De repente un toquido en la puerta, volumen de cuentos que explora las posibilidades de existencia de mundos paralelos - LJA Aguascalientes
15/11/2024

  • El autor Etgar Keret desarrolla en sus relatos una compleja interacción de sus personajes a través de la realidad y la ficción en tiempos y dimensiones alternas

 

Del oriente al poniente, va el sol convirtiéndose en luna, nunca son contrarios, sino solamente una consecuencia que va desarrollándose sin perder unidad. Ocurre así con los cuentos que componen De repente un toquido en la puerta de Etgar Keret, que se integra a las ediciones del Programa Nacional de Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura.

Nombramos realidad a todo aquello que pasa ante nosotros de manera repetitiva y por lo tanto conocida. La realidad es una especie de conclusión a la que hemos llegado, dicho de otra forma, es un cúmulo de clichés. Pero en el centro de cada situación hay algo único, algo que si gira transforma y rompe la conclusión. Eso hace la narrativa de Etgar Keret, a los hechos a veces triviales les quita las capas superficiales, capta ciertos fragmentos, los estira para construir una visión sutilemente introducida, inesperada, sin afectaciones, sin pretensiones, que  asombra y enciende otros lados de la vida.

Como los “Universos paralelos” en los que teóricamente estamos ocurriendo en versiones distintas, las posibilidades son infinitas, en algunos hemos nacido, otros en los que quisiéramos no haber nacido. En uno acaba de tocarnos el gordo de la lotería, en otro puede ser que hayamos sido elegidos presidente de la nación, en otros podemos estar desangrándonos en el piso de un departamento. Esos mundos no le interesan al protagonista del cuento. Tampoco los universos donde ella no lo conoce, o en los que lo conoce pero no puede amarlo y se lo dice delicada o hirientemente. Elige y se concentra en el más bonito, el más maduro, donde viven en una cabaña en el bosque, y cada mañana salen a trabajar juntos, y desde el edificio donde está él, puede verla acomodando libros en la biblioteca municipal donde trabaja. Y al mediodía pueden comer algo juntos, y más tarde recostarse en la cama, y él irá sintiendo adormecerse su brazo y creer que es porque en ese universo paralelo ella se ha quedado dormida sobre su brazo, y poco a poco ya no lo sentirá, pero puede seguir eligiendo que es por el peso de su cabeza.

Mentir es también ejercitar la ficción porque deformamos la realidad y súbitamente tenemos otra que entregamos a los demás. Creamos mentiras a pedido de las circunstancias para convencer a los otros de algo y así escapamos de responsabilidades o represalias. ¿Pero si nuestras mentiras no se esfumaran?

Parece fácil, es seductor como lo comprueba Robi, quien dijo su primera mentira a los siete años cuando su madre lo mandó por cigarros y en cambio él se compró un helado y volvió sin el cambio. A su madre le contó que un pelirrojo de aspecto horrible le había dado una bofetada y le quitó el billete. Desde entonces Robi vivió como quiso, mintiendo. Hasta que un día, por una máquina expendedora de chicles, descubre la única contrariedad: que sus mentiras existen en un lugar llamado “Mentirolandia”. El pelirrojo aquél, vive ahí. Huyendo de él se encuentra a un viejo moribundo y a un perro, asustado intenta reconocerlo en alguna de sus mentiras, pero no, ese hombre, Igor, es la mentira de otra persona. El sufrimiento del hombre le llevan a buscar y encontrar a Ruti, quien acaba de avisarle a su jefe que a su tío le ha dado un infarto y que tiene que salir, cuando en realidad va de fin de semana con una amiga.

