En 1981 alcancé la mayoría de edad, 18 años. Según mis recuerdos, fue esta la primera ocasión en que me sentí viejo, imagínate, saberme con la responsabilidad de poder votar y tener todos los derechos y obligaciones que representa la mayoría de edad. Como que en primera instancia me abrumó, después, lógicamente, me fui acostumbrando a la idea y entendí que tenía muchos años más para disfrutar de la juventud. Más tarde entendí otras cosas, como por ejemplo, que puedes seguir disfrutando de la juventud, aun cuando ya no eres joven, y esto porque me quedó perfectamente claro que el rock nos mantiene para siempre jóvenes, así que, ¿para qué preocuparse por la edad o qué caso tiene sentir que la vida se te va entre las manos como el agua cuando un solo de guitarra de Jimi Hendrix o de David Gilmour, o una improvisación al piano de Keith Emerson o de Tony Pagliuca, o bien, un grito de Roger Daltrey o de Robert Plant te estremece hasta la médula de los huesos? Sin duda, el día que sea indiferente a los encantos de la música, ese día, y no antes, habré envejecido.
Bueno, todo esto es para decirte que en 1981, justamente cuando tu servidor alcanzaba la mayoría de edad, aparecía uno de los discos más influyentes en la historia del rock, me refiero al Moving Pictures de los canadienses de Rush. A la postre, este disco se convertiría en uno de mis favoritos, pero es uno de esos discos que entre más los escuchas, más te adentras en su genialidad, de hecho, me atrevo a afirmar que hay demasiado virtuosismo para ser contenido en una sola producción, como que nos queda la sensación de que el trío canadiense podrían haber dosificado su insondable talento en varios discos y no verter todo en uno solo. Pero después escuchamos con atención toda su discografía y entendemos que el talento en Rush fluye de manera casi natural y no tienen por qué escatimar en él, finalmente eso es lo que les define mejor, cada disco de Rush es como una nueva interpretación del Mito de la Caverna de Platón, el conocimiento está ahí, en este caso, el talento, el virtuosismo musical, están ahí, sólo hay que salir a su encuentro.
Fue el 12 de febrero de 1981 cuando el mundo conoció esta inmensa producción musical del grupo de Toronto, es decir, hace 35 años con una semana, y ahora sí, como dice el dicho, más vale tarde que nunca, y de ninguna manera podría yo ignorar en el Banquete de los Pordioseros el hacer un comentario respecto a esta genialidad.
No importa, créeme que de verdad no me interesa que sea éste el disco de Rush que ha vendido más copias de toda su discografía, aun así, estoy seguro de que es su mejor producción, y lo menciono porque suele ser en muchos casos que el disco más vendido no necesariamente es el mejor, pero en este caso sí lo es, fíjate en la lista de las canciones: la cara A, lógicamente en el formato de acetato, abre con Tom Sawyer, uno de los más sólidos referentes temas musicales de toda la producción de Rush. Continuamos con Red Barchetta y después viene una de las más perfectas canciones compuestas por una banda de rock, no hablo sólo de Rush, me refiero al rock en general, sin duda YYZ debe ser considerada como una de las canciones mejor logradas, mejor terminadas y mejor ejecutadas en el rock internacional, vamos, si me permites el atrevimiento, yo diría que es la canción perfecta, un tema instrumental que derrama virtuosismo a lo largo de sus casi 4 y medio minutos de duración, uno de deja de preguntarse cómo es posible que se pueda condensar tanta perfección en tan poco tiempo.
La cara A cierra con un clásico del rock, Limelight, con uno de los riffs de guitarra más representativos, más potentes y más roqueros que he escuchado y, creo que si eres sensible a la buena música, como sin duda lo eres, no vas a contradecirme. Limelight es un auténtico himno del rock, un estandarte generacional, claro, con menos reflectores que otros estandartes como Imagine de Lennon, San Francisco de Scott McKenzie o Stairway to Heaven de Led Zeppelin, pero es de esa misma estatura, de esa misma generación.
La cara B del disco inicia con The Camera Eye, dedicada, a manera de un poema sinfónico por su carácter descriptivo, a dos de las ciudades más importantes del mundo y además, dos íconos en la cultura del rock: Nueva York y Londres, un tema fascinante en sus poco más de 11 minutos de duración.
El disco continúa con Witch Hunt, posiblemente el punto más débil del disco, o mejor diría, el menos luminoso, porque de hecho, por sus características y contenidos ésta sí es en verdad una canción oscura, basta con ver la traducción al español para entender el perfil lúgubre de la canción Cacería de Brujas con evidentes reminiscencias medievales.
El disco termina con Vital Signs, o Signos Vitales, una canción que se aleja de los estándares utilizados hasta ese momento por Rush, más apegados al rock progresivo, mientras que esta canción coquetea descaradamente con los fundamentos del reggae, posiblemente siguiendo las tendencias de la época, te recuerdo, estamos en 1981 y toda la primera parte de esa década estuvo abanderada por grupos como The Police con tendencias claras hacia el folklore musical de Jamaica.
El guitarrista Alex Lifeson, el virtuoso baterista Neil Peart y el bajista, cantante y tecladista Geddy Lee han dejado para el rock uno de sus más finos monumentos: Moving Pictures, una verdadera obra maestra, hoy la recordamos en este Banquete.