Desde Barcelona. Sólo al llegar a España nuestros amigos buscaron entrar en el tema de la mariguana y su regulación en México, porque se mantienen enterados de nuestros afanes en este escabroso terreno. Y el motivo tiene fondo ya que el principal proveedor de la yerba en este país es precisamente nuestra nación. Las guerras, la migración y la fuga de pobladores en el Medio Oriente han mermado el comercio que se hacía con esas naciones como productores. Lo que encontramos en España es algo para ser tomado en cuenta y de ser posible imitado. Hace ya varios años que acá se crearon las “asociaciones cannábicas”, que son clubes privados o bares donde se vende y se consume el producto. Actualmente existen unos 800 de estos sitios distribuidos en las principales ciudades. Ahí está reglamentado el uso, solamente se vende a mayores de 21 años que previamente se hayan inscrito, se les vende una cantidad determinada y deben fumarla sólo en el local y de inmediato, o sea no se vende para llevar a casa. Si al salir del lugar cometen estropicios por hallarse intoxicados, son atrapados por la policía y encarcelados sin miramientos. Igual que hacemos nosotros con nuestros borrachos. No está permitido fumarla en lugares públicos. Existen organizaciones nacidas de la iniciativa privada como la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y el Observatorio Español de Cannabis Medicinal, que son organismos nacidos de la sociedad, sin injerencia del gobierno y que realizan estudios sociológicos, psicológicos y médicos de manera científica sobre el tema para evitar presiones o suspicacias de cualquier tipo. La propuesta es “regular el consumo”, en ningún momento se mencionan conceptos como legalizarla, autorizarla, permitirla o sucedáneos. Esto significa de manera muy clara que tiene que ser el gobierno central quien establece cómo, cuándo y a quiénes se deberá permitir el uso del producto. Ah, y además, otro acierto, no se hace la diferencia entre usos lúdicos y usos medicinales. En este país ha quedado claro que los usos medicinales son una falacia. Ninguna autoridad civil ni sanitaria juega verbalmente con los probables, posibles o supuestos usos medicinales. La mariguana no es un medicamento. Su utilización es únicamente con el objetivo de intoxicarse. Como sucede en todas partes, acá también es asunto político. En la pasada campaña para la presidencia de la República, los partidos de izquierda hicieron suya la bandera de la legalización. Ganaron y el asunto pasó a la segunda línea, ya no hablan de ello, porque tienen en contra al ejército, a la guardia civil y a todas las policías que llevan años combatiendo el narcotráfico a un costo elevadísimo en vidas, daños y dinero, como para olvidarse del asunto y ahora convertirse en protectores de aquellos a los que han perseguido durante toda la vida. Tampoco las organizaciones civiles están dispuestas a que a se permita el uso libre de la cannabis, cuando la delincuencia importada del sur, procedente de Marruecos, Senegal, Chad, Nigeria y otras antiguas colonias europeas ha invadido la península ibérica, con un alto precio en sangre y dolor. Seguimos creyendo que es una magnífica idea que México se encuentre trabajando en el estudio de los pros y contras de la regularización del uso de la mariguana. Lo que preocupa es la ligereza de los argumentos con los que se quiere tratar. Cuando hemos escuchado comentarios de autoridades del más alto nivel de gobierno y sanidad hablando sin fundamento de los presuntos beneficios de la mariguana medicinal. Y sobre todo que no se tiene previsto el campo para las consecuencias. No se ha avanzado un milímetro en el tratamiento de las adicciones, de ningún tipo, ni por supuesto de la cannabisomanía. Pero bueno, estamos a tiempo de hacerlo.