.

Las reflexiones de Hitler serán pulidas por el sacerdote Bernhard Stempfle y por el periodista Joseph Czerny. Finalmente, Max Amann, gerente del Partido Nazi, cambia el título excesivamente largo por el de Mein Kampf (Mi Lucha).

Torre Trump, Nueva York, Unión Americana. 3 de noviembre de 2015. El magnate de los negocios inmobiliarios, Donald Trump, publica su libro, América Inválida: Cómo hacer grande a América de nuevo, el cual contiene su plan de gobierno. Ávidos de gloria, miles de personas forman larga fila para tomarse una selfie con el exconductor del reality show El Aprendiz.

Las escenas arriba descritas sirven como introducción al presente artículo, el cual pretende hacer una comparación, a partir de sus principales obras literarias, entre el líder del III Reich y el precandidato del Partido Republicano a la presidencia de los EUA, para que el lector tenga la posibilidad de descifrar si Donald Trump es el Adolf Hitler del siglo XXI.

Adolf Hitler nació en Braunau am Inn, un pueblo austríaco ubicado en la frontera con Alemania. Su padre, Alois, era un exitoso funcionario de aduanas, y su madre, Klara, ama de casa. Hitler fue un estudiante mediocre, cuyos únicos intereses académicos eran la geografía, el dibujo y la historia universal.

Tras la muerte de su progenitor, Hitler emigró a Viena. En la capital del Imperio austro-húngaro, Hitler pasó “cinco años de miseria y de calamidad”, pues trabajó “primero como peón y luego como pequeño pintor”1. En esa “Babilonia de razas”, “caldo de cultivo de resentimientos étnicos, próximo al mundo eslavo, Hitler aprendió cómo odiar de modo tan infecto”2.

Hitler se trasladó a Múnich y ahí residió hasta el verano de 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Hitler de nacionalidad austríaca se enlistó en el ejército alemán y pasó cuatro años con los “grises cascos de acero, frente inquebrantable, firme”. Alcanzó el grado de cabo y fue condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase.


El fin de la guerra sorprendió a Hitler en estado de convalecencia. El cabo decidió dedicarse a la política y se unió a una novel agrupación llamada Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, los nazis. Luego de participar en el frustrado golpe de Estado, Hitler pasó nueve meses en la prisión de Landsberg, los cuales aprovechó para redactar su evangelio de odio y destrucción.

Por su parte, Donald Trump vio la luz en Queens, Nueva York. El hijo de un Fred Trump, un empresario inmobiliario, cuyo padre había sido el guardia de un burdel, y de Mary Anne MacLeod, una inmigrante escocesa. Debido a que Trump era un adolescente inquieto, su padre lo enroló en la Academia Militar de Nueva York, en donde recibió una formación castrense. Luego estudió en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania, en donde obtuvo una licenciatura en economía. Finalmente, Trump logró fama y fortuna debido a sus negocios inmobiliarios y por ser el conductor de The Apprentice.

En Mi Lucha, Hitler -influido por Rudolf Hess y Alfred Rosenberg, ambos miembros de la Sociedad de Thule, una organización antisemita y pangermanista- delineó su programa político: un primer aspecto fue la nacionalidad y la raza. Para Hitler, la “mezcla de sangre y, por consiguiente, la decadencia racial son las únicas causas de la desaparición de viejas culturas; pues, los pueblos no mueren por consecuencia de guerras perdidas sino debido a la anulación de aquella fuerza de resistencia que sólo es propia de la sangre incontaminada”3.

Es decir, para Hitler el judío, ese ser “negociante, desalmado calculador, venal y desvergonzado”4 era la principal amenaza para la pureza de la mujer alemana y, por ende, de la grandeza de Alemania.

En cuestión de relaciones internacionales, Hitler dice que “la política exterior del Estado racista, tiene que asegurar a la raza que abarca ese estado, los medios de subsistencia sobre este planeta”. En pocas palabras, el Lebensraum -espacio vital- debía construirse en Rusia, en donde los campesinos rusos serían las hormigas trabajadoras de los granjeros alemanes que se establecerían en Ucrania y las estepas rusas.

Mientras tanto, Trump en el prólogo de América Inválida, sostiene que los “inmigrantes ilegales han tomado los empleos que debieran ir a la gente que está de manera legal. Créanme. Ellos están por todas partes. Yo los veo. Hablo con ellos”. Para Trump, los mexicanos en los Estados Unidos son lo que eran los judíos para Adolf Hitler: la causa de todos sus males.

Aquí, Trump ha recibido el apoyo de David Duke, antiguo líder de los Caballeros del Ku Klux Klan, organización racista y supremacista blanca, y miembro de la Cámara de Representantes en los años 90, quien dijo que el magnate era “con diferencia el mejor candidato”5.

Trump difiere de Hitler en un aspecto: él no quiere crear un espacio vital para la Unión Americana, más bien desea recrear, con la construcción del muro fronterizo, Fortress America -un juego de mesa de los años 80, en el cual los Estados Unidos era atacado por hordas asiáticas y legiones de latinoamericanos famélicos, mientras Europa era subyugada por los soviéticos-.

En cuanto a la política exterior, Trump arguye que “el presidente ruso Vladimir Putin está superando a nuestro mandatario al unir una coalición en Siria que hará que Putin sea el líder más efectivo en el mundo”.

Espero que el amable y paciente lector tenga nuevos elementos para juzgar si Donald Trump es un potencial Adolf Hitler del siglo XXI.

Aide-Mémoire.- ¿Habrá paz en Siria?

 

  1. – Hitler, Adolf. Mi Lucha. Impresores y Editores, México, D.F., 1995, p. 13
  2. – Kaplan, Robert D. Fantasmas balcánicos. Ediciones B, Barcelona, 1998, p. 31

3.- Hitler, Adolf. Mi Lucha. Impresores y Editores, México, D.F., 1995, p. 115

4.- Ibidem, p. 29

5.- http://goo.gl/JZXP2V


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