La semana pasada les platiqué por acá una historia que involucraba una niña que no quería leer libros “para niños”, una mamá que estaba en las mismas y dos libros buenísimos. En el transcurso de la semana me llegaron mensajes quejándose de que no hubiera mencionado al autor y los títulos de los libros, tanto de personas que los reconocieron como de otras que no los conocen pero que querrían echarles un ojo. La verdad es que no fue una inadvertencia ni una distracción: pensé que eran libros tan buenos que mejor debía escribirles su propia entrada, en lugar de que fueran un paréntesis en medio de un texto sobre otra cosa. Así que hoy les voy a platicar de ese fantástico autor y de sus no menos fantásticos libros.
Y que conste que yo no voy por la vida endilgándole el título de “fantástico” a cada autor que se me atraviesa, ni siquiera si es uno que me gusta mucho (un día les tendré que contar de una amiga mía que siempre que leía un libro decía “es el mejor que he leído en la vida”. Todavía no sé si envidiarla o no). Así que pueden estar seguros de que vamos a platicar de un señorón: Michael Ende.
No sé si en realidad haga falta hablar de su biografía para apreciar su obra, pero sí creo que nos puede servir un poquito como contexto, así que ahí les va, en versión muy breve, casi que de wikipedia o de estampita de la papelería:
Michael (se pronuncia Mijael y no Michel o Maicol) Ende nació en 1929, en Alemania. Su padre era un pintor surrealista y su madre una fisioterapeuta. Durante su infancia, Michael no destacó en la escuela (eso es una forma bonita de decir que lo hizo bastante mal) y las cosas se complicaron con el ascenso al poder del partido nazi, porque la obra de su padre fue prohibida y, más adelante, Michael decidió no atender el llamado a formar parte del ejército (¡tenía quince años!), por lo que tuvo que huir de varias ciudades hasta que, finalmente, se puso en contacto con el frente Libre de Bavaria, una organización antinazi, para la que fungió como mensajero entre ciudades bajo bombardeo en los últimos tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra se interesó en el teatro y fue actor, crítico y, finalmente, dramaturgo. Fue muchos años más tarde, por influencia de un amigo suyo, ilustrador, comenzó a escribir para niños. Sus primeros libros fueron Jim Botón y Lucas el maquinista (publicado en 1960) y Jim Botón y los trece salvajes (de 1962); pero sus libros más conocidos son Momo, de 1973, y La historia interminable, publicado en 1979 (y esos dos son, precisamente, de los que hablaba yo por aquí la semana pasada).
¿Por qué tanta bulla?, podría preguntar quien no los haya leído aún. Sobre todo porque, así como suele haber un prejuicio contra la literatura “para niños”, pensando que eso significa que es simplona, didáctica o moralina, también ronda por el prejuicio en contra de los libros “viejos”, con la idea de que son ñoños, cursis o simplemente ajenos a los intereses de los chicos de hoy (tururú, tururú). Pues me complace muchísimo informarles que estos dos libros de Ende destrozan con vigor y alegría ese prejuicio: ni a Momo se le notan sus cuarenta y tres años ni a La historia Interminable sus casi treinta y seis. Los dos libros tienen algunas cosas en común: niños protagonistas que viven en un mundo idéntico al nuestro (con todo y sus peores vicios) pero que, de pronto, empiezan a tener atisbos de algo distinto: es como si los elementos fantásticos se filtraran sutilmente en el realismo hasta inundarlo. Pero, a pesar de esas similitudes, son muy distintos entre sí. Momo tiene que enfrentarse a unos ladrones de tiempo mientras que Bastian, el protagonista de La historia interminable, tiene que evitar la destrucción de Fantasia, el reino en el que vive todo lo imaginario. Desde mi punto de vista, lo mejor de ambos libros es que invitan al lector a fabular, crear tramas, pensar finales… ¡a imaginar! Y al final no importa la edad del lector, ni lo cerca o lejos que esté su fecha de nacimiento de la aparición original de los libros.
De los dos libros hay películas pero, como suele pasar con los mejores libros, las películas no les llegan a los talones (del porqué ocurre eso platicaremos en otra ocasión), así que los invito, de verdad, a echarles un ojo. Por cierto: si quieren saber más del autor y su obra, les recomiendo muchísimo un sitio web que reúne entrevistas, artículos, reseñas y mucho más sobre Ende y su creación: http://endeland.blogspot.mx/
Para concluir por hoy: Ende murió en 1995, hace ya veintiún años. Sin embargo, entre sus lectores ocurre un fenómeno interesante: suelen hablar de él siempre en presente. De alguna manera, sus libros han hecho que su propia historia sea interminable.