Alguna vez platicamos por acá lo difícil que puede resultar hablar de temas “escabrosos” con los niños: abuso sexual, guerras, divorcio… muerte. Y comentábamos que muchos adultos preferimos evadir los temas con frases del tipo “cuando seas grande entenderás” o con mentiras del estilo “tu gatito se fue de vacaciones” (ésta última, la del gatito de vacaciones, me pasó a mí. Y no me da pena confesar que pasé años esperando el regreso de Fererica, mi primera gata. Pero de Fererica -así, con r y no con d- les hablaré en otra ocasión).
Por supuesto, cada familia debe decidir de qué se habla y en qué términos (y cuándo, y cómo); pero imagino que más de dos de mis lectores (optimista que es una: quiero pensar que tengo al menos dos lectores, je) querrían tocar algunos de estos temas con los más morritos del hogar. Y que a lo mejor no saben muy bien cómo. Por eso, entre otras razones, es que soy tan fan de los libros: además de que un buen libro puede divertir o emocionar o ayudar a pasar un buen rato, abordan temas que se relacionan de un modo u otro con el lector y permiten que abramos conversaciones sobre todo tipo de cuestiones. Por eso, también, me dio tantísimo gusto leer El bondadoso rey, de Toño Malpica, ilustrado bellamente por Valeria Gallo, publicado por el Fondo de Cultura Económica. La anécdota es sencilla: un abuelo y su nieto comparten muchísimas cosas: recámara, intereses… hasta el nombre. Y pese a las diferencias, que también son muchas (la edad, la opinión sobre cierta vecinita…), son los mejores amigos. Lo malo es que el abuelo guarda un secreto… o eso cree él, porque hay cosas que los adultos creen (ok, creemos) ocultar maravillosamente pero que en realidad son evidentes para los niños y niñas. El secreto es una enfermedad. Y no les cuento más de la trama porque no les quiero quitar la oportunidad de conmoverse. Ah, porque no me vayan a venir ahora con que ustedes son gente grande y ocupada y que si compran el libro se lo darán a los niños de casa y se desentenderán del asunto: no, señores y señoras. Este libro es capaz de conmover a cualquier lector. Como debe hacer un libro que se respete, pues. Así que bien harían en leerlo también o, de preferencia, leerlo junto con ese niñito o esa niñita en quien piensan cuando deciden comprar libros ilustrados.
Porque, además de la trama que no les revelaré, el libro está lleno de cualidades. Les hablaré de mis dos favoritas: las ilustraciones y los puntos de vista. Con respecto a las primeras, ¡qué bárbara, Valeria Gallo! Cada página es una golosina en la que los ojos del lector se pueden detener largo rato, disfrutando los detalles y sorprendiéndose con la complejidad y la elocuencia que se esconden detrás de los trazos aparentemente sencillos. Con respecto a los puntos de vista… wow. ¡Maestro Malpica! Los críticos estarían emocionadísimos, escribe y escribe análisis de El bondadoso rey, si fuera un libro de esos de *léase con voz engolada* literatura seria *hágase una mueca de desprecio hacia quienes deciden que la literatura adultil, realista y sobre telas dizque trascendentes es la única que merece ser considerada seria, reseñada y estudiada*. Y es que la historia se cuenta en primera persona pero desde dos voces: la de León, el niño, y la de León, el anciano. Los dos nos cuentan más o menos los mismos acontecimientos, pero cada uno partiendo de su experiencia de vida, sus intereses y sus preocupaciones. El contraste que se logra es admirable y muy, muy conmovedor. Es el tipo de contribuciones que necesitamos para tender puentes sobre la tan llevada y traída brecha generacional.
Por cierto, otro logro, éste de la editorial: el tipo de letra es distinto cuando estamos ante el punto de vista del nieto que cuando estamos con el abuelo. Un truco sencillo, pero muy bien llevado a cabo, para que el lector menos avezado no se pierda a la hora de saber quién piensa qué.
¿Por qué ya no vive con nosotros mi abuelito? ¿Por qué se tuvo que ir mi mamá al hospital? ¿Cuándo regresa Fererica? Anden, hagan memoria de cuando ustedes mismos se hicieron estas preguntas. ¿No les hubiera gustado que se las contestaran con un “mira, vamos a leer este libro, que tiene una historia bien padre y unas ilustraciones lindísimas, y cuando terminemos de leerlo platicamos”? o mejor aún: “¿te acuerdas del libro que leímos hace unos meses, el que contaba tan bonito la historia de un niño y su abuelo? Bueno, pues…”. A mí me habría encantado, la verdad. Por eso es que les invito, toda entusiasmo, a buscar, leer y gozar El bondadoso rey.