Hace un par de días una persona que vive en nuestra ciudad desde hace 20 años me confesó que aún no se siente aguascalentense, y que seguramente nunca lo conseguirá. Naturalmente que le pregunté a que se debía esa actitud y me respondió muy convencido: “Es que la gente de aquí es muy xenofóbica”. Eso me pegó directo porque yo soy un sonorense que vive en Aguas desde hace 35 años y nunca me sentí rechazado, siempre tuve la impresión de que era bienvenido y actualmente reconozco esta tierra como mi lugar, mi tierra y mi patria chica. Recuerdo con tristeza cuando una familia de aguascalentenses fueron a vivir a la ciudad de Hermosillo y al preguntarme cómo sería la vida en ese lugar, les dibujé un hermoso panorama. Les aseguré que la gente de Sonora era abierta, amistosa y muy cálida. Error total. Fueron pésimamente tratados, con rechazo, burlas y desprecios. Si bien es cierto que por ese entonces estaba muy fuera la campaña antichilango que se vivió en todo el país, después del terremoto del 85, nada justificaba que se les tratara así, por más que ellos juraban u demostraban que no procedían de la Ciudad de México, sino de la tranquila y amigable Agüitas. ¿Dónde radica el origen de la xenofobia? La historia es rica en migrantes que han sido bien recibidos y han contribuido al engrandecimiento de los países anfitriones. Sigmund Freud huyó de Austria por el nazismo y fue muy bien recibido por los londinenses. Einstein y Werner Von Braun fueron felizmente aclamados por los estadounidenses. Durante la guerra civil española, México se pobló de ciudadanos ibéricos que engrandecieron el comercio, las letras, el cine y la ciencia. Entre ellos León Felipe, Luis Buñuel, Ofelia Guilmáin, Enrique Rambal, Juan Manuel Serrat y muchísimos más. Otra forma de migración bien aceptada es la de los artistas que vienen a trabajar a nuestro país y se quedan a vivir como la cubana Olga Guillot, el chileno Lucho Gatica, el guatemalteco Arjona, la costarricense Maribel Guardia y una larguísima lista. En cambio son rechazados y perseguidos los migrantes centroamericanos que van de paso hacia Estados Unidos. Otro ejemplo en el ámbito internacional son los deportistas de cualquier disciplina, principalmente los futbolistas. Si la xenofobia funcionara en esos grandes negocios, estarían jugando en clubes europeos, el Chicharito, Andrés Guardado, Héctor Moreno y Alan Pulido. Eso sin contar al argentino Leo Messi, el uruguayo Luis Suárez y el brasileño Neymar. Una mínima muestra de los miles de futbolistas de diversas naciones que han jugado en clubes de todo el mundo. En estos casos ¿Por qué no hay xenofobia? Pero llevando el asunto a niveles más altos: ¿Hay xenofobia? en las grandes empresas. Ese es el mejor ejemplo de lo irracional del comportamiento discriminador. Todo el planeta está poblado de empresas de un país en territorio de otro. Y son bienvenidas. Y no es que en Europa no exista la discriminación. Justo en este momento se están viviendo graves conflictos sociales de intolerancia racial y religiosa, como el combate a los ilegales marroquíes en España, Francia y Holanda. El grave problema de los migrantes sirios en Grecia, Macedonia, Turquía y Alemania. Existen entonces dos clases esenciales de xenofobia, les llamaremos la externa y la interna. La externa es el rechazo a los migrantes que se ven como amenazas, o sea los trabajadores que vendrán a ocupar el sitio de los obreros del país, por la competencia por la economía y también por las graves carencias que traerán de sus naciones originales. Para decirlo más claramente, son pobres y si bien es cierto vienen a trabajar, también vienen a dar problemas. Y la xenofobia interna es la del mismo migrante que aun cuando ya está establecido en el territorio anfitrión, se resiste a la idea de identificarse y prefiere seguir viviendo como si estuviera en su tierra. En Estados Unidos esto se ve claramente, los italianos e irlandeses crearon las primeras mafias por un extremo sentido de nacionalismo. Ahora lo hacen prácticamente todos, nuestros paisanos, los asiáticos y los musulmanes. La xenofobia es por tanto un trastorno de la salud mental individual y pública. Es una alteración de la identidad del individuo con el entorno.