Interdisciplinariedad - LJA Aguascalientes
22/04/2025

El peso de las razones

Mario Gensollen

Es muy común escuchar y leer opiniones que inician con: “lo que la gente cree de tal cosa es esto, pero lo que realmente sucede es esto otro”. Hace un par de días sucedía con el amor –a raíz de las celebraciones del catorce de febrero–, pero es algo que sucede con muchos fenómenos y casi todo el tiempo: sucede con las emociones, con el sexo, con innumerables fenómenos mentales y sociales. Algunas personas creen que cierto tipo de explicaciones deberían estar fuera del territorio de la ciencia. Se equivocan. De hecho, la interdisciplinariedad es el futuro de la investigación científica: cada vez los fenómenos requieren más de diversas explicaciones que den cuenta de sus diversos aspectos.

Es cierto: la exactitud de nuestros razonamientos y nuestras explicaciones está en dependencia de nuestro objeto de estudio. Sin embargo, también está en dependencia de nuestros intereses teóricos y prácticos. El objeto de estudio, en efecto, delimita algunas de nuestras pretensiones: en algunos temas (la mayoría) debemos contentarnos con razonamientos plausibles. Pero, también, la fineza de nuestras explicaciones depende de lo que buscamos con ellas, de lo que nos interesa saber. Eso lo sabemos los que nos denominamos naturalistas. Los naturalistas no pretendemos eliminar explicaciones psicológicas, sociales o económicas, pues sabemos que algunas veces dichas explicaciones son las que en efecto responden a nuestros intereses. Sabemos también que distintas explicaciones, algunas mucho más finas y detalladas que otras, pueden convivir en el mismo paisaje del conocimiento humano. Para muchos que defendemos el naturalismo, ni el reducir ni eliminar explicaciones es deseable: la opción más prometedora, quizá, sea el pluralismo, o el ecumenismo explicativo.

Gilbert Ryle intuyó que el naturalismo no excluía la posibilidad de este pluralismo o ecumenismo explicativo. En su quinta conferencia Tarner de 1953, titulada El mundo de la ciencia y el mundo cotidiano, ofreció una profunda y sugerente analogía que ahora trataré de sintetizar.

Pensemos en un muy buen administrador universitario, tan bueno, que está al tanto de todo lo que tiene que ver con la universidad. Por su escritorio pasan las facturas de jardinería, sabe cuánta basura se produce semanalmente, tiene un conocimiento exacto del número de profesores que en ella imparten clases, sabe cuántos proyectos de investigación están en marcha, cuántos ejemplares hay en la biblioteca, cuántos alumnos ingresaron el último periodo, etc. Alguien podría decir que el administrador universitario tiene que ver con todo lo que pasa en la universidad. Y así es, en efecto. Sin embargo, aunque dicho administrador sabe cuántos profesores imparten clase, él no tiene que ver nada con los criterios académicos que se toman en cuenta para su contratación. Del mismo modo, aunque sabe cuántos ejemplares hay en la biblioteca, él no tiene nada que ver con si dichos ejemplares son los más adecuados o los más actualizados. Tampoco sabe si los alumnos que ingresaron lo hicieron con altos estándares académicos, y mucho menos sabe cuáles son las expectativas académicas que se tienen con respecto a su egreso. Aunque el administrador tiene que ver con todo lo que pasa en la universidad, no tiene que ver con todas estas cosas en todos sus aspectos. Algunos aspectos que no le competen al administrador, seguramente competen a otras autoridades universitarias. Del mismo modo –piensa Ryle– aunque toda la realidad es en efecto física, y la Física nos provee de las explicaciones más exactas, detalladas y finas de la realidad en su conjunto, al físico no le competen otros muchos aspectos de la misma realidad. Para ello, hay químicos, biólogos, así como psicólogos, sociólogos o antropólogos. Las explicaciones que ellos nos brindan no se oponen necesariamente a sus explicaciones, sino que abordan otros aspectos de la misma realidad. Así, el paisaje del conocimiento es uno solo, pero se enriquece con distintas explicaciones, unas mucho más finas y detalladas que otras. Si una explicación sociológica, por ejemplo, es adecuada, seguramente podríamos hacer una reducción de dicha explicación a otras: como psicológicas o biológicas. Sin embargo, no es esto lo que siempre nos interesa. La multiplicidad de explicaciones tiene su razón de ser en la amplia diversidad de nuestros intereses tanto teóricos como prácticos.

Hasta aquí, parece quedar claro que es posible abrazar el naturalismo sin comprometernos con un reduccionismo explicativo. Si admitimos esta posibilidad, las consecuencias se nos presentan deseables. Las viejas barreras entre disciplinas, y tipos de disciplinas, deben derribarse. La constante preocupación de los científicos sociales y los humanistas porque los científicos naturales acaparan todos los recursos para sus investigaciones, también debería desaparecer. Todo el conocimiento es natural. Siendo el paisaje del conocimiento uno solo, a pesar de la inmensa pluralidad ecuménica de las explicaciones, la interdisciplinariedad es el futuro de la investigación naturalista. Como bien decía Gilbert Harman, las fronteras entre las diversas disciplinas y departamentos termina siendo sólo de interés para los administradores.

mgenso@gmail.com | /gensollen | @MarioGensollen



Show Full Content
Previous San Mercadotecnia
Next Inician los talleres de creación literaria en el Ciela Fraguas
Close

NEXT STORY

Close

30 de noviembre de 2015

30/11/2015
Close