Desde que ella se fue, Miron dormía en cualquier sitio, en el suelo, en un sofá, en el sillón, y cada mañana iba a la misma cafetería a tomar el desayuno: Mañana saludable, sintiéndose y sabiéndose el ser más solitario. Miraba cómo en todas las mesas la gente platicaba, bromeaba, discutía por quién pagaría la cuenta. Y él, no tenía a nadie con quien hablar. El abandono se prolonga en el desierto insoportable del silencio, hasta que un jueves aparece un hombre gordo, que se dirige directamente a la mesa de Miron, lo mira y le hace una señal de si puede sentarse. Se sienta y le dice “¿Rubén? Oye, no sabes lo que siento haberme retrasado”. Miron, que tendría que señalarle que no es Rubén, le dice al contrario que solamente han sido unos minutos. Y luego se enfrascan en un regateo, el gordo le advierte que no puede pagarle los 500, que tendrá que ser menos, Miron rechaza la oferta, hasta que llegan al acuerdo de 460. Se despiden amigablemente y el gordo se va. Cada mañana subsiguiente ocurre lo mismo, siempre es alguien distinto, un calvo, una mujer con pechos de silicón, un tipo con arete y dientes podridos. El calvo no quiere llegar a un juicio con él, la mujer no puede trabajar para él todas las noches, el otro le lleva la disculpa de un hombre llamado Gabi. Hasta que aparece el marido celoso exigiéndole que deje a su esposa… Ha dicho Keret, que la literatura debe ejercitar el músculo de la empatía, este cuento lo consigue.

Decimos que hay magia en los besos, es un decir ingenuo si atendemos que no sabemos con precisión dónde desemboca la magia y cuánto nos transforma un beso. Y así, con un beso, inicia el cuento “Abrir el cierre”. Ela y Tsiki están besándose cuando ella siente un piquete en los labios, lo que la llevará a descubrir que en la lengua de su novio hay un cierre. ¿Qué tal si lo abriera?, ¿qué puede estar guardado tras esa metafórica boca?

Hay quien sale ileso de un choque a 80 kilómetros por hora, quien cae del balcón sin más daño que un moretón en el trasero, pero a la protagonista del cuento “Moretón” le basta con un mal paso en la escalera para tener que ir a dar al hospital y salir con una pierna enyesada. Pero, de no haber sido por ese evento, no habría estado cuando Deivid le llama por teléfono, un año después de haber tenido un encuentro furtivo mientras estaba de paso por Israel. Una pareja sin historia, que tiene mucha más historia que la de Deivid y su esposa en Norteamérica.


Si se documentan las historias de gemelos se debe un tanto a la fascinación por la duplicación, los rasgos idénticos compartidos nos hacen pensar en una sola persona, la perspectiva se agudiza cuando se comprueba que suelen tener historias también iguales. Inseparables, son un yo que dificulta el plural. Al menos así estamos acostumbrados a verlos. En el cuento “Más vida”, Todd y Adam, gemelos idénticos, se casan respectivamente con Nicky y Michelle, que son también gemelas idénticas. Son tan parecidos entre sí los cuatro, que en una cita, por confusión, Nicky besa a Adam. El asunto es divertido, ¿no?, no hay gemelos sin esa anécdota. Pero dos se enamoran porque descubren que el otro es único, irrepetible, que haya dos de la misma persona, puede dar más vida o, puede ser un llamado a la tragedia.

Etgar Keret, nacido en Tel Aviv en 1967, es hoy en día el escritor más popular entre la juventud israelí. Comenzó a escribir en 1992 y desde entonces ha sido traducido a 16 idiomas, y más de 40 cortometrajes se han basado en sus historias, que también han sido adaptadas al teatro. Keret ha recibido el Book Publishers Association’s Prize y, como director de cine, el Ministry of Culture´s Cinema Prize y la Cámara de Oro a la mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine de Cannes. En Sexto Piso ha publicado los libros de cuentos: Extrañando a Kissinger, Pizzería Kamikaze y otros relatos, Un hombre sin cabeza, y el libro de crónicas, Los siete años de abundancia.

Etgar Keret, De repente un toquido en la puerta. Conaculta/ Sexto Piso. México, primera reimpresión, 2014, 228 pp.

Con información de la Secretaría de Cultura


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