La pérdida de legitimidad del sistema de partidos se da entre otras cosas, porque dejó de ser un intermediario confiable entre el gobierno y el ciudadano.
Este escenario no es privativo de México, también está presente en otros países. Su preocupación principal se centra en la competencia interna por lograr posiciones privilegiadas, alejándose cada vez más de las preocupaciones e intereses del ciudadano.
Los temas ciudadanos se convierten más en un instrumento discursivo que en un plan de acción que desarrollen los partidos.
Este proceso pasó hace algunos años en España. Ante el hartazgo y el reclamo al PSOE y Partido Popular, emergieron dos opciones autodenominadas ciudadanas. Uno el partido Podemos que es un partido de izquierda de corte antisistema, muy parecido a lo que en México ubicamos como Morena y Andrés Manuel López Obrador.
La otra oferta política “Ciudadanos” plantea en un inicio un programa de centro izquierda, aunque se ha identificado en algunas coyunturas con el PP y hoy son percibidos como una opción de centro derecha.
España es el típico ejemplo que expresa la insuficiencia de sistema democrático para resolver los problemas sociales y políticos que enfrentan las sociedades modernas. Ni el sistema de partidos ni el sistema político han sido capaces de resolver los problemas que aquejan a los españoles.
En el caso el PSOE, que no alcanza a articular una propuesta viable entre las políticas del estado social sin que se conviertan en un problema de gasto público excesivo.
Por su parte, el Partido Popular, que enfrenta una crisis por reiterados actos de corrupción, lo han desautorizado para hacer planteamientos que sean bien acogidos por la ciudadanía.
Se suma la crisis económica, la crisis del papel que juega la monarquía y su permanencia. El viejo conflicto separatista que pone en juego la unidad nacional, son algunos de los problemas que enfrenta hoy la sociedad española.
Estos problemas lograron que el electorado fijara su atención en “las opciones ciudadanas”. Estas opciones ancladas en sus propios proyectos, no sólo no sumaron respuestas y alternativas, por el contrario, su incorporación a la pluralidad logró trabar los mecanismos de gobierno por la imposibilidad de acuerdos políticos. A más opciones políticas, más problemas y menos respuestas.
Hoy a casi cuatro meses de los comicios electorales han sido incapaces de formar gobierno, y es muy probable que se vuelvan a convocar a nuevas elecciones.
Si la elección en Aguascalientes se polariza como todo indica que así será, una buena parte del electorado va a votar por “las opciones ciudadanas”. No estoy en contra de ellas, al contrario, me sumo a la crítica férrea de los partidos políticos.
Mi preocupación se centra en que las “opciones ciudadanas” la mayoría de las veces son todo, menos ciudadanas. El primer caso es de exdirigentes partidistas que salen de su partido producto de una contienda interna que justa o injustamente no les favoreció. Toda su influencia y relaciones se sigue centrando en el partido político que dejaron atrás.
El segundo caso es de aquellos “ciudadanos” vinculados a intereses económicos que quieren un espacio en las estructuras de poder para sacar ventajas hacia los grupos que representan. Sea televisa, sectores industriales como es el caso de Monterrey y otros que se pueden sumar a la lista.
Hay un tercer grupo que se está gestando principalmente desde el Distrito Federal. No son los ciudadanos ingenuos, desinformados y sin perfil para tomar decisiones públicas responsables. Son ciudadanos activistas que han pertenecido a movimientos reivindicativos en una sociedad tan compleja como es la capitalina. Están vinculados al territorio, muchos de ellos tienen una sólida formación académica, conocen de cerca los problemas que aquejan a la comunidad, y por mucho tiempo han enarbolado banderas que surgen de manera auténtica desde la ciudadanía.
Esta es una opción muy novedosa, creo que es la más seria y consistente, pero se requiere de una ciudadanía informada para no caer en la trampa de opciones ciudadanas que van a terminar siendo lo mismo o peor de lo que nos ofertan los partidos políticos de siempre.
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